viernes, 25 de septiembre de 2009

El papel de Europa en Oriente Próximo: Un mínimo coraje para una efectiva participación política

Nassar Ibrahim

Lunes 21 de septiembre de 2009, por Revista Pueblos

Oriente Próximo es una región sensible desde el punto de vista político, social y cultural. Aquí tienen lugar choques y enfrentamientos, y las estrategias y las políticas interactúan. En su posición con respecto a las actuales crisis de Oriente Próximo (conflicto israelí–palestino, Irak, Irán, Afganistán, Líbano, Sudán, Somalia, etc.), la fuerza de los poderes mundiales y de sus alianzas locales se pone a prueba, junto a la revisión de sus éxitos y fracasos. A la luz de estas dinámicas, el papel de la Unión Europea (UE) es hoy aún más problemático. Apesar de la fortaleza económica, política, social y cultural de Europa, su contribución (ya sea como una unión o como Estados individuales) aún juega un papel secundario. La UE no ha logrado liderar una posición soberana, a pesar de que reúne las condiciones necesarias, tanto en el plano objetivo como subjetivo, para hacerlo.

La continua marginalización de Europa ha dado lugar a un sentimiento acumulado de desesperación y falta de confianza entre los pueblos de Oriente Próximo en lo que respecta a la capacidad real de la UE para desafiar la dominación estadounidense. Esto, a pesar de las diferentes llamadas en la región para llegar a una más eficaz, equilibrada e independiente posición europea en el plano político y social. Y a pesar, también, de que muchas voces en la región exigen que esa posición sea una condición previa para adoptar medidas prácticas que puedan conducirla hacia la estabilidad y la paz.

Tras la caída de la Unión Soviética, los Estados Unidos tuvieron una oportunidad de oro para adornar su imagen y liberarse de la reclusión de la ecuación bipolar de la Guerra Fría. Lamentablemente, la ideología dominante del “Imperio Americano”, que domina el comportamiento político, ha obstaculizado esta oportunidad. Con los ataques del 11 de septiembre, las elites políticas e intelectuales, y los medios de comunicación de la Casa Blanca, exhibieron una posición pobre e ingenua para hacer frente a los infames eventos. Su política terminó impulsando al mundo a una terrible polarización, sobre la base de simples ecuaciones: la creación de un “eje del mal”, la división del mundo entre los “chicos buenos” y los “chicos malos”, y otras hipótesis, como que “los que no están con nosotros están contra nosotros”, el choque de civilizaciones, religiones, culturas, y la retórica del “fin de la historia”.

Con este proceso acelerado, el enfoque neoconservador que domina las decisiones políticas en la Casa Blanca jugó un papel dramático en la adopción por parte de la Administración Bush de una ofensiva política beligerante en diferentes niveles. Caracterizado por ataques sin restricciones y el uso de la fuerza directa mediante “excedentes políticos, militares y económicos”, sin la debida consideración a las posibles consecuencias, el Gobierno de Bush pasó a moldear el mundo según el dictamen de EE UU y la manipulación de los sentimientos del público estadounidense tras los ataques. Esto tendría una continuidad en las intrusiones en Afganistán e Irak y el apoyo ilimitado a las transgresiones de Israel contra los palestinos, dado que Israel está supuestamente jugando su papel en la “lucha contra el terrorismo”.

Impacto en las relaciones con la UE

Este enfoque ha tenido un impacto teórico y práctico en las relaciones de la región con la UE. No ha quedado espacio para la maniobra europea, al verse reducido al mínimo el papel de Europa en la zona, de modo que no entorpezca el mando americano. La UE se limita hoy a ejecutar económica, política y militarmente lo que se decide en Washington. Los países europeos se encuentran bajo el puño de la política exterior estadounidense, hasta el punto de ser movilizados política, militar y económicamente- para apoyar el belicismo de EE UU en Oriente Próximo. El discurso político y cultural europeo se ha transformado en virtud de la influencia estadounidense, sucumbiendo a la supremacía de la política exterior de EE UU y volviéndose un mero reflejo de la misma.

La condición y el papel de la UE en Oriente Próximo en la época de Bush y Blair se nos revela en una serie de posiciones y políticas que han distorsionado la imagen de los países europeos, y reducido la confianza depositada previamente en ellos, en el Sur y el Este de la cuenca Mediterránea. La posición europea podría caracterizarse como la resignación sumisa y una pobre formulación de políticas con respecto a la absurda omnipotencia de la Administración Bush. En este contexto, es interesante que recordemos algunas de estas posiciones europeas:

  • La justificación de políticas y la polarización política amparadas en la “lucha contra el terrorismo”, y la adopción del discurso islamófobo estadounidense.


  • La embarazosa posición de la UE con respecto a las incursiones israelíes en Cisjordania en 2002, la matanza de Jenin y el asedio al presidente Arafat en Ramallah en abril de 2003.


  • La conformidad con el discurso estadounidense sobre la resistencia palestina contra Israel, etiquetada como “terrorismo”, en contraste con la presentación de las invasiones y las incursiones israelíes contra el pueblo palestino como de “autodefensa”.


  • La justificación de las posiciones de EE UU en el Cuarteto, responsabilizando a los palestinos del fracaso del proceso de paz, al tiempo que se apoyan las políticas israelíes (expansión de los asentamientos, judaización de Jerusalén, etc.), presionando a favor de los Acuerdos de Oslo y la Hoja de Ruta, con sus posteriores fracasos.


  • La aprobación de la política de asedio impulsada por EE UU e Israel contra los palestinos y su Gobierno elegido democráticamente tras la victoria electoral de Hamas en las elecciones al Consejo Legislativo Palestino de 2006.


  • El apoyo a la guerra y la agresión emprendida por Israel contra el Líbano en julio de 2006 junto la sumisión ante la decisión estadounidense de rechazar el alto el fuego israelí con la intención de atacar a la resistencia libanesa. La presión europea para el alto el fuego sólo se produjo tras 33 días de destrucción total de pueblos e infraestructuras libanesas.


  • La posición silenciosa y apática ante el continuo asedio israelí a la Franja de Gaza desde junio de 2006.


  • La impasible y embarazosa posición ante la destructiva agresión por parte de Israel a la Franja de Gaza, que duró 23 días, a finales de diciembre de 2008, causando la muerte de más de 1.400 palestinos, 5.000 heridos, y la destrucción de viviendas e infraestructura.


  • La posición de sumisión con respecto a la designación de Lieberman como ministro de Relaciones Exteriores de Israel en la derecha conservadora del Gobierno de Netanyahu, y su tratamiento como un “mero asunto interno de Israel”, sin tener en cuenta sus efectos sobre el proceso de paz y el futuro de la región.

A la luz de esta lectura, se podría afirmar que estas políticas han debilitado el papel de la UE y han puesto de manifiesto la gran brecha existente entre el desarrollo económico, político, humano y los recursos culturales de Europa, y su dependiente papel político con respecto a EE UU. Esta realidad ha deformado la imagen de la UE en la conciencia colectiva de los pueblos de la región dando lugar a una generalizada falta de confianza. En consecuencia, algunas fuerzas políticas de Oriente Próximo, incluidos algunos países influyentes, no son consideradas en la UE, mientras ésta permanezca bajo la autoridad de la política exterior estadounidense.

Una nueva estrategia

Todavía existe una oportunidad para la UE de volver a construir una estrategia política con los puntos de referencia sobre las lecciones aprendidas y las subsiguientes pérdidas y fracasos en relación con el papel, la imagen y la eficacia de la Unión. Hoy, tras el fracaso de los regímenes neoconservadores en EE UU y de la humillante salida de la Administración Bush, y después de que se pusiera de manifiesto cómo de problemáticas son las declaraciones del tipo “guerras globales contra el terrorismo”, los pueblos de Oriente Próximo, al igual que otros pueblos del mundo, observan los esfuerzos de la Administración de Obama. Esto incluye la formulación de una nueva estrategia de lucha para mejorar la debilitada imagen de EE UU y pagar el precio de la destrucción y pérdida, así como construir una estrategia eficaz que trasciende los argumentos neoconservadores intrusivos y destructivos. Existen esfuerzos para abrir canales de diálogo, incluso con fuerzas y grupos clasificados por EE UU como una amenaza para los intereses del país.

Lo que podría ser significativo, a la luz de estas transformaciones, es que la toma de decisiones europea sigue acatando las órdenes dictadas por EE UU, como si Europa careciese de la posibilidad de iniciación e influencia, incluso a pesar de que ha pagado, de hecho, el precio militar, político y económico de la inquisición de la Administración Bush. Digo esto basándome en el examen de las reacciones europeas a las transformaciones en la región y los nuevos indicadores en el mapa político mundial. Parece que la UE sigue reconociendo su segunda o tercera clase en el tren de toma de decisiones de EE UU, aunque esta política no necesariamente cumpla el enfoque o los intereses europeos.

Asimismo, no parece haber una diferencia si la Administración estadounidense está liderada por Bush u Obama. Uno mismo puede ver que toda movilización o medidas adoptadas por la UE hacia el caos en Oriente Próximo sólo llegan después de EE UU y sus estrategias (la política con respecto a la cuestión nuclear iraní, el proceso de paz en Oriente Próximo, apertura de canales de diálogo con algunos grupos políticos islamistas, etc.). Estas distintas iniciativas sólo llegan después de la luz verde de la Administración de Obama. Nadie pide a la UE que desempeñe un papel rebelde. Esto no está dentro de su naturaleza y no se ajusta a su estructura como una entidad capitalista con intereses comunes con EE UU. Lo que estoy pidiendo es que la UE (como unión o estados individuales) pueda, al menos, tener la valentía para elevarse y reflejar el mínimo de sensibilidad de los ciudadanos europeos con respecto a las guerras de agresión, violaciones de los Derechos Humanos, principios democráticos, y los convenios internacionales (que siguen siendo, teóricamente y prácticamente despreciados y violados por Israel).

Lo que estoy pidiendo es el respeto por la filosofía y la lógica de la geografía política relativa a las relaciones entre Europa y el vecino mundo árabe-islámico. Uno no debe hacer caso omiso de los intereses económicos de la región, ya sea en términos de energía, mercados o incluso en los niveles culturales y sociales, así como las diferentes interrelaciones y la creación de redes en las cuencas del Mediterráneo.

Los puntos mencionados se encuentran entre las razones que hacen que el papel de la UE sea un asunto de extrema urgencia si se está preocupado por el equilibrio, y que contiene las controversias internacionales y regionales causadas por la supremacía de una superpotencia y la dominación. Es probable que esto sirva los intereses de los pueblos de Oriente Próximo y de la UE. La capacidad de la UE para rechazar su dependencia y liderar el papel que le corresponde está condicionada por una serie de factores. Se requiere en primer lugar, reafirmar la fe en Europa a fin de reflejar una visión más equilibrada y justa en el modelo de las relaciones internacionales.

Esto depende de si Europa está dispuesta a reafirmar su papel histórico y los valores acumulados a través de las diferentes revoluciones sociales alcanzadas por los europeos (sin contar con el episodio de la colonización). En segundo lugar, es necesario formular una estrategia de cabildeo político e iniciativa basada en la aplicación de las resoluciones internacionales en lo que respecta a los conflictos de Israel y Palestina. Europa debe atreverse a presionar a la ocupación israelí para poner fin a su ofensiva política contra el pueblo palestino y participar en el boicot económico. También debería tener la valentía de pensar más allá de las justificaciones “antisemitas”, manipuladas por parte de Israel para acallar cualquier voz europea que se atreva a criticar las políticas racistas de Israel y las violaciones basadas en las resoluciones internacionales y los derechos.

No hay que olvidar que la libertad y la independencia del pueblo palestino son sagradas y santas para los palestinos, árabes y musulmanes por igual. Esto presenta un punto de referencia para evaluar la gravedad de la participación internacional en la región. En tercer lugar, la convocatoria para la eficacia de la interacción cultural basada en el respeto de la diversidad y la relatividad cultural y social como una respuesta a la retórica del choque de civilizaciones y religiones.

Esperábamos una iniciativa de las elites intelectuales, culturales, religiosas y sociales de la UE que trascendiese los catastróficos resultados de la “guerra cruzada” iniciada por la Administración Bush y sus expediciones militares en la región. Lamentablemente esto no ha ocurrido. La Administración estadounidense fue tan lejos como para aprovechar la alfombra de los europeos, subestimando su autoridad. Irónicamente, la primera relativa voz racional que abordó el mundo musulmán fue la de Barack Obama desde Turquía, y en las próximas semanas ¡un discurso especial se dirigirá al mundo árabe-islámico desde Egipto!

Podemos preguntarnos en este contexto: ¿a qué está esperando Europa y por qué toda esta vacilación? Lo que se necesita es un papel europeo que pueda al menos respetar y tener en cuenta aspectos históricos, sociales, culturales y económicos de Europa y sus intereses estratégicos. Lo que se necesita es un poco de valor para invertir en una gran cantidad de poder político.

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Nassar Ibrahim es director del Alternative Information Center además de activista, escritor y especialista en resistencia palestina. Ha sido editor jefe del periódico El Hadaf. Este artículo ha sido publicado en el nº 38 de la edición impresa de Pueblos, julio de 2009, especial Oriente Próximo. Versión original en inglés. Traducido para Pueblos por Mireia Gallardo Avellán.

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