sábado, 11 de julio de 2009

'Incursión' de vacas israelíes en el sur del Líbano

MÓNICA G. PRIETO desde Beirut - EL MUNDO

11 de julio de 2009.- Para llevar cerrada desde la retirada israelí del año 2000, la frontera entre el Líbano e Israel está registrando en los últimos tiempos un tráfico inusitado. Al ya habitual contrabando de hachís libanés y a los supuestos agentes libaneses captados por el Mossad que, al saberse de su 'doble vida', han conseguido huir por la línea de demarcación –en teoría, infranqueable dado que ambos países siguen en guerra- se suman ahora... las vacas israelíes, que buscan pastos más verdes en tierras libanesas dada la carestía al otro lado de la frontera.

El diario 'The Daily Star' denuncia en su edición de hoy la incursión bovina, al parecer guiada por pastores israelíes, que está obligando desde hace semanas a los perros libaneses a cambiar su misión: en lugar de proteger a las ovejas, se dedican a espantar a las vacas 'enemigas' que, según los pastores, diezman los pastos y beben en el lago Baathail, una reserva vital para el ganado local.

Lo que podría ser anecdótico en cualquier otra región del mundo, en Oriente Próximo implica una crisis. Los pastores libaneses denuncian, mediante sus representantes, que las 'incursiones' del ganado israelí implican una nueva violación de la soberanía libanesa, y que de esa forma desafían la resolución de Naciones Unidas 1.701 que puso fin al conflicto lanzado por Tel Aviv contra Hizbulá –y por extensión, contra toda la nación libanesa- en el verano de 2006.

La principal preocupación es que las vacas están rebajando las reservas acuíferas de la zona, según denuncian los habitantes de Kfar Shuba, uno de los municipios afectados. Además, los pastores se ven molestos porque la entrada de reses en el Líbano no tiene consecuencias, mientras que en el caso de que un animal libanés se acerque a la 'línea azul' con la que Naciones Unidas demarcó los territorios de los países enemigos los tanques Merkava se activan.


"Apenas hay agua suficiente para nuestros rebaños y cada vaca israelí bebe más de lo que lo pueden hacer 40 de nuestras ovejas juntas. ¿Por qué la FINUL no lo considera una violación de la 'línea azul'?", se interrogaba en las páginas del rotativo uno de los pastores, Ismail Nasser.

Es posible que la entrada de vacas israelíes en su territorio –que al parecer penetran por un hueco creado en la valla metálica que separa a ambos países- suponga una violación en toda regla de la resolución 1.701: el problema es que no es ninguna novedad. El texto aprobado por el Consejo de Seguridad en agosto de 2006 implica un cese completo de hostilidades entre Israel y el Líbano pero también una completa retirada israelí del sur libanés, el respeto de la soberanía de ambos Estados, el despliegue de la Fuerza de Naciones Unidas para el Líbano (FINUL, a la que España aporta 1.100 hombres) al sur del río Litani, la entrega de los mapas de las zonas minadas por Israel en su ofensiva de 2006 y la prohibición de vender armas a las facciones libanesas que no sean estatales, léase Hizbulá.

Los líderes del Partido de Dios presumen de haber doblado su número de cohetes desde entonces, mientras que Tel Aviv no ha cumplido ninguna de las condiciones. La ciudad dividida de Ghajar sigue ocupada por Israel, las minas israelíes siguen matando en el Líbano porque los mapas no han sido entregados y las violaciones del espacio aéreo, marítimo y terrestre libanés se producen "en términos diarios", según denuncian los responsables de la FINUL.

Sólo un dato, en el primer año de funcionamiento de la resolución, el Ejército del país del Cedro –que no Hizbulá- denunció 939 violaciones del espacio libanés por parte del Estado judío. El sobrevuelo de aparatos israelíes en el sur del Líbano es algo habitual, y las incursiones terrestres preocupantes: el pasado diciembre, Israel secuestró a dos civiles libaneses en la localidad sureña de Blida que, tras gracias a la presión de la FINUL, fueron liberados días después.

El último atropello de la resolución parece ser la red de espionaje israelí desarticulada en las últimas semanas en el Líbano. Según la opinión del coordinador especial de Naciones Unidas para el Líbano, Michael Williams, "si las acusaciones son confirmadas en los tribunales, constituirán una violación muy seria de la soberanía del Líbano y en consecuencia menoscabarán resoluciones relevantes del Consejo de Seguridad". Más de 70 supuestos espías libaneses han sido detenidos por el Ejército libanés, al que no le cabe ninguna duda de que era el Mossad quien pagaba sus sobresueldos. Israel, mientras tanto, no se pronuncia, y aprovecha el silencio internacional hacia un flagrante acto de espionaje en territorio enemigo para escurrir el bulto.

jueves, 9 de julio de 2009

Ofreciendo a Israel nuevas oportunidades para la obstrucción

¿Darán los estados árabes a Israel más incentivos para la paz o más oportunidades para la obstrucción al incluir a 56 estados musulmanes en su iniciativa de paz? (Wissam Nassar / MaanImages)


Hasan Abu Nimah, The Electronic Intifada, 8 de julio de 2009

Israel nunca ha estado corto de pretextos para obstruir el progreso hacia una solución de paz en Oriente Medio. Sin embargo, los últimos movimientos para empujar a los Estados árabes y musulmanes a que normalicen relaciones con Israel como recompensa para que acepte un acuerdo de congelar la construcción de asentamientos probablemente proporcione a Israel más oportunidades para la obstrucción en vez de incentivos para la cooperación.

La Iniciativa de Paz Árabe (IPA), aprobada en la Cumbre Arabe de Beirut de 2002, ofreció a Israel la paz plena y vínculos normales con los 22 miembros de la Liga Árabe, a cambio de que Israel pusiera fin a su ocupación de las tierras árabes de las que se apoderó en 1967. Esta oferta ya involucraba a estados árabes que nunca habían estado vinculados directamente con el conflicto. En una etapa posterior, la IPA se amplió para incluir a los 56 miembros de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI).

Israel podría insistir ahora en que los 56 miembros de la OCI, así como todos los estados árabes, deben comprometerse primero con medidas específicas de normalización, y quizá incluso con el reconocimiento, antes de dar (Israel) ningún paso significativo.

Cualquier progreso hacia una solución pacífica del conflicto árabe-israelí puede por tanto tener que esperar hasta que Benín, Somalia, las Maldivas, Brunei, Afganistán, Irán, o Surinam, por ejemplo, decidan si están dispuestos a cumplir con las condiciones israelíes.

Después de establecer tratados de paz con Egipto en 1979 y Jordania en 1994, Israel necesita poner fin a su persistente conflicto con Siria, Líbano y los Palestinos. No es necesario que intervengan Bangladesh ni Burkina Faso.

Entonces, ¿por qué el ámbito de un conflicto, inicialmente limitado a pocos países, habría de ampliarse para implicar a estados remotos en varios continentes? ¿No proporciona esto validación a las falsas declaraciones de Israel de que el conflicto no se deriva de la usurpación israelí de una tierra y derechos específicos, sino de la incapacidad de los musulmanes - debido a su inherente antisemitismo - para aceptar un "estado judío"?

No hay nada en el derecho internacional que obligue a los Estados a establecer relaciones diplomáticas o a llegar a un acuerdo para la normalización de relaciones como parte de la resolución de conflictos. Este es un asunto soberano sobre el que los estados deciden voluntariamente o en el marco de acuerdos bilaterales. La ausencia de relaciones diplomáticas o de otro tipo entre los Estados no indica necesariamente relaciones hostiles, ni su existencia garantiza lo contrario.

La Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada meses después de la guerra de 1967, estableció las bases aceptadas de antiguo para resolver el conflicto. No requirió, ni siquiera mencionó tratados ni tampoco relaciones diplomáticas. Todo lo que exigió fue "la terminación de todas las reclamaciones o situaciones de beligerancia y el respeto y reconocimiento de la soberanía, integridad territorial e independencia política de cada Estado de la zona y su derecho a vivir en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas, libres de amenazas o de actos de fuerza."

En este sentido, la resolución sólo se refiere a los estados de la zona, haciendo hincapié en las relaciones pacíficas y el reconocimiento mutuo. Pero todo eso puede garantizarse en ausencia de relaciones diplomáticas.

Tampoco los ocho puntos de la iniciativa de paz del 7 de agosto de 1981, presentada por el príncipe saudita Fahd, ofrece tratados de paz ni relaciones diplomáticas con Israel, a pesar de que esta iniciativa se puso en marcha apenas dos años después de que se firmara el tratado de paz egipcio-israelí.

Fue durante las negociaciones de paz con Egipto cuando Israel insistió en que el tratado debería incluir relaciones diplomáticas plenas con las embajadas residentes en las capitales relevantes. Resultaba duro para el pueblo árabe en ese momento imaginar la bandera de Israel ondeando en una capital árabe, pero desde entonces se ha convertido en un precedente. Por esta y muchas otras razones, la mayoría de los estados árabes boicotearon a Egipto por firmar una paz unilateral con Israel, y la Liga Árabe trasladó la sede de El Cairo a Túnez.

El plan de paz de Fahd de 1981, posteriormente adoptado en una cumbre árabe, estableció todos los elementos conocidos de lo que ha llegado a ser denominado la solución de dos Estados, cuya implementación habría de ser garantizada por la ONU: La retirada israelí de todos los territorios árabes ocupados en 1967 incluida Jerusalén, el desmantelamiento de todos los asentamientos judíos incluidos los de Jerusalén, garantizar la libertad de culto para todos en los santos lugares, afirmación del derecho de los palestinos a regresar a sus hogares e indemnización para aquellos que no deseen regresar, fideicomiso transitorio internacional en Cisjordania y la Franja de Gaza durante tan solo unos pocos meses y la creación de un Estado palestino con Jerusalén como su capital.

El plan del príncipe - después Rey - Fahd no era más que una elaboración de la resolución 242 y afirmaba igualmente que "Todos los Estados de la región deben poder vivir en paz en la región". Se trataba de redireccionar el tema en el camino correcto después de la desviación de Egipto. Obviamente, fue rechazado por Israel, que nunca consideró seriamente la evacuación del resto de los territorios ocupados (tras devolver el Sinaí a Egipto), los cuales ya había comenzado a anexionar o a colonizar.

Inicialmente, el programa sionista apuntó a Palestina - no necesariamente como fue definida en el marco del mandato británico; la idea era expandir Palestina al norte y al este para incluir partes de Líbano, Siria y Transjordania. La Liga Árabe, que buscaba en aquel momento confrontar la amenaza, estaba integrada por sólo siete estados: Siria, Arabia Saudita, Irak, Transjordania, Líbano, Egipto y Yemen.

Hasta aquel momento, independientemente de la competencia con la que se manejó, el conflicto se mantuvo en su contexto adecuado. Fue la Iniciativa de Paz Árabe de 2002 la que amplió innecesariamente la circunscripción de los estados beligerantes a la parte árabe y, a continuación añadió los 56 Estados miembros de la OCI. ¿Por qué dar a un enemigo tan intransigente como Israel, que nunca ofreció ninguna contribución positiva o significativa para la resolución del conflicto, semejante cantidad de influencia para obstaculizar y obstruir aún mas?

Hay dos explicaciones posibles. La primera es que la iniciativa árabe de 2002 no iba destinada fundamentalmente a Israel, sino a los Estados Unidos. Después del ataque del 11 de septiembre de 2001 algunos Estados árabes se vieron acusados de incubar la cultura del terrorismo que llevó a dichos ataques. Pueden haber creído que la forma más rápida para apaciguar a EEUU era ofreciendo concesiones a Israel.

Otra hipótesis es que durante mucho tiempo los gobiernos árabes han perdido cualquier tipo de iniciativa. Sus repetidas ofertas para resolver el conflicto en términos muy generosos fueron ignoradas. Habían declarado que la paz era su "opción estratégica" - de hecho asegurando a Israel que podría hacer lo que quisiera con la garantía de que los estados árabes nunca harían nada en respuesta a la agresión. Los árabes han estado repitiendo consignas vacías, como la "solución de dos Estados" durante décadas, mientras que sobre el terreno, Israel se ha asegurado de que no haya lugar para un segundo estado.

La Autoridad Palestina y los estados árabes que la apoyan han estado desesperadamente tratando de prolongar la vida de un muerto proceso de paz a través de negociaciones interminables sólo para fingir que hay movimiento, mientras la notable realidad nos golpea en la cara cada minuto recordándonos que ni Israel ni EEUU dan consideración alguna al servilismo árabe.

A falta de la capacidad de los Estados árabes para una acción colectiva eficaz, la única opción que quedaba para disfrazar la debilidad árabe era aumentar la generosidad con la esperanza de conseguir que Israel por fin prestase atención. Pero, dado que los árabes ya han concedido todo lo que pueden conceder, decidieron ofrecer también la normalización de relaciones con los estados musulmanes como recompensa a Israel. El otro lado, consciente de que estas medidas se derivan de la indefensión y no de la fuerza, no las tomará en serio, excepto como más oportunidades para avanzar con su propio y agresivo programa.

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Hasan Abu Nimah ha sido representante permanente de Jordania ante las Naciones Unidas. Este ensayo apareció por primera vez The Jordan Times y se vuelve a publicar con permiso del autor.

miércoles, 8 de julio de 2009

Palabras contra la paz

Por qué es inviable el Estado de Israel

Santiago Alba Rico
Fundación Araguaney
08-07-2009

Contribución al catálogo de la exposición "Arte y palabra por la paz", organizado por la Fundación Araguaney, que se inaugura hoy 8 de julio a las 20.00 h. en la sala de exposiciones de la Fundación, rua Montero Rios 23-25, Santiago de Compostela

El verdadero horror de una matanza –el daño que hace al mundo común, a la intimidad universal trenzada en todos los cuerpos- no se revela en las obscenas cifras de muertos ni en el número de proyectiles lanzados sobre la población civil ni en las imágenes ya irreales de cadáveres destripados y casas desmigajadas contra el suelo. A veces es más exacta y completa una pequeñez inconmensurable, un milímetro de espíritu inasible para las estadísticas. De todos los dolores producidos por Israel entre el 27 de diciembre de 2008 y el 20 de enero de 2009, durante los 24 días de implacables bombardeos sobre Gaza, el más acusatorio y revelador fue quizás el que sintió –y denunció con modesta y lacerante tristeza- Suleiman Baraka, un astrofísico gazano que trabaja en Virginia Tech para la NASA. El 29 de diciembre recibió en su oficina una apremiante llamada telefónica en la que se le anunciaba que, a miles de kilómetros de allí, estaba siendo bombardeado el barrio donde residía su familia. Cuando recuperó la comunicación diez horas más tarde, supo que su casa había sido destruida. Supo que su hijo Ibrahim, de 11 años, había sido asesinado. Supo también –aún peor- que los israelíes habían asesinado su telescopio. “Solía llevar a mis hijos a la azotea del edificio en el que murió mi hijo”, confesó Suleiman a la periodista Amy Goodman, “y les enseñaba Venus y Júpiter, y el cielo… Porque si a un niño palestino le dices: `cuando miras el cielo, ¿qué ves?´, lo normal es que conteste: `veo helicópteros Apaches y aviones F-16´. Por eso quería enseñarles a mis hijos que hay algo hermoso detrás de estos estereotipos”. Suleiman Baraka era un palestino moderado que aspiraba a la paz; se había construido una casa nueva con el propósito de ofrecer hospitalidad a una familia judía; y quería enseñar a los niños palestinos que, detrás del ronquido de los cazabombarderos, el cielo está plagado de estrellas silenciosas. No es verdad: está plagado de bombas y destruyen no sólo las casas sobre la tierra, y los niños que viven en ellas, sino también –mucho peor- el cielo común sobre nuestras cabezas, donde Kant descubría, con brillo inextinguible, los imperativos de la moral humana. Un telescopio, cañón invertido, sirve para contemplar en las estrellas el valor de los seres humanos y la necesidad de sus leyes compartidas. Un cañón sirve siempre, sirve sólo, para destruir telescopios; con independencia de donde caigan sus bombas, de qué cuerpo derriben y a qué boca arranquen un gemido, alcanzan una y otra vez un telescopio. O lo que es lo mismo: una mirada dirigida hacia las estrellas.

“¿Cómo puedo consolar a mi hijo Daoud, que tiene cinco años y fue testigo del bombardeo de su casa y del asesinato de su hermano?”, se pregunta Suleiman Baraka. No podrá. Quizás consiga que le vuelva a gustar el pan con zaater –o que vuelva al menos a comerlo- e incluso podrá reamarrarlo, con hilos de cometa y cuerda de caramelo, a la vida. Pero ni siquiera es esto seguro. Los niños de Gaza, declara la maestra Ghada Abu Ward, quieren morir detrás de sus padres y sus hermanos, asesinados por las bombas. El 45% de los niños palestinos, testimonia el psiquiatra Eyad Al-Sarraj, ha visto a los soldados israelíes insultar o pegar a sus padres; el 75 por ciento sufre problemas emocionales causados por la continua exposición al vuelo rasante de los aviones y el estruendo de los bombardeos; el 96% ha visto muertos o heridos; el 36%, sí, desea morir en los ataques del ejército ocupante. ¿Será la freudiana pulsión de muerte? ¿El fanatismo de su cultura primitiva? A estos pequeños telescopios no se les permite mirar al cielo; estos pequeños telescopios acaban rodando por el suelo.

En tiempos de Kant, tiritaban azules los astros a los lejos; hoy en el cielo de Gaza –como en el de Iraq o Afganistán- los niños sólo ven nubes zumbantes de drones, helicópteros y aviones. En lugares normales, los niños quieren pan con chocolate, espacios amplios, padres libres; en Palestina muchos de ellos sólo quieren morirse. Que los niños palestinos no vean las estrellas y no tengan ganas de vivir es culpa –se dice- de la guerra. Pero, ¿qué guerra es ésta?

Ninguna palabra puede sofocar un incendio, curar una herida o resucitar a un muerto, pero sí alimentar una pira, afilar un cuchillo y cavar trincheras. Las palabras no sanan, pero sí matan. Por eso hay que tener mucho cuidado con ellas. “El que tenga algo que decir”, decía Karl Kraus en vísperas de la 1ª Guerra Mundial, “que dé un paso al frente y guarde silencio”. En contextos de tensión, cuando la violencia se contagia con un verbo pequeño, allí donde causas históricas activan sin parar una invasión de motivos inmediatos y vehementes, hay que atreverse a no decir ciertas cosas. En relación con el mal llamado “conflicto palestino”, la responsabilidad exige callar ciertas palabras, el coraje demanda la renuncia a ciertos vocablos que, al ocultar largas duraciones genealógicas, coloca a los hablantes en un angostísimo presente dentro del cual hay cada vez menos margen de maniobra. Una de estas palabras ciegas, sin salida, es paradójicamente la palabra “paz”.

Palestina está encerrada, sí, en la palabra “paz”, que es la palabra –no lo olvidemos- de los que lanzan bombas sobre los telescopios de Gaza. En cierto sentido, es verdad que los israelíes desean la paz mucho más que los palestinos; y basta una sumaria búsqueda estadística para constatar que son precisamente los dirigentes sionistas –y sus valedores estadounidenses y europeos- los que pronuncian con más frecuencia esa palabra. No es una casualidad. De entrada, el discurso sobre la “paz” y la “pacificación” alimenta y naturaliza la ilusión de que nos hallamos ante una situación de guerra; es decir, en el marco de un “conflicto” en el que ambas partes tienen razón y ambas partes tienen que hacer concesiones. Pero al mismo tiempo, esa insistencia en la “paz” ha servido precisamente para que Israel no haya hecho hasta ahora ninguna concesión; las “conversaciones de paz”, negación en sí mismas de las resoluciones de la ONU, constituyen una estrategia muy funcional de la ocupación. De Madrid y Oslo a la Hoja de Ruta, esta ilusión de “negociación permanente”, siempre excitada y frustrada con premeditación, ha servido a Israel en las últimas décadas para extender los asentamientos y colonias, levantar y ampliar el Muro e imponer un asedio medieval a la franja de Gaza. El pelotón de fusilamiento alza las armas frente a los palestinos alineados en el paredón y el general da la orden de disparar: “¡Paz!”; el piloto del F-16 que sobrevuela Gaza ve la azotea de la casa de Ibrahim y aprieta el botón donde está escrito: “Paz”. Tras veinte años de “negociaciones de paz”, a todos nos gustaría quizás retroceder veinte años: los palestinos han visto erosionada su unidad por ásperas pugnas internas y los israelíes acaban de elegir al gobierno más ultraderechista, violento e intransigente de su historia.

En algún sentido, si los niños palestinos no pueden ver las estrellas y además quieren morirse no es por culpa de la guerra sino por culpa de la “paz”. La tarea responsable de los productores de discursos –periodistas, políticos, intelectuales- es la de desescombrar los obstáculos verbales, la de localizar y desactivar los vocablos que pueden estallar entre nuestras manos. Puesto que no podemos sofocar incendios ni curar heridas ni resucitar muertos con la palabra, tratemos al menos de retirar del camino las palabras que atizan el fuego, afilan los cuchillos y ceban las bombas. Si realmente queremos la paz, debemos dejar a un lado la palabra “paz”.

No hablemos de paz. ¿De qué hablaremos? ¿Qué palabra utilizaremos en su lugar? La palabra paz es particularmente belicosa porque está reprimiendo o, más aún, “forcluyendo” –por decirlo con Lacan- la verdadera, la única solución posible; está impidiendo por todos los medios que se pronuncie la palabra “justicia”.

“¡Paz!”, ordena el general al pelotón de fusilamiento; “¡justicia!”, responden los caídos. Que los niños palestinos no puedan ver las estrellas y quieran imitar a sus padres asesinados, es culpa de la injusticia; es la responsabilidad individual de los injustos. La paz es un callejón ciego. La justicia, que apenas si puede andar, por lo menos puede ver. Y ver es llegar lejos con los ojos –hasta esas estrellas donde contemplamos el valor de los hombres y la necesidad de leyes compartidas.

La historia es de sobra conocida. Durante siglos, el antisemitismo europeo expulsó, aisló, persiguió y eventualmente linchó –los infames pogromos- a los miembros más pobres de una minoría religiosa nativa: los judíos. Mientras el colonialismo exterminaba a gran escala a los “salvajes” y “orientales” en el exterior –decenas de millones de “criaturas inferiores” sacrificadas en todo el mundo- mantenía en el interior su propio “irreductible Oriente”, funcionalmente contenido en una existencia degradada, despreciada, sospechosa incluso para los más desprejuiciados filósofos de la Ilustración (Voltaire o Hegel). Los negros, los indios, los moros no constituían un problema; estaban fuera y se los podía aniquilar sin el menor remordimiento moral. Los judíos, “nuestros salvajes”, planteaban más dificultades. Eran objeto de especulación, de admiración, de rechazo; se escribía sobre y contra ellos, se les invitaba a asimilarse y la persecución misma demostraba una y otra vez que no querían o no podían hacerlo –como ocurre hoy con los musulmanes- a causa de una “falla estructural”, de un vicio incorregible de origen. La negación misma acabó por etnificar su diferencia religiosa. Eran “sucios”, “perezosos”, “lúbricos”, “orientales”; luego sencillamente “insectos”. Así que, a partir de 1933, el régimen nazi de Alemania, aspirante siempre frustrado a potencia colonial, trató de hacer con los judíos europeos lo que los otros países de Europa habían hecho siempre, fuera de sus fronteras, con todos los pueblos de la tierra con los que habían tropezado en su camino. “Lo que nos escandaliza de Hitler”, decía la mística y filósofa Simone Weil, “es que está haciendo con los europeos lo que los europeos han hecho siempre con los otros pueblos”. “Auschwitz”, dice el ensayista sueco Sven Lindqvist, “era la edición alemana, moderna, industrial, de un exterminio sobre el cual el imperio mundial europeo se había fundado durante largo tiempo”. Pero Auschwitz existió y nos hace temblar todavía hoy con el estremecimiento más radical que puede conmover el edificio humano; y desde los Juicios de Nuremberg (1945) negar su existencia constituye no sólo una ignominiosa indignidad sino incluso –en algunos países- un delito penado por la ley.

La historia es menos conocida. A finales del siglo XIX, un grupito de intelectuales judíos, los que más profundamente habían asimilado la cultura europea, fundaron en Basilea el movimiento sionista con el propósito de establecer en algún lugar del mundo un “Estado nacional judío”. El sionismo compartía con el antisemitismo –como denunció muy tempranamente el ya citado Karl Kraus, universal judío de Viena- algunos principios y algunos objetivos: aceptaba la idea del judaísmo como un “problema” al que había que encontrar una “solución final”, estaba a favor de la expulsión de los judíos de Europa e insistía en la “especificidad” étnico-racial del judaísmo (al menos de los judíos askenazi de origen jazaro). Sus fundadores, en todo caso, eran muy conscientes de hasta qué punto este proyecto de segregación de los judíos de Europa –pilar de la tradición antisemita- era paradójicamente “muy europeo”, como lo demuestran los argumentos que utilizó Theodor Herzl para convencer a los gobiernos occidentales de las ventajas de establecer un Estado sionista en Palestina: “para Europa construiremos ahí un trozo de muralla contra Asia, seremos el centinela avanzado de la civilización contra la barbarie”. En los años 30, cuando la colaboración del racismo nazi –a veces pactada con los propios sionistas- acelera la emigración judía a Palestina, hasta entonces muy reducida, el carácter “muy europeo” del sionismo se manifestará en todo su esplendor. Mientras Hitler establece las leyes raciales de Nuremberg y abre los primeros campos de concentración –y especula con desplazamientos en masa de población-, la Convención Mundial de Ihud Po´alei Tzion y el Congreso Sionista, celebrados los dos en Zurich en 1937, debaten abierta y alegremente la necesidad de la “limpieza étnica” de Palestina. “No discuto nuestro derecho moral a proponer una transferencia de la población”, dirá por ejemplo Aharon Zisling, futuro ministro de agricultura en el primer gobierno Ben Gurion, “no hay ninguna falla moral en una propuesta tendente a concentrar el desarrollo de la vida nacional”. Y Golda Meir dirá: “También yo desearía a los árabes fuera del país y mi conciencia estaría absolutamente limpia”. Y David Remez: “Es una solución justa y correcta”. Y Berl Locker: “No tengo ninguna objeción moral”. Y Shlomo Lavi: “es muy justo y muy moral”. Y Eliahu Hacarmeli: “incluso si tuviese que llevarse a cabo recurriendo a la fuerza –todas las empresas morales se llevan a cabo mediante la fuerza- estaría justificada en todos los sentidos. (…) Se trata de un programa lógico, moral y humano en todos los sentidos”. Y Ben Gurion: “Con la transferencia obligatoria tendríamos vastas áreas… Apoyo la transferencia obligatoria. No veo nada inmoral en ella”. Diez años más tarde, entre noviembre de 1947 y septiembre de 1948, antes y durante el siniestro plan Dalet, la empresa colonial europeo-sionista se completaba –como documenta estremecedoramente el historiador israelí Ilan Pappé- con la destrucción de 531 aldeas palestinas, la evacuación de 11 barrios urbanos y la ejecución de al menos 31 masacres indiscriminadas. La así llamada Nakba, que expulsó de sus tierras seculares a 750.00 palestinos, también existió, como Auschwitz; pero, al contrario que Auschwitz, su negación no sólo no es moralmente reprobable, no sólo no es legalmente punible, sino que es aprobada, aplaudida y hasta exigida por la mayor parte de los gobiernos, los periodistas y los intelectuales del mundo. Después de todo, ese “negacionismo” es la condición misma de la existencia de Israel como un Estado legítimo, democrático, con derecho a la defensa –todo lo que, si reconocemos la Nakba, deja inmediatamente de ser.

Si liberamos a la justicia de la mordaza de la paz, comprendemos al menos la doble injusticia sobre la que se asienta el proyecto sionista cristalizado en el Estado de Israel. Injusticia contra los judíos, a los que pretende representar en exclusiva –como el Vaticano a los cristianos-, obligándoles a reconocerse en términos étnico-raciales en una construcción ferozmente ideológica que encarna lo peor del nacionalismo, el colonialismo y el capitalismo occidentales. E injusticia, claro, contra los palestinos, convertidos hoy, como dice Elias Khoury, en “los judíos de los judíos” bajo una ocupación que, desde hace sesenta años, apoyada por las mismas potencias que despreciaban y desprecian a los judíos de todas las razas y todas las religiones, amenaza con echar por tierra todas las estrellas del mundo.

Si queremos paz, hay que pedir justicia. Y la justicia exige que judíos y palestinos por igual se liberen de Israel. Es la más modesta, la más honrada, le menos escandalosa de las proposiciones. ¿Reconocer la Nakba? ¿Desmantelar el Estado sionista? ¿Salvar a los judíos? ¿Salvar a los palestinos? Desapareció la URRS y todos aplaudimos. Desapareció Yugoslavia y nos alegramos. Han desaparecido decenas de países -Checoslovaquia y Rhodesia y la Sudáfrica racista entre otros- y no ha ocurrido nada. ¿Qué tendría de provocativo reclamar la desaparición de un Estado inviable y radicalmente injusto? Propongámoslo. Hagámoslo. Demos luego libertad a los refugiados palestinos para volver a Palestina y libertad a los judíos exisraelíes para volver a sus países de origen y que a continuación la población restante funde un nuevo Estado laico, democrático y socialista desde el que telescopios de todos los colores puedan dirigir sus ojos hacia un cielo despejado de drones, helicópteros y F-16.

Es muy emocionante leer la carta que Jean-Moise Braitberg, nieto de una víctima del Holocausto, dirige al presidente de Israel: “Al conservar en el Memorial de Yad Vashem, en el corazón del Estado judío, el nombre de mis parientes, vuestro Estado tiene prisionera mi memoria familiar tras las alambradas de púa del sionismo para que sean rehenes de una así llamada autoridad moral que comete cada día la abominación que es la negación de justicia. Por lo tanto, le ruego que retire el nombre de mi abuelo del santuario dedicado a la crueldad cometida contra los judíos para que no siga justificando la cometida contra los palestinos”. Otros judíos –como Michael Neumann y Osha Neumann- han hecho después la misma petición. Es muy emocionante también leer el comunicado firmado el 7 de enero de 2009 por Jews in Solidarity with Palestine: “Apelamos al pueblo judío del mundo entero, incluidos aquellos que viven in Israel, a que se unan con nosotros para reivindicar esta herencia: el rechazo del racismo y del genocidio; el rechazo al Estado sionista, cuya esencia misma es el racismo; el abrazo a nuestros hermanos y hermanas palestinos; la defensa de su justa lucha para que la tierra robada le sea devuelta y puedan construir una Palestina libre”.

Es muy emocionante leer la carta fundacional del IJAN (International Jewish Antizionist Network), donde cientos de judíos antisionistas declaran su compromiso con “el desmantelamiento del apartheid israelí, el retorno de los refugiados palestinos, y el fin de la colonización israelí de la Palestina histórica”.

Y es muy emocionante también sumarse a la indignación del activista judío Michael Warschawski, del Alternative Information Center, quien se dirigía así el 18 de enero a Barak, Olmert y Livni: “Junto a decenas de miles de otros judíos, desde Canadá a Gran Bretaña, desde Australia a Alemania, os lo estamos avisando: no oséis hablar en nuestros nombres, porque correremos tras vosotros, incluso si fuera necesario, hasta el infierno de los criminales de guerra, y os empalagaréis las palabras en vuestras gargantas hasta que pidáis perdón por habernos mezclado con vuestros crímenes. Nosotros, y no vosotros, somos los hijos de Mala Zimetbaum y Marek Edelman, de Mordechai Anilevicz y Stephane Hessel, y estamos transmitiendo su mensaje a la humanidad para custodia en las manos de los combatientes de la resistencia en Gaza: “Estamos luchando por nuestra libertad y por la vuestra, por nuestra dignidad humana social y nacional y por la vuestra” (llamamiento del gueto de Varsovia al mundo, Pascua 1943)”.

Y es sobre todo muy emocionante –claro- comprobar que el pueblo palestino, que no puede ver las estrellas, cuyos niños desean a veces la muerte, empujado una y otra vez al borde del abismo, subvierte sin embargo todas las lógicas –psicológicas, políticas, antropológicas- y sigue resistiendo con la dignidad de un telescopio apuntado hacia el cielo a fin de recordarnos que la única solución para los problemas del mundo –en Palestina, sí, y en Iraq y en Afganistán y en Colombia y en EEUU- es introducir en él un poco –al menos un poco- de justicia.


-Cuadro del artista Palestino Ismail Shammout. Viñeta por Ben Heine.

EEUU permite a Israel construir otras 2.500 viviendas en el West Bank

Después de haber presionado a Netanyahu para que frenara los asentamientos, Washington se contradice

PÚBLICO.ES/REUTERS - Londres - 08/07/2009 11:18

Israel y EEUU han llegado a un acuerdo para la construcción de 2.500 nuevas viviendas en los asentamientos del West Bank según publica este miércoles un periódico israelí. A pesar de la presión de Washington para que el Gobierno hebreo cesara su expansión en los territorios ocupados, según las informaciones consiguieron el visto bueno estadounidense tras una reunión del ministro de Defensa, Ehud Barak, con el enviado especial de EEUU para Oriente Próximo, George Mitchell, en Londres el lunes pasado.

Mark regev, portavoz del Gobierno de Netanyahu, afirmó esta mañana que ambos países habían tratado de encontrar un punto en común sobre este tema pero no confirmó la noticia adelantada por el diario Maariv. El portavoz de la embajada de EEUU en Tel Aviv, tampoco hizo declaraciones al respecto según la agencia Reuters.

EEUU había presionado en las últimas fechas a Israel para que cesara su expansión en los asentamientos como pieza clave para alcanzar un acuerdo con los palestinos, aunque quizá Washington haya abierto un poco la mano con Israel para que termine algunos proyectos ya en desarrollo y no entorpecer las relaciones con un aliado estratégico hsitórico.

"Es una concesión para que algunos inversores privados no sufran contratiempos", dijo una fuente no nombrada por Reuters, quien añadió que los dos países trabajan "para pulir los detalles de este acuerdo".

Israel considera que el proyecto de esas 2.500 viviendas está tan avanzado que no se podría parar según la legislación hebrea. Maariv explica que esas casas están divididas en bloques de 700 unidades y que Washington aceptó que la construcción se hiciera de esa manera. Sin embargo, el Yedioth Ahronoth, era un poco más cauto a la hora de hablar de estos asentamientos y no dio el acuerdo por cerrado.

martes, 7 de julio de 2009

La opción de Hamas: Reconocimiento o resistencia en la era de Obama



Ali Abunimah, The Electronic Intifada, 6 de julio de 2009

En un importante discurso político el 25 de junio de 2009, Khaled Meshal, el jefe de la oficina política de Hamas, trató de hacer lo que puede ser imposible: presentar la organización de resistencia Islamista Palestina como socio dispuesto para un proceso de paz liderado por EEUU, al tiempo que se reitera en los principios políticos de su movimiento y base. [1]

Este es el dilema que todos los dirigentes palestinos, y quizás casi todos los movimientos de liberación han tenido finalmente que enfrentar. Se trata de una elección, como ha señalado el científico político Tamim Barghouti, entre reconocimiento y legitimidad. [2]

La alocución de Meshal de casi una hora de duración, "dirigida al pueblo palestino y al mundo" se anunció como respuesta a los discursos del Presidente de EEUU Barack Obama en El Cairo y del Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu a principios de junio.

En su discurso de El Cairo, Obama instó a estadounidenses y musulmanes a participar en un "esfuerzo sostenido para escucharse el uno al otro, de aprender unos de otros; respetarse mutuamente, y buscar un terreno común." Si se lo toma en serio, él - y otros - deben prestar mucha atención a lo que Hamas está diciendo a las audiencias nacional, regional e internacional. Los objetivos de Meshal - muy en tensión - fueron mostrar que su movimiento está dispuesto a negociar con EEUU, estableciendo líneas rojas políticas, a tranquilizar a los partidarios del movimiento y los palestinos en general y a hacer frente a las divisiones internas palestinas.

Para empezar, el discurso trató de presentar a Hamas como un movimiento nacionalista cuyo islamismo encaja dentro del consenso general palestino. Meshal utilizó un mensaje explícitamente ecuménico para contrarrestar las reclamaciones exclusivistas judías de Netanyahu a la tierra de Palestina. Según Meshal, las raíces palestinas se remontan a miles de años "en esta bendita tierra de profetas y mensajes, de la ascensión nocturna [de Mahoma], de los lugares santos musulmanes y cristianos -- mezquita de al-Aqsa, Mezquita de la Roca, Iglesia de la Natividad e Iglesia del Santo Sepulcro."

De modo más general, trató de retratar a los musulmanes como los representantes de aquellos valores que los occidentales dicen apreciar más y trató de disociar a Hamas de espeluznantes y falsas comparaciones con grupos como los talibanes. "Nosotros [los musulmanes] somos los que presentamos al mundo y humanidad la ciencia, la civilización, la cultura y los nobles valores humanitarios", declaró Meshal, "valores como justicia, libertad, igualdad, compasión y tolerancia y los valores de la interacción entre civilizaciones y no el enfrentamiento entre ellas."

Meshal dio la bienvenida al "cambio de tono" del presidente Obama pero insistió en repetidas ocasiones en que lo que realmente importaba era un cambio de política. No obstante, señaló que el nuevo tono era fruto de la "obstinada determinación de los pueblos de la región, que resistían en Palestina, Líbano, Irak y Afganistán." Esa resistencia, según Meshal, frustró los planes de dominación regional de la administración del anterior presidente estadounidense George W. Bush, incitando a los votantes estadounidenses a buscar un camino diferente para sacar a su país de las crecientes crisis y cenagales.

Reprendió a los dirigentes regionales que habían "vendido y promocionado" las políticas de Bush. "Si los pueblos de la región les hubieran escuchado", dijo Meshal, "la política de Bush y los neoconservadores podría haber tenido éxito y la situación de la región sería peor de lo que pueda imaginarse". Meshal expresó el escepticismo generalizado y tal vez la esperanza de que las promesas de Obama significaran más que las similares palabras sobre Palestina que oyeron de la administración de Bush.

Respondiendo al recital de Obama de historia, Meshal no pretendió negar el Holocausto nazi, sino apropiarse de él. Censuró a Obama por explayarse con detalle sobre el "sufrimiento de los Judíos y su holocausto en Europa, mientras ignora nuestros sufrimientos actuales y el holocausto que Israel perpetra contra nuestro pueblo palestino, que ha estado sucediendo durante décadas."

Meshal insistió en que aunque los palestinos sólo han escuchado palabras, estaban dispuestos a juzgar a EEUU por sus hechos, que tendrían que "comenzar con la reconstrucción de Gaza y el levantamiento del bloqueo, la eliminación de la opresión y la presión de la seguridad en Cisjordania, y permitir que la reconciliación Palestina siga su curso sin interferencias ni presiones externas."

La "única cosa" que puede convencer a los palestinos, árabes y musulmanes, afirmó Meshal, "es una verdadera voluntad estadounidense e internacional y esfuerzos para poner fin a la ocupación y quitar la opresión de nuestro pueblo, que le permita ejercer su derecho a la autodeterminación y al cumplimiento de sus derechos nacionales." Cuando la administración de Obama haga una iniciativa de este tipo, dijo Meshal, "entonces nosotros y todas las fuerzas de nuestro pueblo estaremos dispuestos a cooperar con él y con cualquier esfuerzo internacional en ese sentido."

El "nuevo lenguaje de Obama hacia Hamas", subrayó Meshal, "es el primer paso en la dirección correcta hacia un diálogo directo sin condiciones." Y ese es el quid de la cuestión. Tratar con Hamas, dijo Meshal, debe hacerse sobre la base del reconocimiento de su mandato democrático y no a través de la imposición arbitraria de condiciones, como las del Cuarteto, que piden al Movimiento que reconozca a Israel, abandone la violencia y se comprometan con los acuerdos previamente firmados.

Meshal reafirmó las líneas rojas políticas de Hamas, manteniendo al mismo tiempo un sentido de flexibilidad. En particular, Meshal:

  • Rechazó el Estado palestino previsto por el dirigente israelí como una "entidad deformada, una gran prisión para la detención y el sufrimiento, y no el hogar nacional que merece un gran pueblo."

  • Rechazó la exigencia de Israel de ser reconocido como un "estado judío" - y lanzó una advertencia sobre cualquier aquiescencia árabe o Palestina - "porque significa cancelar el derecho de retorno a sus hogares de seis millones de refugiados, y la expulsión forzosa de nuestro pueblo en las áreas 1948 [los palestinos ciudadanos de Israel] de sus ciudades y aldeas." La exigencia de Israel, según Meshal, no es diferente de las demandas racistas formuladas por la fascista Italia y los Nazis.

  • Reafirmó la aceptación previa de Hamas "del programa que representa las exigencias mínimas de nuestro pueblo", para "el establecimiento de un Estado palestino cuya capital es Jerusalén, con total soberanía en las fronteras del 4 de junio de 1967, después de la retirada de las fuerzas de ocupación, y del desmantelamiento de todos los asentamientos, y la realización del Derecho de Retorno."

  • Reafirmó que "el Derecho de Retorno de los refugiados a los hogares de los que fueron expulsados en 1948, es un derecho nacional y un derecho individual que a título personal tienen" los refugiados "y ningún líder o negociador puede hacer renuncia del mismo o hacer compromisos sobre él."

Meshal también ofreció una matizada respuesta a la llamada de Obama a los palestinos para que abandonen el "callejón sin salida" de la violencia en favor de la resistencia no violenta. "Reafirmamos nuestra adhesión a la resistencia como opción estratégica para liberar la patria y recuperar nuestros derechos", dijo Meshal, citando la resistencia armada europea a la Alemania Nazi, la resistencia norteamericana frente al gobierno británico y las luchas anticoloniales del Estado Vietnamita y del Sudafricano como precedentes para los palestinos.

"La resistencia no violenta es apropiada en la lucha por los derechos civiles", sostuvo Meshal, "Pero cuando se trata de una ocupación militar que utiliza armas convencionales y no convencionales, tal ocupación sólo puede ser confrontada con resistencia armada." Los palestinos se vieron obligados a tomar las armas, dijo Meshal. También podría haber implicado que si los palestinos cambiasen la definición de su lucha como la de la consecución de los derechos civiles, entonces el medio más adecuado de resistencia también cambiaría.

"La resistencia es un medio y no un fin", dijo Meshal, "y no es ciega. De hecho, percibe la evolución de la situación". Sin embargo, aunque defendiendo firmemente el derecho a la resistencia armada - e incluso amenazando con nuevas operaciones para capturar a soldados israelíes si era la única manera de liberar a los prisioneros palestinos - Meshal también reconoció otras formas de lucha. Hizo un llamamiento para la intensificación de los esfuerzos de solidaridad internacional y árabe hacia los palestinos, incluidos los esfuerzos en curso para romper el asedio a Gaza, resistir contra el muro del apartheid y los asentamientos, impedir las demoliciones de casas y la "judaización" de Jerusalén.

Para los líderes de Hamas, los peligros de someterse a las condiciones previas occidentales se pueden ver con simplemente examinar la trayectoria de los dirigentes de la Organización para la Liberación de Palestina que reconoció a Israel en 1993, renunció a la lucha armada, y firmó los acuerdos de Oslo. Desde entonces, sostuvo Meshal, la ocupación y su opresión se han profundizado y asimismo creció el número de asentamientos israelíes y de presos palestinos.

Como dijo Meshal, "Estas condiciones no se acaban; tan pronto como el negociador palestino se compromete con una, se imponen más condiciones. Por ejemplo, la primera condición era reconocer a Israel, ahora es reconocer la judeicidad de Israel. Luego, que Jerusalén es su capital eterna, renunciar al derecho de retorno, aceptar que los bloques de asentamientos se mantendrán. Entonces [los palestinos] no sólo deben abandonar la resistencia, sino además trabajar para oprimir, perseguir y desarmar a la resistencia."

Este último punto fue una referencia a la campaña de detenciones en Cisjordania y lo que Meshal llamó otras "medidas opresivas llevadas a cabo por la Autoridad [Palestina] y el gobierno de Salam Fayyad y sus fuerzas de seguridad bajo la supervisión del general americano [Keith] Dayton." Meshal presentó esta cooperación en curso entre las fuerzas de seguridad de Ramallah, Israel y los EEUU como el mayor obstáculo para las conversaciones de reconciliación palestina en El Cairo destinadas a restablecer un liderazgo nacional unificado.

Después de que Hamas ganó las elecciones legislativas de 2006, la administración Bush inició un programa supervisado por Dayton, para armar y entrenar milicias anti-Hamas nominalmente leales al Presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas. La campaña se ha visto acompañada por lo que Hamas y algunos grupos de derechos humanos han descrito como represión sistemática de políticos, profesores, organizaciones benéficas y periodistas sospechosos de tener simpatía o vínculos con Hamas. Hamas a menudo ha tomado represalias deteniendo a personas vinculadas con Fatah en la Franja de Gaza. En las últimas semanas, las milicias supervisadas por Dayton han matado ostensiblemente a varios miembros de Hamas en Cisjordania, mientras trataban de detenerlos. Meshal de modo inteligente llamó la atención sobre el papel exterior en fomentar las divisiones palestinas - y cuan poco ha cambiado de hecho la situación desde la administración Bush - haciendo "un llamamiento a Obama para que retire a Dayton de Cisjordania y lo devuelva a Estados Unidos, en consonancia con el nuevo espíritu de cambio."

A lo largo del discurso, Meshal trató de tranquilizar a los palestinos respecto a que Hamas no abandonará sus principios básicos por la búsqueda de reconocimiento y poder. "La tierra es más importante que la autoridad, y la liberación está antes que el Estado", dijo en un punto, y "ningún liderazgo palestino tiene derecho a renunciar a los derechos nacionales y a los intereses palestinos como precio por el reconocimiento."

Algunos palestinos temen que, a pesar de esas reafirmaciones, Hamas ya haya iniciado la ruta de la que el propio Meshal advirtió y ponga en riesgo derrochar los sacrificios hechos por los palestinos, especialmente en Gaza. Haidar Eid, un analista independiente de Gaza, escribió antes del discurso de Meshal, que algunas de las primeras respuestas entusiastas de Hamas al discurso de Obama en El Cairo, así como la aceptación de la solución de dos estados, indicaban "el comienzo de un proceso de deterioro - incluso de Osloización - no sólo en la retórica, sino también en la acción." Este escritor ha escuchado similares temores expresados por palestinos de Cisjordania y recientemente en Amman. Dado que muchos palestinos consideran que una generación anterior de dirigentes de la resistencia ha dado la espalda a los derechos e intereses más fundamentales de su pueblo - al tiempo que afirman defenderlos - tales temores distan de ser irracionales o poco frecuentes.

Otro análisis del cambio de Hamas que actualmente está circulando afirma que Hamas ha aceptado la posición palestina de "consenso" de una solución de dos Estados en cada centímetro de los territorios ocupados de 1967 con la eliminación de todos los asentamientos y con el Derecho de Retorno. Pero sabe que ningún potencial acuerdo de paz que provenga de la iniciativa de Obama llegará a alcanzar incluso estas condiciones mínimas, y que si Abbas y el ex primer ministro israelí Ehud Olmert no pudieron llegar siquiera a los contornos de un acuerdo después de dos años de negociaciones, las posibilidades de que se produzca algún acuerdo con el gobierno de Netanyahu-Lieberman son aún mucho menores. En este escenario, Hamas no necesita interponerse en el camino de la solución de dos Estados, ya que fracasará de todos modos. Pero al decir que aceptaría ese resultado minimalista, evitaría ser culpada del fracaso y se vería vindicada su adhesión a la resistencia.

Lo que sí sabemos es que los líderes de Hamas, y los palestinos en general, han sido sometidos a intensas presiones, ocupación, bloqueos, hambre por asedios y recurrentes crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad perpetrados por Israel, pero la gran mayoría hasta la fecha no se ha sometido a las condiciones israelíes. No obstante, aunque destaca el papel de la resistencia y la lucha para alcanzar la liberación, Hamas no ha ofrecido una visión clara de lo que resulta la liberación más que la poco convincente y cada vez menos realista visión de dos Estados (dejando de lado su antigua y anticuada, aunque muy citada, carta fundacional, que no ofrece ninguna guía sobre el modo de pensar actual del movimiento.)

El discurso de Meshal confirma el giro de Hamas a largo plazo pasando de la retórica islamista hacia el preponderante discurso nacionalista palestino. Indica que Hamas es muy sensible a la opinión pública Palestina e internacional y es consciente de que los palestinos necesitan construir una solidaridad internacional real como parte de una estrategia para contrarrestar el flagrante desequilibrio de poder con Israel. Pero no está dispuesta a buscar reconocimiento a cualquier precio. Todo esto tiene implicaciones para la circulación del mensaje del Movimiento y los métodos.

Esto deja el campo abierto a un debate de urgencia entre los palestinos acerca de lo que ha de ser la visión del futuro y que papel habrá de desempeñar la resistencia en todas sus formas legítimas. Ningún grupo de líderes, ya sea de Hamas o de cualquier otra organización, puede o debe llevar la carga de la restauración de los derechos de los palestinos por sí solo. Hamas, al igual que otras organizaciones palestinas, sólo puede ser un guardián de los derechos fundamentales en la medida en que se inserta en un movimiento más amplio movilizado en Palestina y en todo el mundo para defender esos derechos.

Y si los potenciales interlocutores de Hamas están sinceramente buscando la manera de reconocer el mandato democrático del movimiento sin tratar de forzarlo a renunciar a su legitimidad, hay precedentes. El Congreso Nacional Africano de Sudáfrica y el Ejército Republicano Irlandés fueron capaces de tomar parte en las negociaciones políticas exitosas que sacaron a sus respectivos países de estancamientos políticos y militares desastrosos, sin tener que fueran sometidos a condiciones inaceptables. Eso conllevó una talla de liderazgo, visión y coraje político por parte de otros, que ha estado notablemente ausente en las relaciones internacionales con Hamas.

Notas

[1] El discurso es en árabe. Todos los pasajes citados en este artículo son traducciones del autor. La transcripción y la grabación del discurso fueron facilitados por el Centro de Información palestino, un sitio web afiliado a Hamas. Véase: http://bit.ly/mK7kS.

[2] En una ponencia presentada en el Simposio Anual del Center for Contemporary Arab Studies at the School of Foreign, Universidad de Georgetown sobre el tema: "Palestina y los palestinos de hoy," 2-3 abril 2009, Washington, DC.

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Co-fundador de The Electronic Intifada, Ali Abunimah es autor de One Country: A Bold Proposal to End the Israeli-Palestinian Impasse. Abunimah es también co-fundador de The Electronic Intifada. Este análisis fue publicado originalmente por el Palestine Center.