Artículo publicado en The Independent,
el 15 enero 2009
Ismael Haneyya*
Escribo este artículo a los lectores occidentales de todo el espectro político y social mientras la maquinaria de guerra israelí continúa la matanza de mi pueblo en Gaza.
Hasta la fecha, más de 1.000 personas han sido asesinadas, la mitad de las cuales son mujeres y niños. La semana pasada el bombardeo a la escuela de la UNRWA (Agencia de ayuda a los refugiados de las Naciones Unidas) en el campamento de refugiados de Jabalya fue uno de los crímenes más despreciables que se puedan imaginar, mientras cientos de civiles debieron abandonar sus hogares en busca de refugio en la sede del organismo internacional sólo para resultar bombardeados sin piedad por Israel. Cuarenta y seis niños y mujeres fueron asesinados en ese odioso ataque y decenas de personas más resultaron heridas.
Evidentemente, la retirada de Israel de la Franja de Gaza en 2005 no puso fin a su ocupación ni, en consecuencia, a sus obligaciones internacionales como potencia ocupante. Siguió controlando y dominando nuestras fronteras por tierra, mar y aire. De hecho, las Naciones Unidas han confirmado que entre 2005 y 2008, el ejército israelí mató a casi 1.250 palestinos en Gaza, incluidos 222 niños. Durante la mayor parte de este período los cruces de frontera permanecieron cerrados, permitiendo sólo el acceso de una cantidad limitada de alimentos, combustible industrial, alimentos para animales y otros artículos esenciales.
A pesar de sus frenéticos esfuerzos por ocultarlo, la causa fundamental de la guerra criminal de Israel en Gaza es la elección de 2006, que dio la victoria a Hamás por una amplia mayoría. Lo que ocurrió después fue que Israel, junto con Estados Unidos y la Unión Europea, unieron sus fuerzas con el fin de anular la voluntad democrática del pueblo palestino. Decidieron, en primer lugar, revertir la decisión del pueblo a través de la obstrucción de la formación de un gobierno de unidad nacional, y a continuación convirtiendo en un infierno la vida del pueblo palestino por medio de la asfixia económica. El abyecto fracaso de todas estas maquinaciones, finalmente, ha conducido a esta guerra cruel. El objetivo de Israel es acallar todas las voces que expresan la voluntad de los palestinos para después imponer sus propios términos para una solución definitiva privándonos de nuestra tierra, nuestro derecho a Jerusalén como la capital de nuestro legítimo futuro Estado y del derecho de los refugiados palestinos a regresar a sus hogares.
En última instancia, el sitio completo en Gaza, que viola manifiestamente la Cuarta Convención de Ginebra, impide la entrada de la mayoría de los suministros médicos básicos para nuestros hospitales. Está prohibida la entrega de combustible y suministro de electricidad a nuestra población. Y encima de toda esta falta de humanidad, se nos niegan la comida y la libertad de movimientos, e incluso la posibilidad de acceder a tratamiento médico. Esto condujo a la muerte, que se podría haber evitado, de cientos de pacientes y a una espiral creciente de malnutrición entre los niños.
Los palestinos están horrorizados de que los miembros de la Unión Europea no vean este vergonzoso estado de sitio como una forma de agresión. A pesar de la abrumadora evidencia, afirman sin vergüenza que Hamás causó esta catástrofe al pueblo palestino al no renovar la tregua. Sin embargo, nos preguntamos, ¿Israel cumplió con los términos del alto al fuego mediado por Egipto en junio? No lo hizo. El acuerdo estipulaba un levantamiento del sitio y el fin de los ataques en Cisjordania y la Franja de Gaza. A pesar de todo nuestro respeto a los términos del acuerdo, los israelíes continuaron con el asesinato de palestinos en Gaza, así como en Cisjordania, durante lo que fue conocido como el año de la paz de Anápolis.
Ninguna de las atrocidades cometidas contra de nuestras escuelas, universidades, mezquitas, ministerios e infraestructura civil, nos disuaden de la reivindicación de nuestros derechos nacionales. No cabe duda de que Israel podría destruir todos los edificios en la Franja de Gaza, pero nunca destruirá nuestra determinación o resolución de vivir con dignidad en nuestra tierra. Si agrupar a los civiles en un edificio para después bombardearlos o utilizar bombas de fósforo y misiles no son crímenes de guerra, ¿qué son? ¿Cuántos tratados y convenios internacionales tiene que violar el Estado sionista de Israel antes de que le pidan cuentas? No hay ni una ciudad en el mundo donde las personas libres y decentes no expresen su indignación por esta brutal opresión. Ni Palestina ni el mundo serán los mismos después de estos crímenes.
Sólo hay un camino a seguir, no hay otro. Nuestras condiciones para un nuevo alto el fuego son claras y simples. Israel debe poner fin a su guerra criminal y a la masacre de nuestro pueblo, levantar completa e incondicionalmente su asedio en la Franja de Gaza, abrir todos los pasos fronterizos y retirarse completamente de Gaza. Después de esto podríamos considerar futuras opciones. En última instancia, los palestinos son un pueblo que lucha por librarse de la ocupación, por el establecimiento de un Estado independiente con Jerusalén como su capital y el retorno de los refugiados a sus pueblos de los que fueron expulsados. Sea cual sea el coste, la continuación de las masacres de Israel no quebrantará nuestra voluntad ni nuestra aspiración a la libertad y la independencia.
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Ismail Haneyya es primer ministro del gobierno democráticamente elegido por los palestinos.
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