El ilegal bloqueo israelí de Gaza supera en duración a los asedios de Leningrado, Stalingrado y del gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial, y no se ve señal alguna de que este crimen humanitario vaya a terminar.
El informe publicado por 16 agencias humanitarias, Failing Gaza: no rebuiliding, no recovery, no more excuses, [Fracaso en Gaza: ni reconstrucción, ni compensaciones, ya está bien de excusas] describe un panorama terrorífico de la creciente crisis humanitaria en Gaza. El bloqueo israelí de dos años y medio de duración y sus 22 días de ataques militares en 2008-09 se han cobrado un terrible peaje.
Tras los 60 años de opresión vividos desde la apresurada finalización del Mandato [británico] de Palestina en 1948, y los cierres y restricciones impuestos a partir de la segunda Intifada en septiembre de 2000, la situación sólo puede calificarse de catastrófica para el millón y medio de habitantes de Gaza. Sólo se permite el paso de alimentos y medicinas básicos, en cantidades que sólo llegan a un tercio de lo que era habitual antes. Israel normalmente sólo autoriza la entrada de 35 tipos de productos, frente a los 4.0000 que se importaban antes del bloqueo. Al no existir una lista oficial de los productos permitidos, los autorizados se ven sometidos a continuos cambios. Son escasos los bienes y las personas a las que se permite abandonar Gaza. Las medidas de Israel han hundido las exportaciones y la economía de Gaza.
Los bombardeos destruyeron o dañaron gravemente más de 700 empresas privadas, con un coste de 139 millones de dólares. Al sumarse al colapso del 98 por ciento de las actividades industriales debido al bloqueo, ha aumentado la tasa oficial de paro en más del 40 por ciento y ha sumido en la pobreza a muchas más familias. Ya en mayo de 2008, el 70 por ciento de los hogares vivía con menos de un dólar diario.
Los tanques israelíes y los vehículos blindados arrasaron el 17 por ciento de las tierras de cultivo de Gaza: huertos, campos, invernaderos y sistemas de riego quedaron pulverizados. Gaza podía producir 400.000 toneladas al día, de los cuales un tercio eran frutas y verduras para la exportación a Europa y para proveer una cuarta parte de las necesidades alimentarias de su población. Ahora estas dos fuentes de ingresos han desaparecido, y Gaza depende cada vez más de los víveres procedentes de Israel, que antes del bloqueo en 2007 suponían un 17 por ciento y ahora alcanzan el 74%.
El pasado mes de mayo, en una medida de la que no se ha informado suficientemente, Israel eliminó, según estimaciones, la producción del 46 por ciento de las tierras cultivables, cuando los aviones israelíes lanzaron octavillas en la que se decía que los israelíes imponían una "zona de seguridad" en el interior de la frontera de Gaza, lo que suponía unos 300 metros de zona de nadie. En realidad, la zona de seguridad se extendía entre uno y tres kilómetros del territorio de la franja. Y ello, a pesar de que se había dejado de lanzar cohetes desde Gaza hacia las ciudades y pueblos del sur de Israel. Esta medida unilateral dejaba incultivable, de hecho, una superficie equivalente a una cuarta o tercera parte de las tierras agrícolas de Gaza, y muchos agricultores perdieron su medio de subsistencia.
Israel ha impedido el paso de excavadoras y materiales y maquinaria de construcción, lo que ha imposibilitado reparar los daños ocasionados, estimados entre 660 y 890 millones de dólares, e incluso retirar las 600.000 toneladas de escombros. Un trabajo que requeriría 200.000 jornadas de trabajo. Cemento, grava, tuberías, cristales, acero, aluminio y alquitrán, así como piezas de recambio para las escasas maquinarias de construcción y excavadoras que quedan, son absolutamente necesarios, pero este año han entrado en Gaza sólo 41 camiones con materiales de construcción.
Los suministros que llegan a pesar de todo, lo son de contrabando a través de la red de túneles entre la frontera meridional de Gaza con Egipto, con un terrible coste tanto económico como humano por el peligro que suponen las bandas criminales y de delincuencia organizada que controlan los túneles.
Imposibilitados por Israel para rehacer sus vidas, la situación hoy es todavía peor que hace un año. El ataque israelí contra Gaza destruyó más 15.000 viviendas, y desplazó a 100.000 palestinos. En julio de 2009 todavía quedaban 20.000 personas sin hogar, viviendo con parientes o, en algunos casos, en tiendas de campaña. La Agencia de la ONU para los refugiados palestinos se ha visto obligada a formar obreros para la fabricación de ladrillos de barro para la construcción de chozas- un retroceso a la situación que se mantuvo durante décadas tras la guerra de 1948 que ocasionó el desplazamiento de más de 700.000 palestinos.
Israel ocasionó graves daños en el abastecimiento de electricidad en Gaza que ya se encontraba al borde del colapso. Se bombardearon transformadores, torres de conducción eléctrica, cables y subestaciones eléctricas. La principal estación de suministro se vio obligada a cerrar durante diez días por falta del combustible procedente de Israel, y la destrucción de la mayoría de las redes que llevaban la electricidad desde Israel y Egipto, lo que produjo una reducción masiva del 75 por ciento del suministro eléctrico- Mas de la mitad de los habitantes de Gaza- un millón de personas- se vieron privados de electricidad durante el ataque y medio millón no dispusieron de agua corriente, mientras las aguas residuales corrían por las calles.
Un año después, el 10 por ciento de la población sigue sin electricidad, y el 90 por ciento tienen suministro con cortes de entre cuatro y ocho horas diarias. Hoy mismo, la electricidad es insuficiente para tratar las aguas residuales. El bloqueo de Israel impide el suministro de piezas de recambio imprescindibles y limita el abastecimiento de gasóleo a 2,2 millones de litros semanales cuando se necesitan 3,5 millones. Más aún, las continuas conexiones y desconexiones de las plantas eléctricas- diseñadas para funcionar de forma ininterrumpida- estropean sus mecanismos.
A los pescadores de Gaza se les impide pescar más allá de tres millas náuticas desde la costa, lo que limita sus capturas, y causa más empobrecimiento y malnutrición, mientras los 80 millones de litros de aguas residuales parcialmente tratadas que se vierten diariamente al mar contaminan las aguas y envenenan las reservas de pesca.
Las bombas y cohetes de Israel han destruido también la red de suministro de agua: los principales depósitos de almacenamiento y 30 kilómetros de la red de tubería quedaron dañados o totalmente destruidos, aunque desde entonces se han reparado 21 kilómetros, y nueve pozos, más de 6.000 depósitos caseros situados en las azoteas y 840 conexiones a viviendas. Pero como no ha sido posible la reconstrucción, y el suministro eléctrico es tan intermitente, 8.000 personas siguen sin acceso a tuberías de agua, el 90-95 por ciento de esa agua no cumple con las condiciones de salubridad de la Organización Mundial de la Salud, y los altos niveles de nitratos ponen en peligro de envenenamiento a los bebés recién nacidos. La mala calidad del agua está produciendo crecientes problemas sanitarios. La diarrea, una enfermedad fácilmente evitable, es responsable del 12 por ciento de las muertes de los menores en Gaza.
La falta de presión de las tuberías ocasiona que las aguas contaminadas del entorno puedan entrar en las tuberías y llegar a los consumidores cuando se restablece el suministro. Las agencias humanitarias advierten de que con las extracciones de agua cada vez mayores, que superan las recargas naturales, el agua marina se introduce en los acuíferos y causa su salinización. Centenares de miles de personas se ven obligadas a comprar agua embotellada transportada privadamente- a un elevado coste- y decenas de miles dependen del agua potable que les proporcionan las agencias humanitarias.
La destrucción o los graves daños sufridos por casi la mitad del sistema de salud: hospitales, centros de atención primaria y ambulancias, han empeorado las condiciones sanitarias. Incluso donde ha sido posible repararlos, los cortes de suministro eléctrico imponen intolerables restricciones, que obligan a depender de tratamientos médicos en el exterior. La incontinencia nocturna y las pesadillas son ahora endémicas entre los niños.
Los israelíes siguen negando la salida de Gaza incluso a enfermos graves para su tratamiento en Cisjordania, Jerusalén oriental, Jordania o Israel. Durante los seis primeros meses inmediatos a la invasión militar, sólo se permitió abandonar Gaza, a través del puesto fronterizo de Erez, al 51 por ciento de los enfermos que solicitaron seguir su tratamiento médico fuera. Más de un tercio de las solicitudes se demoraron y el 73 por ciento de ellos sufrieron retrasos de más de siete días. Muchos de los enfermos murieron mientras esperaban la autorización.
El bloqueo y el ataque bélico destruyó 18 escuelas y dañó al menos otras 288. Las consecuencias han sido que el 82 por ciento de las escuelas públicas y el 88 por ciento de las de la ONU han tenido que establecer dos turnos diarios, y algunas, incluso tres. Sólo 640 escuelas proporcionan enseñanza a 440.000 estudiantes y se necesitan con urgencia 105 nuevas escuelas.
La mitad de la población de Gaza es menor de 18 años, de ahí que el impacto de la agresión en los niños haya sido desastroso. Durante el año académico 2008-09, 14.000 niños- el 6,7% de los escolarizados en centros de la UNRWA (Agencia de la ONU para los refugiados)- suspendieron todas las asignaturas. Sin embargo, en otra época, los palestinos eran las personas con mejor educación de Oriente Próximo. Una evaluación exhaustiva de la situación ha revelado que muchos de quienes suspendieron estaban desnutridos y padecían anemia.
WSWS.org, 29 de diciembre de 2009
[Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre]
miércoles, 6 de enero de 2010
Las agencias humanitarias detallan la devastación social en Gaza
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