Umm Jaber (izquierda) y Umm Ibrahim en una de las manifestaciones semanales en solidaridad con los presos políticos en Israel. (Eman Mohammed)
Eman Mohammed escribiendo desde la Franja de Gaza ocupada, En Directo desde Palestina, 17 de marzo de 2009
La adopción de más hijos parecía ser algo inusual para Handoma Wishah, conocida como Umm Jaber, porque ya había criado a seis hijos propios y logró que la mayoría de ellos fueran a la universidad. Sin embargo, dice que lo que podría haber sido una decisión difícil, fue fácil de tomar. Umm Jaber "adoptó" sin dudarlo a unos 40 hombres adultos de varias nacionalidades árabes. La historia empezó en la década de los años 1980, cuando cuatro de sus hijos fueron encarcelados por el ejército israelí.
Yasser, entonces de 20 años, fue condenado a tres años, Basem, de 24, a un año y medio, Ziad, de 38, a dos años y Jaber, de 35, a cadena perpetua - todos ellos por cargos que ponían en peligro "la seguridad" de Israel. A pesar de las dificultades de tener a cuatro hijos en prisión, mantuvo su compostura y al igual que otras madres de presos palestinos, iba a visitarlos.
"Desde detrás de los barrotes de la cárcel israelí de Shatta, mi hijo Basem me habló acerca de un prisionero del Líbano llamado Bilal Dakruk que no tenía a nadie que lo visitara, y estaba al borde de venirse abajo. Sugirió que empezara a visitarle y le dije que sí, por supuesto."
Pronto, Umm Jaber sorprendió a los guardias israelíes de la prisión al entregarles una lista de alrededor de otros 10 presos a los que quería visitar. Fue una sorpresa aún mayor cuando obtuvo la aprobación, sin saber que el número aumentaría aún más con el tiempo.
Umm Jaber recuerda la mirada en las caras de sus amigos cuando les contó los detalles de su primera visita a estos presos solitarios. "Todos empezaron a organizar otras visitas en las que me acompañarían la próxima vez", dijo. "Me sentí muy optimista al ver que todos estaban entusiasmados con esta idea. No mucho después comenzamos a organizar protestas en frente del Comité Internacional de la Cruz Roja, huelgas de hambre y manifestaciones cerca de los asentamientos israelíes. Con el tiempo algunos de mis hijos adoptivos fueron liberados y todos sabíamos que iba a funcionar así que teníamos que hacer más."
Las visitas a Dakruk se encuentran entre los momentos más felices de Umm Jaber: "Sabía que tenía una madre que estaba preocupada por él en algún lugar del Líbano y sentí que era uno de mi familia también, así que tenía que cuidar de él. Yo no soy ninguna heroína por hacerlo, porque Bilal pasó 14,5 años en las cárceles israelíes sin cargos. Lo menos que podía hacer es confortarle allí. Tendrías que haber visto cómo se le iluminaba el rostro cada vez que llegaba yo a hacerle una visita."
Un día del verano de 1990, Umm Jaber oyó una agresiva llamada a su puerta. El ejército israelí vino para detenerlas a ella y a su hija Shama, que por aquel entonces tenía 17 años. La orden de detención del ejército solo les permitía retenerlas unas cinco horas, pero fue tiempo suficiente para que cinco funcionarios israelíes las interrogaran e intentaran aterrorizarlas.
A través de esta experiencia comprendió como se sienten los presos, mientras viven la constante pesadilla una y otra vez, a diario. Ella se volvió a comprometer consigo misma para llevar a cabo lo que había iniciado hasta que ningún preso de ninguna nacionalidad tuviera que pasar por ello de nuevo.
Tan pronto como fue liberada, Umm Jaber fue a visitar a su hijo adoptivo Ahmed Khalifa, de Libia, y Ali Jumaa de Siria. Días después de su liberación Umm Jaber recibió una carta de Yasser Shaker, un preso que estaba en la cárcel de al-Jalma, pidiéndole a su madre adoptiva que le hiciera una última visita. Acababa de ser diagnosticado con insuficiencia renal.
Recordó, "rechacé que esta visita fuera a ser la última. Me fui directamente a diversos centros de derechos humanos para pedir que ayudaran a que mi hijo Yasser recibiera tratamiento en el extranjero y, a continuación, fui a decirle que ésta no iba a ser la última visita que le hiciera!" Umm Jaber y Shaker tuvieron que esperar alrededor de un año para obtener respuesta del gobierno israelí. Afortunadamente la salud de Shaker aguantó durante ese tiempo y el día en que lo enviaron a Francia para una operación también fue liberado de su encarcelamiento.
"Yo bailé y canté canciones de victoria ese día, sabiendo que en algún lugar lejano la familia de Yasir estaba haciendo lo mismo", dijo.
Umm Ibrahim, amiga de Umm Jaber, recuerda el impacto que ella y otras madres de presos sintieron cuando se enteraron de que el acuerdo de Oslo de 1993 no decía nada acerca de las perspectivas de libertad para sus hijos - una demanda clave palestina. "Umm Jaber y yo nos sentimos tan decepcionadas, que nos fuimos a las calles cercanas a los asentamientos y permanecimos allí, declarando una huelga de hambre después del anuncio de Oslo. Era la única esperanza que teníamos para los presos palestinos. Sin embargo nunca dejamos de visitar a los hijos adoptivos de Umm Jaber, además de algunos más, como Sultán Abd al-Rasoul de Egipto, Ali al-Baiaty de Irak y Farouq Al-Shara de Jordania. Estaba claro que el número de presos [retenidos ilegalmente] seguía aumentando, pero no quebraba nuestro espíritu."
Otro capítulo de la historia de Umm Jaber estaba relacionado con Samir Kuntar, el prisionero libanés que estaba entre los incluidos en el canje de julio de 2008 entre Israel y la organización de resistencia libanesa Hezbola. Samir Kuntar estuvo encarcelado por Israel durante casi tres décadas por su papel en el asesinato de un hombre israelí, su hija y un policía, aunque Kuntar alega que el hombre fue muerto por fuego israelí y niega tener responsabilidad en la muerte de la chica.
"Conocí a Samir mientras estaba visitando a mi hijo en 1986," explicó Umm Jaber. Estaban sentados en la zona de visitantes y observó a un hombre joven hablando con una mujer a través de la mesa. "Le oí pedirle que no viniera más porque no quería cansarla con su ir y venir a las cárceles israelíes y los cacheos cada vez. En ese momento tuve un sentimiento inmediato de responsabilidad hacia él, así que le dije a la mujer que no se preocupara porque a partir de ahora él sería mi otro hijo. Le adopté entonces, y desde ese momento le amé y le cuidé como hacía con mis otros hijos".
Kuntar estaba condenado a cinco sentencias de cadena perpetua consecutivas, un total de 542 años. Por lo tanto, durante los 19 años de su encarcelamiento, Umm Jaber fue a visitar a sus dos hijos. Después de que Jaber, el hijo de Umm Jaber, fue puesto en libertad, regresó a la cárcel de Hadarim, esta vez con papeles sólo para visitar a Kuntar. No se lo permitieron. Los funcionarios de prisiones de Israel dieron como justificación que dichas visitas suponían una "amenaza para la seguridad."
Umm Jaber acudió a un tribunal israelí para pedir el derecho de visitar a Kuntar. Sostuvo que puesto que le habían permitido visitarlo durante 19 años, mientras duró la detención de su propio hijo, el Estado no tenía derecho a cortar sus visitas ahora.
"He mantenido la esperanza de que el gobierno israelí me deje ver a Samir, les dije que es mi hijo adoptivo".
Aunque Kuntar no fue liberado en 1999 con otros presos palestinos, ella se mantuvo en espera de un milagro como el que llevó a 10 de sus hijos adoptivos a casa. Alojó a 10 de sus hijos adoptivos que no tenían otro lugar a donde ir después de que las celdas hubieran sido el único hogar que conocían desde hacía años. Umm Jaber e Hisham Abed al-Razeq, él mismo preso en Israel durante nueve años, empezaron a exigir que la Autoridad Palestina les proporcionara viviendas para ellos.
Umm Jaber expresó sentimientos agridulces el día en que les consiguió otra casa: "cuando nos las arreglamos para conseguirles apartamentos se trataba de un paso muy pequeñito en el camino de que recuperaran sus vidas. Sentí el dolor que llevaban dentro al dejar mi casa, se convirtieron en una parte de mi familia y de mí, eran como el pájaro que deja el nido".
Desde 1980 hasta el presente, Umm Jaber nunca ha faltado a una sola protesta de familiares y parientes de los presos, en la convicción de que ninguna negociación pondrá fin al sufrimiento de sus hijos adoptivos en las cárceles israelíes junto con otros 11.000 presos. Ella cree que las manifestaciones de sus familias, sosteniendo sus fotos y pidiendo su liberación, puede ser una fuerza que rompa los barrotes de la cárcel.
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Eman Mohammed, jordano-palestino, es un periodista gráfico y reportero independiente radicado en la Franja de Gaza desde 2005.
"Life prevails": Oleo del artista palestino Ismail Shammout
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