El presidente Egipcio Hosni Mubarak es saludado por su homólogo francés, Nicolas Sarkozy, en Paris en un encuentro donde Egipto puede haber saboteado una iniciativa francesa para canje de prisioneros entre Hamas e Israel (Eco Clement/UPI)
Ghazal Amal*, The Electronic Intifada, 18 de febrero de 2009
Uno de los principales logros de los historiadores revisionistas israelíes ha sido el de romper los mitos israelíes relativos al establecimiento del Estado de Israel. Uno de los mitos principales es la afirmación de que Israel está rodeado por regímenes árabes hostiles. Aunque esta afirmación ha sido desmontada, e incluso ridicularizada, por muchos árabes que acusan a sus regímenes no sólo de colaboracionismo con Israel sino también de complicidad en la constante represión de los movimientos de resistencia palestinos, ese colaboracionismo ha quedado ahora expuesto y documentado con el descubrimiento de documentos oficiales.
Esta historia cobró vida durante la reciente guerra contra Gaza, y la complicidad del Gobierno de Egipto (y de otros gobiernos árabes) en esta guerra proporcionaron una clara idea de la relación orgánica entre Israel y algunos de esos regímenes que no se inhiben de, ni dudan en, sacrificar la cuestión palestina para sus propios fines políticos.
La complicidad del régimen egipcio se extiende a las negociaciones con intermediación de El Cairo. De hecho, ese régimen no es ni mediador entre dos partes ni mediador honesto; sus intereses coinciden con los de Israel hasta el punto de que está actuando como intermediario de Israel. La guerra contra Gaza nos dejó con un ojo fijado en las escenas de las matanzas que allí tenían lugar, y otro en El Cairo, donde el equipo negociador de Egipto estaba tratando de presionar a los palestinos (a través de Hamas) a que se rindan, algo que Israel no ha podido conseguir con la fuerza bruta militar. Las protestas internacionales, la capacidad de absorción de Hamas de los ataques israelíes y la determinación de los palestinos de Gaza proporcionaron a la delegación de Hamas en El Cairo un soporte político que le permitió resistir la presión y la intimidación de Egipto. Y como se ha puesto de manifiesto a través de algunas de las recientes filtraciones a la prensa, los egipcios han utilizado diversas técnicas de intimidación con el fin de forzar a Hamas a aceptar los términos propuestos por Israel. Puede ser cuestión de tiempo antes de que conozcamos los detalles que refuerzan la idea de que el equipo negociador egipcio quería imponer los términos de Israel en vez de negociar un acuerdo justo. Una muestra de la disposición de Egipto para empujar a Hamas a la rendición fue la propuesta original de Egipto de hablar sobre un alto el fuego de 10 a 15 años entre Hamas e Israel. La negativa de Hamas a negociar semejante acuerdo de tan largo plazo llevó finalmente a la negociación de un acuerdo de 18 meses. Según han revelado fuentes confidenciales, a continuación se reseña lo que los egipcios han estado proponiendo en términos de un acuerdo de dos fases, seguido de una contra-propuesta de Hamas.
Fase uno:
- 1. Hamas será el partido que anuncie el alto el fuego y las condiciones del acuerdo;
2. Hamas ofrecerá garantías para evitar la excavación de túneles y el comercio de mercancías ilegales (en referencia a las armas);
3. Hamas pondrá en marcha un mecanismo por el cual castigue a quienes violen los términos del punto 1;
4. Habrá un levantamiento del bloqueo parcial (80 por ciento), y no pleno.
5. El bloqueo incluirá todos los materiales que puedan ser utilizados en la fabricación de cohetes;
6. Los cruces de Israel permanecerán abiertos si Hamas es capaz de cumplir con las exigencias enunciadas en los puntos 1 y 2.
La fase 1 no incluye ninguna concesión ni compromiso por parte de los israelíes. Esos se ofrecerían en la segunda fase del acuerdo. En otras palabras, la segunda fase sería como una recompensa a Hamas si es que muestra disposición y capacidad para cumplir con las condiciones de la primera fase. Los egipcios se han esforzado por mantener el cruce de Rafah fuera de las conversaciones para hablar de ello en la fase 2 en lugar de en la fase 1, y asimismo como recompensa a Hamas por el cumplimiento de la primera fase del acuerdo. Por lo tanto, la segunda fase incluye los siguientes puntos:
- 1. Israel debe estar dispuesto a negociar nuevos acuerdos en relación con el cruce de Rafah, incluida una propuesta para trasladar a los observadores internacionales del lado israelí al lado Egipcio (con la permanencia de los observadores internacionales en el lado israelí, estos pueden ser fácilmente manipulados por Israel);
2. Habrá flujo libre de alimentos y ayuda humanitaria a Gaza.
Cabe señalar también que los egipcios, a cambio, han ofrecido a los palestinos desactivar todos los misiles sin estallar para garantizar la seguridad de los palestinos.
Aparte del hecho de que los compromisos de Israel en el acuerdo se retrasan hasta la segunda fase, la aceptación de los términos de la fase 1 convertiría a Hamas en otra Autoridad Palestina cuya misión es custodiar los intereses israelíes y castigar a los palestinos que violen los términos del acuerdo. Esto es especialmente cierto para aquellos que, bajo cualquier forma de asedio, se vean involucrados en los túneles y el estraperlo. Conscientes de esta trampa y no dispuestos a aceptar la propuesta de Egipto tal y como la presentó, Hamas ha estado exigiendo lo siguiente:
- 1. Egipto será el responsable de anunciar el alto el fuego y las condiciones del acuerdo;
2. El bloqueo se levantará inmediatamente y se abrirán todos los cruces, incluido Rafah, para permitir la importación de alimentos y ayuda. El control del paso de Rafah será responsabilidad de ambos, Hamas y la Autoridad Palestina, hasta que se forme un nuevo gobierno palestino;
3. Deberá haber un acuerdo sobre un plan de reconstrucción que permita la importación de todo el material necesario;
4. Se procederá inmediatamente y sin restricciones al flujo de la ayuda;
5. Hamas no ofrece ningún compromiso para castigar a los infractores;
6. Hamas garantiza detener la importación de armas.
Un importante escollo, según ha indicado Al-Jazeera, ha sido qué parte anunciaría el alto el fuego y sus detalles. Al pedirle a Hamas que declare unilateralmente el alto el fuego, Egipto se exime a sí mismo de toda responsabilidad respecto a garantizar el compromiso de Israel con el alto el fuego y los detalles del acuerdo. En suma, los egipcios quieren imponer sus condiciones del acuerdo, pedirle a Hamas que declare el alto el fuego y los detalles del acuerdo y luego dejar que los israelíes acepten o rechacen lo que se propone. Hamas, sin embargo, quiere que sea Egipto quien anuncie las condiciones del acuerdo. De este modo, se espera que Egipto obtenga algunas garantías de que Israel cumplirá el acuerdo. Y lo que es más importante, será Egipto, y no Hamas, el responsable de convencer a otros partidos palestinos de los términos del acuerdo. Esto evitaría que Hamas se enfrentase a otros palestinos que pueden considerar que el acuerdo no es vinculante.
Lo que quede reflejado en un futuro próximo dará una imagen más clara de aquello sobre lo que los egipcios y los palestinos hayan sido capaces de consensuar. Es evidente que el equipo negociador de Egipto, encabezado por Omar Suleiman, está ávido por lograr dos objetivos. Uno de ellos es restablecer un papel clave para Egipto en la región, especialmente en el contexto del conflicto palestino-israelí. El gobierno egipcio fue pillado fuera de guardia con la toma del control de Gaza por Hamas en junio de 2007 y ha salido con las manos vacías después de intentar presionar a Hamas para que renovase el alto el fuego con Israel en diciembre pasado. Por otra parte, la incapacidad del régimen egipcio para negociar un acuerdo con Hamas para la liberación del cabo israelí capturado Gilad Shalit ha dañado aún más su reputación como importante actor regional.
La determinación de Egipto por tener el asunto Shalit en sus manos, en un esfuerzo por restaurar alguna credibilidad de su papel regional, explica los recientes acontecimientos en relación con esa cuestión. Israel había accedido a negociar la liberación de Shalit en un acuerdo aparte. Francia estaba mediando entre Hamas e Israel para un intercambio de prisioneros y pudiera haber estado cerca de alcanzar un acuerdo aceptable para ambas partes. Sin embargo, la reciente demanda de Israel para hacer que la liberación de Shalit forme parte del acuerdo global, e incluso vincularla a la apertura de los cruces, es una postura nueva. Parece que Egipto saboteó la iniciativa francesa después de la visita de Hosni Mubarak a Francia la semana pasada. Ehud Olmert podría haber estado esperando la liberación de Shalit antes de la formación del nuevo gobierno israelí con el fin de marcarse un triunfo antes de su salida. Egipto no está dispuesto a dejar escapar el asunto de Shalit y quiere dirigir personalmente las negociaciones sobre esa cuestión. La nueva postura de Israel debe leerse como medio de presionar a Egipto para que concluya un acuerdo de canje de prisioneros muy pronto o que deje que otra parte lo haga.
El segundo objetivo es llegar a un acuerdo que sea aceptable para Israel, y por extensión, a los Estados Unidos. Pero, el afán de Suleiman por complacer a Israel y a EEUU tiene un objetivo más amplio. Suleiman quiere demostrar que él es el hombre que tiene el control, y detrás de él, el ejército y el aparato de inteligencia. Suleiman, y el ejército en general, no son muy proclives a la idea de que Gamal Mubarak suceda a su padre. No le ven como "hijo de la institución militar" y su liderazgo de Egipto pondría fin a una tendencia que ha estado en vigor desde 1952, por la que el presidente del país es un militar cuya lealtad y afiliación están con el ejército. Aunque en términos prácticos el régimen de Gamal no sería diferente del de su padre, le produce angustia a un organismo antiguo, como el ejército de Egipto, ver que la cadena de mando del presidente se va a romper o a cambiar. Lo que podemos estar atestiguando en la actualidad, en términos de la dinámica de las negociaciones, puede reflejar una lucha interna por el poder en Egipto. Una vez más, los palestinos y la cuestión Palestina son víctimas de un régimen árabe que persigue sus propios intereses y sacrifica las aspiraciones palestinas en aras de su propia supervivencia.
*Amal Ghazal es profesor adjunto de historia moderna de Oriente Medio en la Universidad Dalhousie en Halifax, Canadá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario