El movimiento de protesta contra Israel debe ser sostenido, porque Obama no va a cambiar la esencia del curso estadounidense en Oriente Medio, escribe Azmi Bishara
El Ahram, 5 - 11 de febrero de 2009
Voy a resumir la transición en la política exterior de EEUU de la siguiente manera: en la época de Bush, desde septiembre de 2001, la política exterior de EEUU entrañó la organización de la crisis jugando con dos temas: la "guerra contra el terror" y "los que no están con nosotros están contra nosotros". La época de Barack Obama se inició con los dos acordes, "diplomacia en primer lugar" y "los que no están con nosotros podrían estarlo, y aquellos a los que no se les puede ganar serán aislados y boicoteados antes de recurrir a la fuerza."
Obama se ha esforzado en dejar claro que el "nosotros" es prácticamente el mismo, sólo había cambiado en la medida de lo posible para poder llegar a presidente. Tampoco es él quien trajo este cambio, ni éste se produjo así de repente. Requirió enormes sacrificios por parte de los afro americanos y décadas de esfuerzos sostenidos de los movimientos de derechos civiles para que la Casa Blanca estuviera a su alcance. El nuevo presidente representa el ala democrática de ese "nosotros". Sin embargo, está promocionando la mayor continuidad posible con lo que pasó antes y en la mayor medida posible del bipartidismo, como lo prueban el mantenimiento de Robert Gates como secretario de defensa y la designación de George Mitchell como enviado especial para Oriente Medio (Mitchell fue copatrocinador del plan Mitchell-Tenet que precedió a la hoja de ruta). Los neoconservadores están fuera.
La élite dirigente se está estableciendo en Washington sin tratar de agitar el mundo o encender "revoluciones" democráticas a la manera de los neoconservadores. Quizás la crisis económica está ayudando a Obama seguir los programas económicos y sociales que su partido siempre ha deseado, pero que ha sido incapaz de promover en el pasado. La crisis le ha proporcionado los argumentos que necesita para impulsar la reanimación de un gobierno central keynesiano para sacar al país del estancamiento y poner en práctica un "New Deal" estilo Rooselvet, aunque naturalmente distinto al de su predecesor. Obama ha prometido que hará que EEUU sea independiente en sus necesidades energéticas mediante el aprovechamiento fuentes alternativas de energía. Para impulsar esta idea ha evocado retóricamente imágenes desagradables de naciones exportadoras de petróleo con las manos alrededor de la garganta del espíritu americano. Al mismo tiempo se ha comprometido a buscar vías para conseguir que el mundo trabaje unido para frenar el calentamiento global. Esos compromisos, que ha destacado en todos los discursos y declaraciones desde que asumió el cargo, llevan a la conclusión de que la política exterior de EEUU se desplazará hacia una mayor cooperación con los principales países industrializados en la búsqueda de fuentes alternativas de energía y que esta unidad será estimulada no sólo por el deseo de un entorno más limpio, sino también por la idea de que el petróleo es un tipo de energía sucia, como si hubiera una maldición sobre ella, tal vez una maldición Islámica, o una que corteja el chantaje Islámico y el terrorismo, y otros mitos semejantes que han surgido desde que el pozo empezó a secarse en Texas y que se han transmitido a la era de Obama - como el lobby israelí.
Ahora el lobby sigue permaneciendo totalmente inmutable, y ha venido al completo a la era de Obama, con sus habituales etiquetas de antisemitismo contra todos los que estén en desacuerdo con él y con sus himnos a la seguridad de Israel, la supuesta y única democracia de la región. Hemos sido sometidos al tratamiento de toda la gama de clichés en la oratoria política y cultural de Obama: en su discurso ante el AIPAC (Comité Americano Israelí de Asuntos Políticos), durante su visita a Israel y, en su reciente discurso ante el personal del Departamento de Estado. No ha dejado ninguna duda de que el punto de partida de su estrategia para Oriente Medio es el firme y decidido compromiso con la seguridad de Israel.
El alto el fuego en Gaza se produjo a tiempo para la investidura del nuevo presidente de EEUU, llevada a cabo de conformidad con los conocidos derechos y rituales de la religión secular estadounidense. Obama se sumergió completamente en el espíritu de todo ello, tanto es así que pronunció un discurso en la más pura tradición, con consumada y refinada oratoria, tocando todas las cuerdas y resortes para una vibración sintetizada de las alas de la historia, en cruda imitación a los padres fundadores de la nación, como si el discurso hubiera sido escrito para ser enseñado en las clases de educación cívica de la escuela secundaria. No trató de representar otra cara de la historia americana, la historia de los esclavos, la de los indígenas americanos, la de los trabajadores oprimidos, o la de otras minorías perseguidas. Tampoco su inglés fue otra cosa sino lo que han transmitido los opresores de los esclavos y los exterminadores de los pueblos indígenas.
Uno no puede leer mucho en ese discurso de celebración, excepto que confirmó que Obama y su campaña habían sido asimilados por el establishment a través de la afirmación liberal de que no existe contradicción entre la defensa de "los valores americanos" y la defensa de la "seguridad nacional americana". Todo lo que quedó de la famosa ola de cambio que Obama había defendido fue la convergencia de los que se oponían a la guerra en Irak con los conservadores que criticaron la evangelización democrática del mundo islámico y los que temían la erosión de la Constitución estadounidense, la autonomía judicial y los derechos civiles debido a las secuelas de la guerra contra el terror. Por lo tanto, John Hancock con órdenes de prohibir la tortura y cerrar Guantánamo fueron los primeros pasos simbólicamente apropiados de este nuevo presidente, licenciado en la Facultad de Derecho de Harvard, y se ajustaban al ala iluminada del establishment estadounidense cuya iluminación se detiene en las fronteras de Estados Unidos.
Los discursos que se hacen para pasar a la historia generalmente son ignorados por la historia. En todo caso, el discurso más importante fue el que Obama entregó al Departamento de Estado el 22 de enero anunciando el nombramiento de George Mitchell como su enviado para Oriente Medio y el de Richard Holbrook como representante especial para Afganistán y Pakistán. Obama quería mandar dos mensajes. El primero fue señalar, a través de su mera aparición en el Departamento de Estado sólo dos días después de haber sido juramentado, el nuevo énfasis del papel de la diplomacia estadounidense después de ocho años de haber sido marginada a favor de las fuerzas armadas y otros organismos de seguridad. El segundo fue para subrayar la diferencia entre su administración y la saliente. Esta diferencia confluirá en su totalidad en Oriente Medio como foco de la política estadounidense, no sólo debido a la importancia de esta región para EEUU, sino también por las cuestiones morales y estratégicas implicadas con respecto a Irak, Irán, Pakistán y todo lo relacionado con estos países, incluida la línea básica de la seguridad de Israel (en contraposición a los derechos de los palestinos).
Contrariamente a McCain, partidario de permanecer en Irak al modo que se hizo en Corea del Sur, Obama siempre ha insistido en la necesidad de retirarse de Irak lo antes posible. Ha abogado por estipular un calendario que fuerce a los actuales dirigentes iraquíes a resolver las cuestiones entre sí y que al mismo tiempo permita una retirada gradual para no producir un vacío de seguridad. Como candidato demócrata, Obama rompió el famoso tabú relativo a hablar con Irán. De hecho, esto no era nada revolucionario, sino más bien un retorno a las tradiciones establecidas por anteriores administraciones conservadoras desde las oberturas de Kissinger a lo que EEUU consideraban entonces como una de las dictaduras más peligrosas del mundo, a saber, China en el cenit de su revolución cultural. En este caso, las conversaciones tendrían como objetivo lograr un acuerdo histórico en el que Irán renunciaría a sus actividades de enriquecimiento de uranio, ayudaría a llevar la estabilidad a Irak y dejaría de apoyar a "movimientos terroristas" (refiriéndose a Hizbullah y Hamas), todo a cambio del reconocimiento del régimen de Teherán, la legitimación de un papel regional de Irán, su aceptación en el seno de la "comunidad internacional", y quizás incluso el restablecimiento de relaciones diplomáticas plenas.
Obama y su equipo no creen que la administración Bush realmente quisiera establecer un estado palestino, ni tampoco que la "visión de Bush", que elogiaron los negociadores palestinos de conformidad con sus adulaciones obligatorias periódicas hacia los americanos, fuera nada más que una táctica de relaciones públicas. También sospechan que la retirada unilateral israelí de Gaza fue una fórmula de Sharon-Bush para aplazar indefinidamente la creación de un Estado palestino, mientras siguen a buen ritmo la Judaización de Jerusalén y la expansión de las colonias en Cisjordania, y los Palestinos se preocupan por la política electoral y las luchas por el poder. Sin embargo, sí creen que EEUU debe dedicarse plenamente al proceso de paz desde el primer día. Sin embargo, lo que los palestinos y los árabes necesitan no es un proceso de paz, sino una paz justa que responda a los derechos del pueblo palestino. Lamentablemente, no hay perspectivas de una paz justa en el horizonte, lo que significa que la reactivación del proceso de paz es esencialmente un medio para perpetuar el camuflaje de la ocupación israelí y el terrorismo israelí.
La posición de Obama sobre este tema no es de buen augurio. Esto se aplica tanto a la sustancia como al enfoque. Todavía está utilizando los términos y las herramientas de la administración Bush, dividiendo a los árabes en "moderados" y "extremistas" únicamente desde la perspectiva de las demandas de seguridad israelíes.
Peor aún, no hizo referencia alguna a los crímenes de Israel en su brutal, gratuitamente sanguinaria guerra contra Gaza. Tras expresar que lamentaba la pérdida de vidas civiles en ambos lados, en Gaza y el "sur de Israel", procedió a justificar la agresión de Israel. Ningún país democrático del mundo aceptaría permanecer con las manos atadas a la espalda mientras disparan misiles contra él, dijo, repitiendo las líneas de la narrativa israelí de país democrático amante de la paz en una región salvaje llena de terroristas perversos que lo han bombardeado sin piedad con misiles durante años hasta que su enorme paciencia para el sufrimiento se empezó a agotar y finalmente decidió actuar, y cuando lo hizo actuó con rapidez y con decisión. Así dice el guión y hemos escuchado una versión del mismo el 27 de enero en boca del Comisario de la U. E. para Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Louis Michel. Él también lamentó - no condenó - la pérdida de vidas civiles. A continuación, acusó al movimiento "terrorista" de Hamas de ser el responsable del ataque israelí y acusó a "ambos lados" de violar el derecho internacional.
Ningún presidente ni funcionario que tenga presente este enfoque y contenido puede trabajar de manera eficaz para alcanzar una solución justa. Este punto de vista ignora por completo el hecho de que Israel es una potencia ocupante, que está lejos de ser manso y benigno, y que ha impuesto un bloqueo cruel y beligerante sobre Gaza. Cualquier persona que tenga este punto de vista no producirá más que esfuerzos para allegar a palestinos y árabes "moderados" que se regocijan con la miserable limosna que Israel les da para poder usarlos como escudos y fingir que no está contra los árabes, sino contra los extremistas. Este es un cínico juego racista, el jugar con el mandato de un pueblo cuya dirigencia oficial se niega a actuar como líderes nacionales, y no puede seguir así.
Sin embargo, en un muy corto espacio de tiempo Obama ha logrado adoptar el arrogante idioma de este juego cuando trata con árabes y musulmanes. Dice, "Hamas debe poner fin al lanzamiento de cohetes, Israel completará la retirada de sus fuerzas de Gaza; Estados Unidos y nuestros socios apoyaremos una lucha creíble contra el contrabando y el régimen de veto, de manera que Hamas no pueda rearmarse", (observaciones de Obama al personal del Departamento de Estado el 23 de enero). Simplemente obsérvese donde utiliza "debe" y donde utiliza el modo futuro. Esta pura soberbia es lo que pudo hacer que alguien como Michel soltara semejantes comentarios en contra de Hamas sin un pío de Hamas en respuesta. Considérese que, con el debido respeto a la libertad de opinión en Bélgica, el Gobierno belga ni siquiera permite que un representante de Hamas ponga un pie en ese país y si alguno lo hiciera probablemente ese representante habría sido detenido si emitiera similar declaración de provocación en territorio Belga.
De acuerdo con las reglas del juego del mandato, que se remonta a Oslo (el proceso de paz nacido en Europa, creado en los EEUU), sólo los palestinos que primero incondicionalmente reconozcan a Israel serán reconocidos como candidatos para el proceso de paz. Al insistir en que Hamas reconozca a Israel, Obama no ha ofrecido nada nuevo. Meramente ha repetido las mismas "condiciones" del Cuarteto, que se introdujeron después de la elección de Hamas con el fin de justificar el asedio. En la medida en que ésta siga siendo la posición de Obama, la guerra contra Gaza continuará con las mismas alianzas, aunque tal vez con instrumentos ligeramente diferentes.
Los gobiernos árabes deberían haber protestado el concepto del Cuarteto desde el principio.
Según este concepto, Naciones Unidas, que supuestamente representa a todos los países del mundo, ha quedado reducida a un mero colaborador en un equipo dirigido por EEUU. Además, es vergonzoso que los árabes aceptaran a una persona como Tony Blair como enviado del Cuarteto. ¿Por qué la "gente del Oriente Medio" ha de ver favorablemente al mismo hombre que fue echado del poder por sus compatriotas, precisamente por su política en Oriente Medio, en base a que mintió para justificar una guerra contra un pueblo árabe y, a continuación, arrastró su propio país a esa guerra?
Lo que queda de los crímenes de guerra israelíes y la heroica resistencia de una de las zonas más densamente pobladas de la tierra, cuyos habitantes no tienen manera de escapar de un implacable bombardeo, es la colusión entre la Unión Europea, Estados Unidos y algunos países árabes para transformar la ayuda y la reconstrucción en otra arma letal. Será desatada contra la población civil, por supuesto, con el objetivo de seguir con el bombardeo como medio para presionar a los movimientos de resistencia a someterse a las condiciones israelíes. Mientras tanto, si habían pensado que esta región no tiene más curiosidades en la reserva, les espera una sorpresa. De repente, los países europeos están llamando a la unidad palestina. ¿Desde cuándo Europa muestra tanta preocupación? Desde que se dio cuenta de que ésta es la única manera de rescatar a sus aliados árabes y forzar a los movimientos de resistencia a que acepten las condiciones del Cuarteto.
EEUU - el "nosotros" anteriormente citado* - no ha cambiado mucho en un solo lote. Lo que ha cambiado es que está dispuesto a hablar con el "no con nosotros". Sin embargo, el propósito de la conversación es llegar a los mismos objetivos (u objetivos modificados), a través de medios diferentes, medios más acordes no con la justicia y la equidad, sino con el actual concepto de sí mismo que tiene EEUU como poder esclarecido.
La guerra contra Gaza no ha terminado. Sigue, utilizando los medios descritos más arriba: los pasos fronterizos, el asedio, las condiciones del Cuarteto, la alianza con los moderados y el énfasis en el papel de las fuerzas de seguridad de los palestinos y árabes moderados. Las fuerzas populares y sus dirigentes deben darse cuenta de que es demasiado pronto para cancelar el movimiento de protestas que reclaman la congelación de las relaciones con Israel y la coordinación de seguridad con Israel, e insisten en la apertura de los cruces, el levantamiento del bloqueo y el enjuiciamiento de los criminales de guerra. El movimiento de protesta debe ser sostenido, en vez de arrancar y parar dependiendo de los horrores que aparecen en la pantalla de televisión. Los poderes que están alejados de sus pueblos no se beneficiarán mucho del apoyo de Obama, ya que no será más firme en defenderlos de lo que fue su predecesor. En última instancia, aquellos que se aferran a su tierra y resisten son los que prevalecerán, a condición de que evalúen bien la situación actual, planifiquen en consecuencia y forjen las alianzas necesarias para hacer frente a los desafíos que están por venir.
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* N.T.: El autor hace un juego de palabras entre el acrónimo de EEUU en inglés “US” y el pronombre nosotros “us”
miércoles, 11 de febrero de 2009
Seguir en las calles
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