José Steinsleger
La Jornada 20 de enero de 2010
La Ciudad Vieja de Jerusalén encierra el cuadrante urbano más venerado y disputado de la Tierra. Novecientos mil metros cuadrados en los que de un vistazo se pueden apreciar los vestigios de los tres grandes monoteísmos de la humanidad: el Muro de los Lamentos (judío), el Santo Sepulcro (cristiano), la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa (islámicas).
Encerrados por una muralla levantada ene veces por distintas culturas y civilizaciones, y derruida ene veces por todos los imperios de paso, la Ciudad Vieja se divide en cuatro barrios que hoy viven del turismo laico y religioso mundial: el cristiano, el árabe, el armenio y el judío.
A mediados del siglo XIX, el filántropo inglés Moses Montefiore construyó la primera comunidad judía fuera de la Ciudad Vieja. Desde entonces se habla de Jerusalén Oeste (JO).
En 1948, el flamante estado de Israel conquistó militarmente 85 por ciento de JO. Con base en la Ley de Propiedad de Ausentes (sic, 1950), los sionistas clasificaron como propiedad abandonada 10 mil hogares, inmuebles y negocios, transfiriendo las titularidades a Israel.
La mayoría de los habitantes de JO (entre 64 y 80 mil residentes palestinos) fueron expulsados por mediación de masacres y asesinatos para impedir el regreso de sus moradores. En tanto, el ejército de la vecina Jordania tomó el control de Jerusalén Este (JE), ubicada en la llamada Cisjordania.
En 1967, luego de la guerra de los Seis Días, Israel ocupó el sector de JE, administrado por Jordania. Y en 1980 fundió en la legislación ambas partes, anexionando 70 kilómetros cuadrados de JE a la demarcación municipal de JO. Pero antes ya había expropiado 24 kilómetros cuadrados más para construir un nuevo barrio judío.
Solamente 5 kilómetros cuadrados se destinaron a viviendas palestinas (un 8 por ciento de la superficie total) y un escaso 0.6 por ciento para construcción de industrias y comercios de los palestinos. El resto de Cisjordania (administrado en la actualidad por la Autoridad Nacional Palestina) no fue oficialmente anexionado.
Con celeridad inusitada las autoridades sionistas convirtieron el mapa demográfico de JE en una suerte de piel de leopardo territorial, salpicada de grandes bloques de viviendas judías habitadas por agresivos colonos armados.
La legislación israelí controla en la actualidad ambos lados de Jerusalén, incluyendo la Ciudad Vieja. La frenética construcción de viviendas en JE (73 mil más en curso) incluye la destrucción sistemática de hogares árabes, que se declaran ilegalmente adquiridos. Grandes hoteles y condominios por valor de millones de dólares se anuncian para inversores estadunidenses. Ningún árabe puede adquirirlos ni construir en la zona.
Desde 1967, Israel ha confiscado 34 por ciento de JE en beneficio público, recalificando de zona verde 44 por ciento del sector palestino. Entre 1994 y 2006 se demolieron 706 casas en JE y 700 más en la Ciudad Vieja.
Lo de menos es si algunos de los títulos palestinos de propiedad se remontan a los años del mandato británico o a la época de cuando el imperio otomano dominaba la provincia Palestina. Terrorismo urbano que, por otro lado, incomunica y aísla cientos de aldeas y ciudades, suscitando serias dudas en cuanto a si los palestinos podrán erigir su capital en JE.
Jerusalén debe ser judía. Lo dice la Biblia y lo dijo el criminal de guerra Ariel Sharon, en junio de 2005: Jerusalén pertenecerá a Israel, y nunca más a los extranjeros. Sin embargo, a más de las condenas de la ONU, la Biblia también cuenta que a los jebuseos que vivían en Orsalim (nombre antiguo de Jerusalén) no pudieron arrojarlos los hijos de Judá (Josué, 15:63), mientras que en otros pasajes los propios israelitas reconocen que en Jerusalén vivía gente extraña (Jueces, 19, 11:12).
En el fondo, tras la desaparición del sueño sionista original y el socialismo agrario, y cuando la manipulación hollywodesca del holocausto ya no sirve de coartada al victimismo, Israel pretende una super Jerusalén que beneficie en buena medida a su economía.
Proyectos como la demolición de una guardería infantil y el mercado para mayoristas en la barriada Wadi Joz de JE para construir un nuevo hotel cercano a la Ciudad Vieja, y el Museo Rockefeller, apuntan en esa dirección.
Ni siquiera Estados Unidos se ha decidido a trasladar su embajada a Jerusalén. Los países que hasta hace poco las mantenían (El Salvador, Costa Rica) despachan hoy desde Tel Aviv. Y otros que en América Latina se identifican con Israel por el peso de la comunidad judía tampoco tienen su sede diplomática en Jerusalén.
Durante seis mil años, Jersualén ha sido la presa militar más codiciada de todas las guerras de Occidente. Lugar de contradicciones y conflictos, de invasiones y divisiones, de emigraciones, expulsiones y limpiezas étnicas, de ocupación y resistencia, de terrorismo, represión y guerra, Jerusalén quiere decir, etimológica y justamente eso: lugar de la paz.
Viñeta de la artista palestina Omayya Juha
jueves, 21 de enero de 2010
La sionización de Jerusalén - Parte II y última
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