Azmi Bishara
Al Ahram Weekly
Ha quedado demostrado que no es probable que la guerra contra Gaza, según se llevó a cabo dentro del ámbito de las fronteras egipcias e israelíes con la Franja, llegue a desarrollarse como guerra declarada a escala total, desde el momento en que no existe en absoluto una manifestación tangible de un concepto de seguridad nacional árabe colectiva que pudiera considerar la agresión contra Gaza como una amenaza. La seguridad nacional árabe existe dentro de la ideología pan-árabe a nivel virtual, pero no sobre el terreno, que es donde debería darse. Quizá se dé en el futuro, y admitiré tal posibilidad para no desviarme en una discusión tangencial. Pero hoy en día no. Algunos de los nacionalistas árabes que aún quedan de la época de los regímenes nacionalistas árabes están siempre sermoneando al actual régimen egipcio de que va en interés suyo considerar a Israel como un enemigo (ignorando el hecho que Egipto está vinculado a Israel por un acuerdo de paz, cuando no por más cosas, y que el régimen tiene una idea más clara que ellos sobre quiénes son sus enemigos). Sus intentos de basar su caso en la seguridad árabe colectiva, aunque haya acuerdos prácticos concretos en tal sentido, son patéticos. Además de exhibir una deficiencia intelectual, reflejan incapacidad para mantenerse en la oposición. Si no, ¿por qué estarían ofreciendo consejo y guía al régimen para abrirle los ojos acerca de dónde están sus "verdaderos" intereses?
Israel está confiando en un muro de acero para acabar con los túneles e intensificar el bloqueo en la esperanza de socavar el régimen de Gaza y obligarle a aceptar las condiciones de Egipto a cambio de volver a abrir los grifos de los productos más básicos para la vida. O bien que el muro haga que Gaza estalle de motu propio para impedir que el asedio se convierta en una prolongada rutina imposible de soportar. Después de todo, someter a todo un pueblo a una campaña por hambre, como es el objetivo de las "instalaciones arquitectónicas", es una especie de acto de guerra. Si su estrategia fracasa, Israel puede intentar invadir de nuevo Gaza. Sin embargo, de momento, Israel quiere reanimar lo que falsa y fraudulentamente se denomina "proceso de paz". Se ha convertido en algo crucial para la economía israelí, tanto que, según el gobernador del Banco de Israel, el 3% del PIB israelí depende de la mera continuación del proceso. Está directamente correlacionado con el aumento en las tasas de inversión extranjera e interior en Israel. Sin embargo, el "proceso de paz" forma también el entorno más propicio para congregar a la comunidad internacional contra Irán, la resistencia y el "eje del extremismo" en general.
De forma simultánea, Israel continúa su asedio contra la resistencia palestina mediante asesinatos en Cisjordania y Gaza. Desde que la guerra contra Gaza terminó, Israel lleva asesinados más de 170 palestinos, entre ellos varios combatientes de la resistencia en Gaza, así como figuras clave de la resistencia en Cisjordania. El asesinato de Mahmoud al-Mabhouh en Dubai se llevó muy conscientemente a cabo con objeto de trasladar tres mensajes: que, por muchas décadas que pasen, Israel no olvida a ninguno de los integrantes de su lista negra; que la lucha contra el contrabando de armas hacia Gaza es una guerra en sí; y que Israel no se siente obligado a respetar la soberanía de Dubai. Esto último se ajusta al esquema de las presiones contra Dubai que, como importante mercado comercial y financiero para Irán, permite apretar la soga económica alrededor de Teherán. Israel violó una vez la soberanía de Jordania, con la que tiene relaciones estratégicas. Aunque el difunto rey Hussein hizo que Tel Aviv pagara el precio, eso no le enseñó a Israel a respetar la soberanía de otras naciones.
Sospecho que la insolencia con la que se asesinó a Al-Mabhouh fue algo muy consciente, más que la consecuencia de "fallos logísticos", lo que agranda la sorpresa de uno por el total silencio de los círculos oficiales árabes ante ese brutal y agresivo abuso de la soberanía de otro país árabe. Las declaraciones que Europa emitió fueron totalmente otro asunto. Los funcionarios políticos se vieron allí en una situación incómoda al tener que enfrentarse con las fotos y las identidades de los pasaportes que tan velozmente fueron descubiertos por la policía de Dubai, aunque apenas sea un secreto que las agencias de seguridad europeas simpatizan completamente con Israel en la "guerra contra el terror".
Bajo el actual estado de no guerra, Israel persistirá en su política de asesinatos y en el bloqueo contra Gaza con el objetivo de minar la resistencia palestina. El objetivo sería también apoyar a las autoridades de Ramala. Si así fuera, ese modelo no da señales de éxito. En realidad, las noticias de allí son deprimentes, por no decir algo peor. Las condiciones en Cisjordania son tan graves que es difícil comprender cómo puede seguirse adelante bajo la continuada ocupación combinada con el enfoque de Netanyahu de resolver las cosas mediante políticas económicas.
LIBANO Y SIRIA: Durante algún tiempo ha llegado a ser habitual considerar el deseo israelí de resucitar el poder de disuasión del ejército israelí como causa posible de la próxima guerra contra el Líbano. Quizá. Pero en sí mismo no es suficiente para justificar una guerra ante el mundo o ante la sociedad israelí. El gobierno israelí tendría que inventar otra razón para lanzar una guerra que pudiera justificarse después diciendo que se ha hecho para reanimar el poder de disuasión del ejército israelí. Sin embargo, la cuestión más importante es si Hizbolá no es sólo un adversario táctico sino también estratégico, como se demostró durante la última invasión israelí del Líbano, ¿esperará Israel hasta que ese adversario adquiera un arsenal aún más poderoso? La respuesta se halla, en parte, en la conducta de Hizbolá desde esa guerra y en cómo la analizan las autoridades militares y políticas en Israel. Si Hizbolá, como sugieren su conducta y su más reciente plataforma política desde la guerra, ha cambiado desde un programa para la liberación de Palestina a una ideología para la liberación de Palestina, que sólo implica la negativa a reconocer y hacer la paz con Israel, y si ha reducido sus opciones militares de los ataques con misiles hacia y a través de la frontera israelí a una estrategia de defender al Líbano sólo si es atacado, ¿por qué debería Israel atacar? Hizbolá se ha ajustado a la Resolución 1701 de las Naciones Unidas con respecto a la parte relativa al alto el fuego. Es decir, la guerra de julio de 2006 cumplió eficazmente con su objetivo de detener las operaciones de la resistencia libanesa (aunque a un coste desorbitado que demostró ser muy humillante para Israel) incluso aunque fracasara a la hora de eliminar a esa resistencia como entidad política armada. Ahora Hizbolá proclama que ya había parado las operaciones de la resistencia antes de la guerra, además de los intentos de iniciar un acuerdo de intercambio de prisioneros. En realidad hubo varias escaramuzas fronterizas, así como amenazas de la resistencia en la Shebaa, pero eso es otro asunto. Lo que importa aquí es que en sus interacciones otros partidos libaneses, Hizbolá ha dejado claro que está tratando de evitar dar excusas a Israel para ir a la guerra (aunque Israel no necesitó nunca de excusas para eso, digámoslo de paso). Entonces, de nuevo, ¿por qué iba Israel a atacar? Evidentemente, el frente libanés se parece cada vez más al frente sirio, lo que implica un estado de disuasión mutua. El margen de maniobrabilidad para la resistencia en Líbano es más estrecho, al igual que en el frente sirio-israelí: o hay guerra o no la hay; no hay un espacio intermedio para actividades de la resistencia.
Pero no parece ser que Israel tenga eso muy claro.
Todavía están titubeando entre aceptar el nuevo equilibrio disuasorio o negarse a permitir que la otra parte desarrolle más su poder disuasorio lanzando otra ofensiva. Israel cree que podría ganar otra ronda con Líbano o con Siria; sin embargo, al mismo tiempo sabe que la otra parte está aumentando constantemente el precio de la victoria. La cuestión entonces no es si Israel puede sostener el coste, sino ¿por qué tendría que hacerlo? Damasco anunció hace tiempo ya su decisión de optar por la estrategia de la paz (aunque recientemente ha declarado que no puede encontrar socios para la paz al otro lado). En el Líbano hay un consenso nacional, del que participa Hizbolá, en evitar una guerra con Israel y en convertir lo que era una eficaz aunque esporádica resistencia en parte de las fuerzas de defensa libanesas. Desde la perspectiva de Israel, este cambio requeriría que Israel cambiara su política hacia el Líbano y, concretamente, que reconsiderara la libertad que se ha dado a sí mismo para abusar de la soberanía del Líbano mediante ataques aéreos, incursiones y demás. El dilema israelí es que Hizbolá no reconoce a Israel, a quien considera enemigo y, al contrario de Siria, no tiene intención de entrar en negociaciones de paz con él. Aunque no lleve a cabo acciones por la liberación de Palestina ni operaciones de resistencia en la ocupada región de la Shebaa.
Es verdad que la reciente escalada retórica es importante, pero sólo en el contexto de la transición a una nueva fase. Hizbolá está intensificando su vehemencia retórica para camuflar su transición desde una activa resistencia contra la existencia de Israel –o contra la continuada ocupación del Líbano- a una estrategia reducida a la defensa del Líbano. Ese es precio que Hizbolá tuvo que pagar para que se aceptara que conservara sus armas. Sin embargo, sólo porque se trate de retórica no significa que no deba ser seriamente tenida en cuenta. Hizbolá es serio en su amenaza de responder ante cualquier ataque israelí. También sabe que su firme posición en este punto, subrayando la defensa, llega a un amplio segmento de la opinión pública libanesa. A Hizbolá le importa ahora mucho más que antes la opinión pública.
Recuerden que Hizbolá no está hablando ya de una guerra continua contra Israel intercalada de operaciones y treguas de la resistencia. Esta no es tanto una retirada de Hizbolá de Israel como un par de pasos en dirección a las otras fuerzas políticas del Líbano. Lo que hizo esto posible fueron las nuevas circunstancias internacionales moldeadas por la caída de los neoconservadores y las conversaciones de Washington con Siria, que animaron al resto de fuerzas políticas en el Líbano a aproximarse a Hizbolá. Las más importantes de esas fuerzas eran las que se le opusieron durante la guerra y que habían pedido, antes de la guerra, que se despojara a Hizbolá de sus armas.
En relación a Siria, cuando Ehud Barak pidió que se reasumieran las conversaciones de paz con Damasco, estaba advirtiendo a la derecha israelí de que el estancamiento en ese frente podría degenerar en guerra. La respuesta de Avigdor Lieberman iba dirigida a Barak pero fue lo suficientemente fuerte para que Siria la oyera. Declaró que no había horizontes para conversación alguna ni para ningún acuerdo fuera del marco de las condiciones israelíes. Añadió que si había alguien a quien no le gustara esta posición, no iba a amenazar a Israel con la guerra porque en tal guerra "la familia Al Asad perdería el poder". Así pues, ahí está la postura de Lieberman y de la ultraderecha israelí en dos palabras: un estado de no guerra donde ningún acuerdo sea posible, aunque nadie debiera atreverse a pensar que Israel no está preparado para la guerra. La grosería de Lieberman ofende a todos los países árabes, a pesar de que apoyen el proceso de paz, y Europa lo encuentra especialmente fastidioso. Esa es la razón de por qué es tan fácil odiar a Lieberman. Ni siquiera respeta a los árabes que apoyan un acuerdo con Israel.
En todo los acontecimientos, ese intercambio de palabras acerca de reanudar o no las negociaciones con Siria entre un débil ministro de defensa y un ministro de asuntos exteriores que está amenazando con sacar a relucir la mugre y que podría llevar a la cárcel al ministro de defensa, le sonaba a algunos como una amenaza de guerra. La respuesta siria hubiera sorprendido a quienes comprenden el cambio sobrevenido en la retórica siria. En Israel, se levantaba firmeza ante los círculos árabes e internacionales e incluso a nivel interno. Damasco ha aprendido de la experiencia que ceder y suplicar sólo lo deja expuesto a presiones más fuertes y que sólo la firmeza funciona. Esta lección se la llevó consigo tras los intentos de Colin Powell de dictar las condiciones tras la guerra contra Iraq en 2003, y de la retirada del Líbano bajo la sombra del asesinato de Rafik Hariri. Y eso se aplica ahora más que nunca. Sin duda una severa advertencia de represalias en caso de una ofensiva israelí, contrarrestaría los perpetuos intentos de Israel de intimidar y chantajear a los demás con su poderío militar.
Podría ser la base para rechazar las presiones israelíes sobre los árabes en el sentido de que acepten un acuerdo político injusto. Sin embargo, esa retórica no tiene nada que ver con la vieja retórica árabe inspirada en el rechazo a la existencia de Israel y en la disposición (escasa, desgraciadamente) para combatirlo. La situación actual ha dado un giro de 180 grados: para impedir la guerra es necesario ahora mantener conversaciones firmes, conducta resuelta y buena preparación. La escala retórica tanto por parte de Damasco como de Hizbollah se rige por la directriz de evitar la guerra, no de promoverla. Sin embargo, no se evita la guerra apaciguando a Israel o llegando a un acuerdo, sino advirtiendo a Israel de su determinación para adoptar represalias en caso de agresión. El mejor camino para evitar la guerra es estar preparado para la guerra. Esa es una política que fortalece la capacidad para resistir frente a condiciones perjudiciales, pero no es una política para enfrentar a Israel. Puede impedir un acuerdo injusto pero no impondrá una solución justa.
Tomemos por ejemplo esa amenaza que uno escucha de vez en cuando de erradicar a Israel si comienza una guerra. Si "la eliminación de la entidad sionista" es un principio de la ideología política del que amenaza y si tiene capacidad para llevar a cabo la amenaza, entonces, ¿por qué esperar a que Israel ataque primero? ¿Por qué no ir adelante y erradicar a la entidad sionista? Esas amenazas hacen que uno dude de la capacidad de los que las lanzan o de su resolución. Desde luego, no hay razón para cuestionar el deseo ideológico de Hizbolá de eliminar a Israel. Sin embargo, su resolución política se ve inevitablemente afectada por sus capacidades actuales, junto con las circunstancias concomitantes y una valoración de las posibles consecuencias. Y la realidad es que Hizbolá no puede erradicar a Israel en estos momentos, y tampoco va a poder hacerlo en mucho tiempo. Su reorientación interna puede estar indicando que es consciente de esa realidad. El cambio puede haberle permitido mantenerse armado, pero también le impone restricciones, lo cambia y cambias las expectativas de la gente alrededor suyo. (Tengan in mente que, desde otra perspectiva, el deber de liberar a Palestina no cae únicamente en Hizbolá, Hamas u otras organizaciones de la resistencia sino en toda la nación árabe).
Hizbolá ha adoptado una política defensiva. Su amenaza a responder seriamente a una ofensiva israelí contra el Líbano, y su afirmación en el sentido de que tiene poder para cumplir esa amenaza, confirma esto. Si Israel se lanza otra guerra contra el Líbano, no lo hará por diversión ni siquiera para reactivar el prestigio de su poder de disuasión, sino más bien para recuperarse del fracaso de hace dos años al intentar eliminar a Hizbollah, y esta vez intentará lograrlo absolutamente. Un objetivo global de ese tipo requiere de una guerra contra todo el Líbano, lo que implicará que la respuesta de Hizbolá sea igualmente global. ¿Aceptaría Siria la perspectiva de la aniquilación de la resistencia libanesa y no sólo un ataque de castigo contra Hizbolá? Eso sería muy improbable, incluso desde la única perspectiva de los intereses del régimen gobernante y de su capacidad para resistir las presiones de EEUU y de Israel. Por tanto, la próxima guerra de Israel hacia el norte terminaría siendo una guerra contra el Líbano y Siria. Sería una guerra global. Esta es la nueva ecuación de la disuasión, el nuevo equilibrio del terror. Dentro de poco tiempo se probarán sus parámetros. ¿Permitirían, por ejemplo, vengar el asesinato del dirigente de Hizbolá Imad Mughniyeh u otras medidas de represalia de ese estilo? Desde luego, Israel va a seguir probando continuamente sus parámetros a través de intentos de asesinato contra dirigentes y combatientes de la resistencia.
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
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