La demarcación de 1967 significa muy poco mientras Israel continue ocupando tierras Palestinas. (Keren Manor / ActiveStills)
Hasan Abu Nimah
The Electronic Intifada
Cuando Estados Unidos abandonó su demanda de que Israel congelara la construcción de asentamientos como preludio para reiniciar las estancadas negociaciones palestino-israelíes, el gobierno Obama urgió a ambas partes a entrar directamente en las discusiones sobre un futuro Estado palestino "basado en las fronteras de 1967".
Se esperaba que el hecho de establecer en primer lugar las fronteras "resolvería" automáticamente la cuestión de los asentamientos y en esto es en lo que se centran ahora las "conversaciones indirectas" que el enviado especial de Estados Unidos para el proceso de paz en Oriente Medio George Mitchell está tratando de establecer.
Por supuesto, no se eliminarían los asentamientos, construidos en tierra Cisjordana ocupada en flagrante violación del derecho internacional. En vez de ello, simplemente se volvería a trazar la frontera para anexionar la vasta mayoría de los colonos y sus casas a Israel, como si por arte de magia todo el problema de los asentamientos simplemente desapareciera de esta manera.
Esta farsa sería encubierta con el llamado "intercambio de tierra" del que el dirigente de Fatah Mahmoud Abbas y su Autoridad Palestina suelen hablar como un medio de ablandar al pueblo palestino para una capitulación mayor ante los dictados israelíes.
Todo esto se basa en la idea común aunque falsa de que la línea de demarcación del 4 de junio de 1967 que separa Israel de Cisjordania (entonces administrada como parte del reino hashemita de Jordania) es la frontera legítima de Israel y por consiguiente, debería ser la línea a lo largo de la cual se resuelva el conflicto.
Esta asunción es errónea, las fronteras de 1967 no tienen legitimidad y no se deberían dar por sentadas.
La resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947 requería la partición de Palestina en dos entidades: un Estado para la minoría judía sobre el 57% de la tierra y un Estado para la inmensa mayoría de población árabe en menos de la mitad de la tierra. Según la partición de 1947, seguiría habiendo un 40% de población árabe en el Estado judío y Jerusalén seguiría siendo una zona internacional aparte.
Más que "resolver" la cuestión de Palestina, la partición la empeoró: los palestinos rechazaron una partición que ellos consideraban fundamentalmente injusta en principio y en la práctica, y el movimiento sionista la aceptó a regañadientes pero como un primer paso en un programa en curso de expansión y colonización.
La Resolución 181 exigía a ambos Estados que garantizaran estrictamente derechos iguales para todos los ciudadanos, tener una unión aduanera y de moneda, ferrocarriles conjuntos y otros aspectos de soberanía compartida, así como establecer un mecanismo específico para que nacieran los Estados.
La Resolución nunca se implementó. Inmediatamente después de que se aprobara las milicias sionistas empezaron su campaña para conquistar territorio más allá del que les había sido asignado por el plan de partición. Las mucho peor armadas milicias palestinas resistieron lo mejor que pudieron, hasta la tardía intervención de los ejércitos árabes unos seis meses después de que empezara la guerra. Entonces ya era demasiado tarde, ya que cientos de miles de palestinos ya habían sido limpiados étnicamente y expulsados de sus casas. Contrariamente al mito, Israel no fue creado por las Naciones Unidas, sino por la guerra y la conquista.
El Acuerdo del Armisticio de Rodas en 1949 que acabó con la primera guerra árabe-israelí dejó a Israel el control del 78% de la Palestina histórica y estableció un alto el fuego con sus vecinos Egipto, Jordania, Siria y Líbano. Hasta el segundo asalto (en junio de 1967) los árabes habían estado pidiendo la abolición de la "ilegal entidad sionista" colocada como una daga en el corazón de la nación árabe por las potencias coloniales. También esperaban que las Naciones Unidas implementaran sus muchas resoluciones reparando las flagrantes injusticias infligidas hasta entonces. Las Naciones Unidas nunca trataron de hacer respetar la ley o de hacer grandes esfuerzos para resolver el conflicto, que continuó intensificándose.
El ataque blitzkrieg por sorpresa de Israel en junio de 1967 contra Egipto, Siria y Jordania llevó a la devastadora derrota árabe y a que Israel triplicara la zona que controlaba. Las partes de Palestina todavía controladas por los árabes (Cisjordania, incluyendo Jerusalén Oriental, y Gaza) así como los Altos de Golán sirios y el Sinaí egipcio cayeron en manos israelíes.
Derrotados, desmoralizados y humillados, los Estados árabes implicados en el "revés", como lo llamó el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, aceptaron el doloso compromiso detallado por la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de noviembre de 1967.
La Resolución estipulaba que la frontera del 4 de junio de 1967 debería ser reconocida como frontera de Israel siempre que éste evacuara las tierras árabes que había ocupado el año anterior. En otras palabras, si los árabes querían recuperar sus tierras perdidas en esa guerra tenía que acabar el "estado de beligerancia" con Israel (un pequeño paso que no llegaba a ser un reconocimiento) y aceptar la propia existencia de Israel dentro de sus fronteras anteriores a junio de 1967. Finalmente esto se convirtió en la llamada fórmula "tierra por paz".
En vez de retirarse de la tierra a cambio de reconocimiento y paz, Israel procedió a colonizar todos los territorios recién conquistados; 43 años después sigue haciendo lo mismo en Cisjordania y los Altos de Golán. Mientras tanto, se ha vuelto indiscutible que Israel tiene "derecho" a todo al oeste de las fronteras de 1967. La única pregunta es cuánta más tierra conseguirá mantener al este.
Asombrosamente, los dirigentes palestinos, los Estados árabes y la llamada comunidad internacional se han sometido todos ellos a la asimétrica idea de que Israel debería tener este derecho incondicionalmente sin evacuar las tierras árabes ocupadas ilegalmente. La legitimidad de las fronteras de 1967 estaba estrechamente unida a la retirada israelí y debería permanecer así.
Una contradicción inherente a la Resolución 242 es que mientras que afirmaba que "la adquisición del territorio por medio de la guerra era inadmisible", legitimaba de hecho las conquistas por parte de Israel en 1948, incluyendo el 21% de Palestina que se suponía pertenecía al Estado árabe según el plan de partición.
En otras palabras, las Naciones Unidas concedían a Israel legitimidad por sus anteriores conquistas si abandonaba las últimas. Esto ha establecido el desastroso precedente de que una invasión puede llevar a hechos irreversibles. Animado por esto, Israel empezó su proyecto de asentamientos con la intención expresa de "crear hechos" que harían imposible la retirada y obligarían al reconocimiento internacional del derecho de Israel a la tierra.
Esto funcionó: en abril de 2004 Estados Unidos ofreció a Israel una garantía por escrito de que cualquier acuerdo de paz tendría que reconocer y aceptar los asentamientos como parte de Israel. Como hace siempre, el resto de la "comunidad internacional" siguió dócilmente la línea estadounidense.
La sumisión palestina a la exigencia común de que los enormes bloques de asentamientos se anexionen a Israel a cambio de una ficticia franja de tierra es una confirmación más de la creencia israelí de que hechos creados son hechos aceptados.
La línea de 1967 podría tener alguna legitimidad si, y sólo si, Israel cumple todos los aspectos de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad y de otras. Hasta entonces, si Israel dice a los árabes que los asentamientos cisjordanos de Ariel y Maale Adumim son parte de Israel, entonces la postura árabe puede ser que Haifa, Jaffa y Acre siguen siendo parte de Palestina.
Hasan Abu Nimah es el ex representante permanente de Jordania ante las Naciones Unidas. Este artículo se publicó originalmente en The Jordan Times y se reproduce [en The Electronic Intifada] con permiso del autor.
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
miércoles, 3 de marzo de 2010
La falsa sacralidad de las fronteras de 1967
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