jueves, 15 de enero de 2009

Resolución 1860: Hoja de parra para el fracaso árabe














La Secretaria de Estado de EEUU Condoleezza Rice charlando con ministros de exteriores árabes y Amre Moussa, Secretario General de la Liga Arabe, en la ONU antes de una reunión del Consejo de Seguridad sobre la situación en Gaza. (Evan Schneider / UN Photo)


Resolución 1860: Hoja de parra para el fracaso árabe

Hasan Abu Nimah, The Electronic Intifada, 14 de enero de 2009

Israel rechazó rotundamente la débil "llamada" del Consejo de Seguridad de la ONU a "un alto el fuego inmediato, duradero y plenamente respetado." Lo que los ministros de exteriores árabes aclamaron como un triunfo de su misión a Nueva York no fue más que una hoja de parra para cubrir su fracaso ante sus inquietos y cada vez más enojados pueblos que denuncian cada vez con más valentía la inacción o la complicidad de los dirigentes árabes en la carnicería que Israel perpetra contra los palestinos en Gaza.

La resolución 1860 fue un descarado blanqueo de la agresión y los crímenes de guerra israelíes, que los ministros árabes no tuvieron más remedio que adoptar después de haber escapado en dirección a Nueva York de la embarazosa alternativa de una cumbre árabe.

La resolución tiene graves defectos que las delegaciones árabes no deberían de haber aceptado bajo ninguna circunstancia. Las peticiones de convocatoria de una cumbre árabe por parte del emir de Qatar y otros estados árabes para considerar una respuesta a la ofensiva israelí en Gaza se encontraron con la fuerte oposición de Egipto y varios otros estados árabes que ahora están siendo acusados por sus pueblos de colaborar con el enemigo israelí, surgiendo evidencias a diario que apoyan tales acusaciones.

El Secretario General de la Liga Árabe Amr Musa orquestó brillantemente la escapada a Nueva York. Él, y los ministros de exteriores árabes, que con entusiasmo se embarcaron en su misión de Naciones Unidas (aunque después de un retraso injustificado, que ofreció un tiempo precioso al agresor para derramar más sangre inocente árabe), se dieron cuenta de lo que significaba la posibilidad de un fracaso. De ahí que su imperativo cambiara pasando de poner fin a la masacre de Gaza, a salvar la cara de los ministros.

En el momento en que llegó a Nueva York la delegación árabe, el Consejo de Seguridad ya había rechazado dos intentos de ordenar un alto el fuego, sucumbiendo obviamente a la presión de Washington que, como de costumbre, había declarado que Israel estaba actuando en "defensa propia" contra Hamas, sobre la base de las afirmaciones falsas de que la "organización terrorista" se había negado a renovar la calma y reanudó el lanzamiento de cohetes contra tranquilas y pacíficas ciudades y villas israelíes.

Para Washington, y otros que apoyaron este punto de vista incluidos los Estados árabes, Israel tenía derecho a tener el tiempo que necesitara para enseñar a Hamas la lección que merecía. A pesar de los rumores de Musa, y los de los funcionarios de otros países árabes, miembros destacados de la delegación árabe estaban próximos a esta narrativa. El presidente egipcio, cuyo canciller desempeñó una función clave en Nueva York, fue citado por haber informado antes a la delegación europea en El Cairo de que no se debía permitir que ganara Hamas. No es de extrañar, por tanto, que la tendencia general entre los ministros árabes (con excepciones, por supuesto) era, por un lado, pretender que se estaban esforzando en poner fin a la agresión, mientras que por otro lado señalaban que no querían que ningún logro beneficiara a Hamas.

La resolución del Consejo de Seguridad refleja precisamente eso. Inicialmente, se denegó la petición de alto el fuego de la delegación árabe. En su lugar se les ofreció una declaración presidencial sin valor, que para ellos era demasiado frívola como para que proporcionara cobertura alguna a su empresa expuesta. Para evitar la vergüenza de volver a casa con las manos vacías, los ministros árabes optaron por reducir el texto que habían propuesto, y diluirlo al punto de que no sólo perdió el significado, sinó que resultó contraproducente. Sólo entonces, y sólo cuando todos los ministros abandonaron sus posiciones iniciales, permitió Washington que el Consejo aprobara una resolución.

Hasta que fue rechazado por Israel, que continuó su brutal ataque con renovado salvajismo, se podría haber argumentado que el único elemento positivo de la Resolución 1860 es su llamamiento a un alto el fuego. Pero incluso esa cláusula está redactada con un lenguaje tan evasivo, que en ella Israel interpreta más ánimos.

La abstención estadounidense de votar en favor de la resolución, sin bloquearla con el veto - obviamente porque era totalmente inofensiva - ofreció a Israel un mayor estímulo para desestimar el recurso por irrelevante. (Después se supo que la sorpresiva abstención de EEUU fue resultado de una llamada telefónica de última hora del Primer Ministro israelí Ehud Olmert a la Casa Blanca instando a rechazar la resolución a pesar de que la delegación estadounidense había aprobado el texto.)

Pero los ministros árabes tenían que celebrar la resolución como una importante victoria a pesar de las peligrosas implicaciones que conlleva.

La resolución no condena una agresión en la que se han cometido graves crímenes de guerra, así como violaciones flagrantes del derecho internacional y de las convenciones internacionales; equipara a la víctima con el agresor e ignora toda la secuencia de acontecimientos que llevaron al ataque israelí, que demuestra que fue Israel, no Hamas, quien violó el alto el fuego. Asimismo, ignoró la ilegal agresión Israelí en la forma de un letal embargo de alimentos, medicinas, combustible y viajes que es equiparable a un castigo colectivo sobre los habitantes de Gaza.

Dejando a un lado su cruel desprecio por los Palestinos, el Consejo ni siquiera se tomó la molestia de condenar los mortíferos ataques de Israel contra el personal de las Naciones Unidas, sus escuelas y otras instalaciones.

No contento con ignorar los esfuerzos de Israel para inducir a la hambruna, el Consejo aceptó la alegación de Israel de que los esfuerzos palestinos por traer suministros básicos y armas a través de los túneles constituyen "contrabando" que debe ser detenido. Los Palestinos tienen, sin duda, derecho a utilizar todos los medios necesarios para eludir el bloqueo genocida impuesto por Israel y sus aliados. Pero también sin duda tienen derecho a defenderse, al igual que todo pueblo bajo tales circunstancias.

Si el consejo estuviera preocupado por prohibir las armas letales, debería en primer lugar y ante todo prohibir a sus propios miembros que entregaran armas a Israel que las está usando abiertamente para cometer atrocidades y masacres de civiles.

Lo que el consejo aprobó fue la falsa versión de los hechos revendida por parte de Israel de que Hamas había roto la calma con no provocados ataques con cohetes contra Israel.

En la resolución también se trata la tragedia de Gaza de la misma manera que si fuera un desastre natural, como si no hubiera un agresor responsable de sus crímenes; y adoptó el concepto de que el Gobierno elegido democráticamente en Gaza no es más que una "organización terrorista" que debe ser castigada y culpada por todos los sufrimientos de los palestinos en Gaza.

Al apoyar totalmente la posición de Israel, a pesar de las atrocidades probadas y de los crímenes de guerra en curso, Israel quedaba justificado al interpretar una exoneración y un estímulo en la débil resolución del Consejo de Seguridad. Mayor estímulo debe haberse derivado de la afirmación de la resolución de que los árabes, a pesar de la humillación, todavía están servilmente por la "paz". Y al reafirmar la Iniciativa Arabe de Paz, los árabes están demostrando una vez más que ni el insulto ni el daño en cualquier cuantía despierta en ellos ninguna dignidad ni autoestima.

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Hasan Abu Nimah es el ex representante permanente de Jordania ante las Naciones Unidas. Este ensayo apareció por primera vez en The Jordan Times y se reproduce con el permiso del autor.

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