sábado, 18 de julio de 2009

La burka de Sarkozy

Nazanín Amirian*
Para el diario Público

Supongamos que la propuesta del presidente galo de prohibir la burka en las calles francesas no es para atizar el fuego de la farsa de choque de civilizaciones, ni estigmatizar a los musulmanes, ni renovar la simpatía de la ultraderecha hacia sus políticas o haciendo un guiño a la iglesia, ni que tampoco pretende pasarse a la historia como el salvador de las mujeres oprimidas, ni mucho menos dividir los ciudadanos por su indumentaria y así tapar la brecha que se ahonda entre los ricos y los pobres

¿Si los inmigrantes tuvieran el derecho a voto, hubiera lanzado esta iniciativa?. Aunque creamos que Sarkozy realmente está preocupado por la “dignidad y libertad” de las portadoras de la burka, su enfoque tiene los rasgos clásicos de la mirada de derechas: eliminar la manifestación de un problema en vez de solucionarlo, e imponer un proyecto desde arriba, sin un estudio y debate previos. Burka -deformación fonética de purda “cortina” en la lengua dari-, que cubría a las pashtunes, fue impuesta a todas las afganas cuando los Taliban, de la misma etnia, tomaron el poder. Esta “prisión móvil”, invento de mentes perversas que convierte a la mujer en un bulto sin identidad, y le provoca graves enfermedades físicas y traumas psicológicos, es una de las manifestaciones más agresivas de la violencia contra la mujer. Su prohibición, liberará a algunas, mientras a otras les condenará a permanecer en casa y perder el contacto con el mundo de los vivos.

Sarkozi que no reconoce el fracaso de sus políticas de integración, oculta la contribución de su país en instalar una teocracia en Afganistán ocupado, cuyas leyes –que incluyen la Talión y la Lapidación- consideran a la mujer un ser de segunda categoría. Allí no le interesa separar la religión del Estado, y aquí castiga a las víctimas por su propia tragedia. Arrancando la burka, no se eliminan los mecanismos sofisticados y complejos, del dominio del sistema patriarcal sobre la mujer.

Tampoco ayuda la multiculturalidad mal entendida que justifica el telaraña de intereses de unos sobre otros, y en nombre de la libertad religiosa deja sola a la mujer en la lucha por su liberación. Un debate abierto y sin miedos sobre los derechos de la mujer musulmana, el desarrollo de políticas que contribuyan en su independencia económica, paralelo a una educación en igualdad, harán que ningún hombre se sienta feliz al lado de una mujer anulada.

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*De origen iraní reside en España desde hace años. Licenciada en ciencias políticas y filosofía. Es profesora-tutora de políticas en la UNED.

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