domingo, 25 de enero de 2009

La furia autojusticiera de Israel y sus víctimas en Gaza

Ilan Pappe, The Electronic Intifada, 2 enero 2009

Mi visita a mi casa de Galilea coincidió con el genocida ataque israelí contra Gaza. El Estado, con la ayuda de sus medios informativos y de sus intelectuales, retransmitió con voz unánime – aún más fuerte que la escuchada durante el criminal ataque contra el Líbano en el verano de 2006. Israel está inmerso una vez más en una furia autojusticiera que se traduce en actos destructivos contra la Franja de Gaza. Esta espantosa autojustificación para la inhumanidad y la impunidad no sólo es insoportable, si no que es un tema que merce la pena considerar en detalle, si se quiere comprender la inmunidad internacional para la masacre que está arrasando Gaza.

Se basa ante todo en puras mentiras transmitidas en una neolengua reminiscente de los peores días de la Europa de los años treinta. Cada media hora un boletín informativo de la radio y la televisión describe a las víctimas de Gaza como terroristas y los masivos asesinatos cometidos allí por Israel como actos de autodefensa. Israel se presenta ante su propia gente como la víctima autojusticiera que se defiende contra un gran mal. El mundo académico es reclutado para explicar lo demoníaca y monstruosa que es la lucha palestina, si es dirigida por Hamas. Estos son los mismos intelectuales que satanizaron al difundo líder palestino Yasir Arafat en tiempos pasados y deslegitimaron su movimiento Fatah durante la segunda Intifada Palestina.

Pero las mentiras y las representaciones distorsionadas no constituyen la peor parte de esto. Lo que más indigna son los ataques directos contra los últimos vestigios de humanidad y dignidad del pueblo Palestino. Los Palestinos en Israel han mostrado su solidaridad con la gente de Gaza y ahora les han etiquetado como quinta columna en el estado judío; su derecho a permanecer en su patria es presentado como dudoso en vista de su falta de apoyo a la agresión israelí. Aquellos de entre ellos que aceptan aparecer – erróneamente, en mi opinión – en los medios locales son interrogados, que no entrevistados, como si fueran reclusos en la prisión del Shin Bet. Su aparición es precedida y seguida de humillantes observaciones racistas y se enfrentan a acusaciones de ser quintacolumnistas, gente irracional y fanática. Y sin embargo no es ésta la práctica más mezquina. Hay unos cuantos niños Palestinos de los territorios ocupados que están siendo tratados del cáncer en hospitales israelíes. Dios sabe qué precio han pagado sus familias para que los admitan allí. Radio Israel va a diario al hospital a pedir a los pobres padres que digan a la audiencia israelí cuánta razón tiene Israel al atacar Gaza y lo maligno que es Hamas por defenderse.

No hay fronteras para la hipocresía que produce una furia autojusticiera. El discurso de los generales y de los políticos se mueve erráticamente entre, por una parte, la auto-congratulación por la humanidad que el ejército muestra en sus operaciones "quirúrgicas" y, por la otra, la necesidad de destruir Gaza de una vez por todas, de una manera humana desde luego.

La furia autojusticiera es un fenómeno constante del desposeimiento israelí de Palestina, y en el sionista anterior a esto. Cada acto, sea limpieza étnica, ocupación, masacre o destrucción ha sido presentado siempre como moralmente justo y como un puro acto de autodefensa realizado a regañadientes por Israel en contra de la peor especie de seres humanos. En su excelente volumen: "The Returns of Zionism: Myths, Politics and Scholarship in Israel," Gabi Piterberg explora los orígenes ideológicos y la progresión histórica de esa furia autojusticiera. Hoy en día en Israel, de la izquierda a la derecha, del Likud a Kadima, de los círculos intelectuales a los medios informativos, se puede escuchar esa furia autojusticiera de un Estado que está más ocupado que ningún otro Estado del mundo en la destrucción y desposeimiento de una población autóctona.

Es crucial que se exploren los orígenes ideológicos de esa actitud y que se saquen las conclusiones políticas necesarias de su prevalencia. Esta furia autojusticiera blinda a la sociedad y a los políticos en Israel de toda crítica o rechazo externos. Pero mucho peor todavía, se traduce siempre en políticas destructivas contra los palestinos. A falta de un mecanismo interno de crítica y sin presión externa, cada Palestino se convierte en objetivo potencial de esa furia. Dada la capacidad armamentística del estado judío, esto sólo puede llevar inevitablemente a más matanzas masivas, masacres y limpieza étnica.

Este tono autojusticiero es un poderoso acto de auto-negación y justificación. Explica por qué la sociedad judía israelí no puede ser conmovida con palabras sabias, persuasión lógica o diálogo diplomático. Y si no se quiere apoyar la violencia como medio para oponese a ella, queda sólo un camino: cuestionar directamente esa arrogancia moral como una ideología perversa hecha para encubrir atrocidades humanas. Otro nombre para esa ideología es sionismo y un rechazo internacional del sionismo, no sólo por las políticas israelíes en particular, es la única manera de contrarrestar esa arrogancia moral. Tenemos que tratar de explicar no sólo al mundo, sino también a los propios israelíes, que el sionismo es una ideología que apoya la limpieza étnica, la ocupación y ahora matanzas masivas. Lo que se necesita en este momento no es sólo una condena de la actual matanza sino también la deslegitimación de la ideología que produjo esa política y que la justifica moralmente y políticamente. Esperemos que voces significativas en el mundo digan al Estado judío que esa ideología y la actuación en general del Estado son intolerables e inaceptables y que mientras persistan, Israel será boicoteado y sometido a sanciones.

Pero no soy ingenuo. Sé que incluso el asesinato de cientos de Palestinos inocentes no bastaría para producir semejante cambio en la opinión pública Occidental; es incluso aún menos probable que los crímenes cometidos en Gaza lleven a los gobiernos europeos a cambiar su política hacia Palestina.

Y sin embargo, no podemos permitir que 2009 sea sólo un año más, menos importante que 2008, el año conmemorativo de la Nakba, que no satisfizo las grandes esperanzas que todos teníamos respecto a su potencial para transformar de modo significativo la actitud del mundo occidental hacia Palestina y los Palestinos.

Parece que incluso los crímenes más horrendos, como el genocidio en Gaza, son tratados como sucesos discretos, sin conexión con nada que haya sucedido en el pasado y sin estar asociados a ninguna ideología o sistema. En este nuevo año, tenemos que tratar de reubicar la opinión pública respecto a la historia de Palestina y la perversión de la ideología sionista como los mejores medios para explicar las operaciones genocidas, como la actual en Gaza, y como medio para impedir que sucedan cosas aún peores.

Académicamente, ya se ha hecho. Nuestro principal desafío es encontrar una manera eficaz de explicar la conexión entre la ideología sionista y las pasadas políticas de destrucción, hasta la crisis actual. Puede que sea más fácil hacerlo mientras, bajo las más terribles circunstancias, la atención del mundo está dirigida una vez más hacia Palestina. Sería aún más difícil en tiempos en los que la situación parezca estar "más calmada" y menos dramática.

En esos momentos "tranquilos", el escaso margen de atención prestado por los medios occidentales marginaría una vez más la tragedia palestina y la desatendería ya sea por los horribles genocidios de África o ya sea por la crisis económica y las catástrofes ecológicas en el resto del mundo. Aunque es poco probable que los medios occidentales se interesen por referentes históricos, es tan sólo mediante una evaluación histórica como puede quedar expuesta la magnitud de los crímenes cometidos contra el pueblo palestino durante los últimos 60 años. Por lo tanto, el papel de los intelectuales activistas y de los medios alternativos es insistir en este contexto histórico. Estos agentes no deben dejar de educar a la opinión pública y esperemos que incluso lleguen a influenciar a los políticos de más conciencia para que contemplen los acontecimientos dentro de una perspectiva histórica más amplia.

Del mismo modo, tal vez podamos encontrar la manera popular, a diferencia de la académica tan intelectualizada, de explicar claramente que la política de Israel – en los últimos 60 años – proviene de una ideología racista hegemónica llamada sionismo, protegida por interminables capas de furia autojusticiera. A pesar de la previsible acusación de antisemitismo y de lo que sea, es hora de asociar en la mente pública la ideología sionista con las características históricas ya familiares del país: la limpieza étnica de 1948, la opresión de los palestinos en Israel durante los días del gobierno militar, la brutal ocupación de Cisjordania y ahora la masacre de Gaza. De un modo muy similar a cómo la ideología del Apartheid explicaba las políticas opresoras del gobierno sudafricano, esta ideología – en su variedad más consensual y simplista – permitió que todos los gobiernos israelíes del pasado y del presente deshumanicen a los palestinos dondequiera estén, y se esfuercen por destruirlos. Los medios utilizados variaron de un período al otro, de un sitio a otro, como lo hizo la narrativa para encubrir estas atrocidades. Pero existe un modelo obvio que no sólo puede ser debatido en las torres de marfil académicas, sino que tiene ser parte del discurso político sobre la realidad contemporánea de la Palestina actual.

Algunos de nosotros, a saber, los que están comprometidos con la justicia y la paz en Palestina, eluden inconscientemente este debate al concentrarse, y es comprensible, en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO), Cisjordania y la Franja de Gaza. La lucha contra las políticas criminales allí es una misión urgente. Pero esto no debiera transmitir el mensaje de que las potencias de Occidente adoptaron gustosamente, a instancias de Israel, que Palestina está sólo en Cisjordania y la Franja de Gaza, y que los palestinos son sólo la gente que vive en esos territorios. Debemos expandir la representación de Palestina, geográfica y demográficamente, haciendo conocer la narrativa histórica de los acontecimientos de 1948, y los posteriores, y exigir igualdad de derechos humanos y civiles para todos los que viven, o solían vivir, en lo que es actualmente Israel y los Territorios Palestinos Ocupados.

Al conectar la ideología sionista con las políticas de las atrocidades pasadas y presentes, podremos proporcionar una explicación clara y lógica para la campaña de boicot, desinversión y sanciones contra Israel. Cuestionar por medios no-violentos un Estado de ideología autojusticiera que se permite, con la ayuda de un mundo mudo, desposeer y destruir al pueblo autóctono de Palestina, es una causa justa y moral. Es también un medio efectivo de galvanizar a la opinión pública no sólo contra las actuales políticas genocidas en Gaza, sino que puede impedir futuras atrocidades. Pero lo más importante de todo es que pinchará el globo de la furia autojusticiera que ahoga a los palestinos cada vez que se infla. Ayudará a terminar con la inmunidad occidental ante la impunidad de Israel. Sin esa inmunidad, cabe esperar que más y más gente en Israel comience a ver la verdadera naturaleza de los crímenes cometidos en su nombre y que su furia se dirija contra los que les atraparon a ellos junto con los palestinos en este ciclo innecesario de derramamiento de sangre y violencia.

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Ilan Pappé dirige el Departamento de Historia de la Universidad de Exeter (Reino Unido)

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