Artículo de Mahmud Darwix sobre la Nakba, publicado el 8 de mayo de 2001 en el diario al-Hayat. Por desgracia, es igual de válido hoy, sexagésimo primer aniversario de la Nakba.
Hoy es el gran día del recuerdo. Pero nosotros no miramos hacia atrás para desenterrar la evidencia de un crimen pasado, porque la Nakba es un presente continuo que augura extenderse hacia el futuro. Nosotros no necesitamos nada para recordar la tragedia humana que estamos viviendo desde hace ya 53 años: seguimos viviéndola, aquí y ahora. Seguimos sufriendo sus consecuencias, aquí y ahora, en la tierra de nuestra patria, la única que tenemos.
No olvidaremos lo que se nos ha hecho en esta tierra doliente, y lo que se nos sigue haciendo. Y no porque la memoria, individual o colectiva, sea fértil y esté siempre dispuesta a recordarnos nuestra triste existencia, sino porque la heroica y trágica historia de nuestra tierra y su gente sigue tiñéndose de sangre con el conflicto permanente entre lo que ellos quieren que seamos y lo que nosotros queremos ser.
Los responsables israelíes de la Nakba, al anunciar en un día de conmemoración como hoy que la Guerra de 1948 no ha terminado todavía, desenmascaran escandalosamente el espejismo de su paz, un espejismo surgido en la década pasada, que hacía creer en la posibilidad de poner fin al conflicto, un fin que se basaría en compartir la misma tierra. Desenmascaran también, y escandalosamente, la incompatibilidad del proyecto sionista —en cuanto que su meta, exterminar al pueblo palestino, permanece en el orden del día de su agenda— con la paz.
Esta guerra se hace para que los palestinos sigamos sometidos al desarraigo continuo, para que sigamos siendo refugiados en nuestra propia tierra y fuera de ella, para que se siga pretendiendo, tras la ocupación de nuestra tierra y nuestra historia, barrer nuestra mera existencia, hacer de nuestra existencia como entidad inequívoca en el espacio y el tiempo sombras superfluas desterradas del espacio y el tiempo. Pero los responsables de la Nakba no han conseguido romper la voluntad del pueblo palestino ni borrar su identidad nacional, no, no con el desalojo, ni las masacres, ni volviendo desengaño las ilusiones o falsificando la historia. Tras cinco décadas, no han conseguido ni forzarnos al no ser o al olvido ni borrar la realidad palestina de la conciencia del mundo mediante su falsa mitología, fabricándose una inmunidad moral que confiere a la víctima del pasado el derecho a crear sus propias víctimas. No hay nada como un verdugo sagrado.
sigue...
Viñeta de la artista palestina Omayya Juha
viernes, 15 de mayo de 2009
No se empieza por el final. En el aniversario de la Nakba
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