MONICA G. PRIETO desde Beirut
15 de julio de 2009.- Informaba el diario Haaretz en su edición online sobre un incidente diplomático que apenas ha trascendido, como suele ocurrir con los episodios que enfrentan a cualquier individuo, entidad o país con el Estado judío. Quince diplomáticos franceses, así como otros trabajadores del Consulado galo en Jerusalén Este, fueron bloqueados por los mandos israelíes en el cruce de Erez, que da paso a Gaza, cuando trataban de acceder a la devastada franja para participar en un acto con motivo de la fiesta nacional gala.
"No serán autorizados a celebrar una fiesta que conmemora la libertad y los Derechos Humanos para el pueblo de Gaza mientras Guilad Shalit permanezca en cautividad", explicó una fuente al rotativo. "Israel se opone a los planes de Francia de celebrar el Día de la Bastilla en Gaza particularmente por el hecho de que Shalit, secuestrado por militantes de Hamas en una operación en el cruce fronterizo en 2006, tiene doble ciudadanía franco-israelí", proseguía el rotativo.
Al margen de que no sólo fueran militantes de Hamas los que participaran en aquella operación y de que los castigos colectivos están prohibidos por las convenciones internacionales -aunque eso no suela disuadir a Israel ni a la comunidad internacional, al menos en el caso de Gaza- aquí hay un manido argumento que simboliza a la perfección la política de doble rasero que se aplica hacia los países musulmanes. Los 'nuestros' son secuestrados, los suyos son 'capturados' o 'arrestados'. Los iraquíes, palestinos o afganos que mueren bajo 'nuestras bombas' son 'terroristas', 'extremistas', 'presuntos insurgentes', 'presuntos talibán' o incluso 'miembros de Al Qaeda'. He conocido miembros de los tres grupos y no suelen llevar un cartel que los identifique, por lo que es probable que se trate de una invención destinada a lavar conciencias occidentales y desvincularnos de nuestros propios horrores.
Cuando dos países están en guerra, los soldados son capturados. Shalit fue capturado en una operación militar, como son capturados centenares de milicianos palestinos de todas las facciones armadas sin que a nadie se les ocurra tildarles de 'secuestrados'. Sin embargo, los diplomáticos y civiles capturados en un conflicto sí podrían considerarse secuestrados, de ahí que resulte fascinante el escaso interés internacional por la detención de la práctica totalidad de los legisladores de Hamas, que deberían ocupar la mayoría de los escaños de un Parlamento palestino sin quórum desde las elecciones de 2006 precisamente porque sus miembros, pese a la inmunidad diplomática, están en prisión. Para Jimmy Carter, por ejemplo, eso es un escándalo. Para el resto, no.
No es algo nuevo y Gaza no es el único ejemplo. Durante la invasión angloamericana de Irak, los (escasos) soldados 'aliados' capturados por el régimen de Sadam fueron ascendidos a la categoría de 'secuestrados'. La expresión prisionero de guerra -su verdadera condición, según las leyes que regulan los conflictos- no fue mencionada. Los mercenarios o soldados que han sido capturados por la guerrilla iraquí han sido 'secuestrados'. En cambio, las decenas de miles de civiles arbitrariamente detenidos tras la invasión son 'presos' pese a que no pesan cargos contra ellos ni tienen garantías civiles. No nos atrevemos a aplicar nuestro propio rasero en el caso del 'enemigo'.
Los otros 'secuestrados'
El diario Daily Star cuenta hoy que Irán, el Líbano y Naciones Unidas 'aunarán esfuerzos' para esclarecer la suerte de cuatro diplomáticos y civiles iraníes que presuntamente llevan en manos de Israel 27 años. Se trata del entonces Encargado de Negocios iraní en Beirut Mohsen Mousavi, el agregado militar de la Embajada iraní Ahmad Motevasellian, el diplomático Taqi Rastegar Moqaddam y el periodista iraní Kazem Akhavan, de la Agencia de Noticias de la República Islámica. En 1982, en plena invasión israelí, viajaban por el sur del Líbano cuando fueron 'presuntamente capturados' por las Fuerzas Libanesas -fuerza cristiana de extrema derecha aliada con Tel Aviv-, entregados al Estado judío y transferidos a prisión. Nunca se volvió a saber de ellos.
Su historia es tan desconocida para el gran público como la de otros iraníes recientemente liberados tras más de dos años de secuestro, esta vez a manos estadounidenses. Se trata de cinco diplomáticos 'detenidos', según las informaciones de la prensa occidental, en enero de 2007 en la ciudad de Erbil por las fuerzas estadounidenses. Fueron acusados de pertenecer a las Fuerzas Al Quds iraníes y de estar armando y entrenando a militantes iraquíes -es decir, lo mismo que ha hecho Washington en Irak desde que invadió el país- e ingresados en prisión. El pacto de seguridad firmado entre Irak y Estados Unidos obliga a las tropas norteamericanas a entregar todos los presos a sus homólogos iraquíes, aunque en este caso Washington se opuso inicialmente a entregar a los iraníes por considerarlos una amenaza. En cuanto han sido transferidos, han sido puestos en libertad por Bagdad.
Esa noticia tampoco ha salido en los medios, a diferencia de la detención de los funcionarios británicos retenidos por espionaje en Teherán tras el amago de revolución social que se produjo hace unas semanas, ampliamente cubierta por la prensa occidental. Eso recuerda la captura, a manos de Irán, de 15 marines británicos que patrullaban en el canal de Shatt al Arab -que delimita Irán de Irak- y que, según admitió el capitán de su embarcación, se dedicaba entre otros menesteres a "recopilar información sobre las actividades iraníes en el Golfo". O lo que es lo mismo, labores de espionaje. Pero, como suele ocurrir, Irán fue retratado como el estado enemigo que ponía en peligro vidas occidentales.
Doble rasero
El doble rasero que se ha impuesto en la prensa internacional hace que los medios adopten un bando en conflicto, y eso implica que los periodistas sobre el terreno ya no sean vistos como agentes neutrales en busca de la verdad, sino como agentes destinados a fabricar la verdad que más conviene a su bando. No es nuevo, pero en el caso de Oriente Próximo es una práctica cada vez más habitual que cada vez separa más a los occidentales del mundo musulmán. La muerte de un israelí, europeo o norteamericano recibe infinitamente más cobertura que cien muertes de musulmanes. Eso me lleva a recordar los sucesos de 1988, cuando un atentado acabó con 270 vidas tras producirse una explosión en un avión de la PanAm que sobrevolaba la ciudad de Lockerbie atribuida a Irán. Pocos se acuerdan de que, cinco meses antes, un avión de pasajeros de Irán Air fue abatido por un buque estadounidense matando en el acto a sus 290 ocupantes. Washington habló de 'trágico error' y ni siquiera presentó condolencias a Teherán, dado que el régimen de Jomeini ya era su enemigo declarado: por aquel entonces, apoyaba a Sadam con armas en su sangrienta guerra contra Irán para frenar la 'amenaza jomeinista', considerada un peligro para Occidente.
Con todo esto no pretendo justificar los crímenes de ninguna de las partes -ya sean iraníes, iraquíes, cometidos por los talibán o por las facciones palestinas, dado que están tan probados, como ocurre con los israelíes, los británicos y los estadounidenses- ni distinguir entre buenos ni malos, dado que todos los bandos suelen ser malos en los conflictos, ya sean armados, diplomáticos o políticos. El propósito es reflexionar sobre las medias verdades, sobre la negativa evolución que padece la prensa y sobre en qué se está convirtiendo el periodismo que, desde luego, ya no es el instrumento de información que debía a sus lectores la verdad.
El maestro británico Robert Fisk lo explica mejor que nadie en su libro 'La Gran Guerra por la Civilización', cuando relata su dimisión de The Times después de que el periódico manipulara su investigación sobre el Vincennes, el buque que disparó dos misiles contra el avión civil iraní, y afirmase en un editorial que el vuelo comercial podría haber estado conducido por 'un suicida'. "Si no podemos contar la verdad sobre cómo fue abatido un avión civil -porque eso perjudicará a 'nuestro' bando en guerra, o porque retratará a uno de los países que 'odiamos' en el papel de 'víctima', estamos contribuyendo a esos mismos prejuicios que provocan guerras en primera instancia [...] El periodismo puede ser letal".
viernes, 17 de julio de 2009
Sobre secuestrados y capturados
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