Ali Abunimah, The Electronic Intifada, 21 de mayo de 2009
Rara vez ha sido tan hiperbolizada una reunión entre un líder americano y uno israelí como el encuentro de esta semana entre el Presidente estadounidense Barack Obama y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. Como se esperaba, Obama se comprometió a la diplomacia con Irán y prometió un esfuerzo enorme para lograr la solución de dos Estados. Netanyahu, siguió incitando a la confrontación con Irán y se negó a comprometerse a un Estado Palestino.
En la superficie puede parecer que existen diferencias reales y que las fuerzas organizadas en cada lado - incluido el formidable lobby de Israel - se están preparando para una batalla épica a fin de determinar el destino de las relaciones entre EEUU e Israel.
Pero Obama ofreció pocas novedades, reafirmando las bien conocidas posturas estadounidenses que consideran a los palestinos, especialmente a Hamas, como los agresores y a Israel como la víctima inocente. Aunque pidió a Israel que detuviera la construcción de asentamientos (lo mismo que han hecho todos los presidentes estadounidenses durante décadas), Obama no ofreció ninguna indicación de que respaldaría tales palabras con acción. Por el contrario, el presidente dijo que instaría a los líderes árabes a que normalizasen las relaciones con Israel, recompensando por anticipado una presunta renovación de las conversaciones de paz.
Vamos a suponer, en aras de argumentar, que Obama aplica una presión sin precedentes para obligar a Israel a formalizar un acuerdo con los palestinos. ¿Qué pinta tendría dicho acuerdo? Su aspecto quedó perfilado en el reciente informe enviado a Obama por un grupo de ancianos estadistas estadounidenses encabezados por el ex asesor de seguridad nacional Brent Scowcroft. El documento, advirtiendo de que sólo había "una ventana de seis a doce meses" antes de que se evaporasen todas las posibilidades de paz, pedía a EEUU que defendiera con fuerza la creación de un Estado palestino. Pero éste sería un estado truncado desmilitarizado "basado en" las fronteras de 1967. Israel se anexaría los grandes asentamientos de Cisjordania y no habría derecho de retorno para los refugiados palestinos. Este "estado" estaría ocupado por tiempo indefinido por una "fuerza multinacional" dirigida por la OTAN, que el grupo Scowcroft sugiere podría incluir también a soldados israelíes (véase A last chance for a two-state Israel-Palestine agreement, 2009).
Por supuesto que la propuesta de Scowcroft no representa necesariamente el pensamiento de la administración de Obama, pero expresa el consenso generalizado de la industria del proceso de paz que considera tal resultado como "razonable", "pragmático" y al cabo inevitable, y concuerda con las propias declaraciones de Obama de oponerse al derecho de retorno y apoya la exigencia de Israel de ser reconocido como un "estado judío".
En otras palabras, lo que la gran mayoría de palestinos consideraría un plan horrible para legitimar su desposesión, garantizar a Israel la licencia perpetua de ser racista, y convertir el régimen de apartheid creado por los acuerdos de Oslo en una cárcel permanente, es visto ahora como audaz y de gran alcance que amenaza con la ruptura de los vínculos americano-israelíes.
Netanyahu tiene poco que perder por embarcarse en otro "proceso de paz" después de montar el show de resistirse a la presión americana (o extraer más concesiones o dinero de América). Sabe que las posibilidades de alcanzar el destino indicado son nulas. Obama no aplicará ninguna presión significativa, y aunque lo hiciera, no está claro a quien se la aplicaría, ya que del lado palestino no hay líderes preparados, dispuestos y capaces manejar un segundo fraude del estilo de Oslo en contra de su pueblo.
Obama al parecer cree que la paz en Palestina es la clave para transformar las relaciones de EEUU con el "mundo musulmán". Si lo dijera en serio, EEUU tendría que romper con todas sus políticas anteriores y apoyar una paz basada en los principios democráticos y de derechos humanos universales e igualdad - algo incompatible con el compromiso con Israel como "estado judío" practicando la discriminación legalizada. Todos los signos son, sin embargo, que la administración de Obama se empeñará en intentar forzar a los palestinos y a los árabes a aceptar y normalizar (relaciones) con Israel tal como es y que EEUU seguirá suscribiendo un proyecto colonial sionista en quiebra moral y política, mediante un rescate americano permanente en los campos económico, político y diplomático.
El verdadero problema en las relaciones entre Estados Unidos e Israel no se encuentra en que Netanyahu pronuncie las palabras mágicas "solución de dos Estados". Más bien está en que después de lo de Gaza es imposible seguir charlataneando la ficción de que Israel es una democracia liberal valiente y autosuficiente que merece apoyo incondicional. Haga lo que haga esta administración, traerá como resultado presión sobre Israel - tal como el creciente apoyo público al movimiento mundial en pro del boicot, la desinversión y las sanciones.
Co-fundador de The Electronic Intifada, Ali Abunimah es autor de Un País: Una audaz propuesta para poner fin al impasse israelo-palestino (Metropolitan Books, 2006). Este artículo fue publicado originalmente por bitterlemons international y se vuelve a publicar con permiso.
-Viñeta de Nasser Jafari, "Solución dos estados"
sábado, 23 de mayo de 2009
Ninguna esperanza de cambio tras la reunión Obama-Netanyahu
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