Por Jerrold Kessel y Pierre Klochendler
JERUSALÉN, 10 nov (IPS) - "Asegúrate de darle esto a tu padre", dijo un inspector municipal israelí a un niño palestino de 10 años en la puerta de su casa en Jerusalén oriental, mientras le tendía una notificación judicial de demolición de vivienda.
El documento "número 59" es un aviso de inminente demolición para las casas que carezcan del debido permiso de construcción. El encabezado dice: "Destinatario desconocido".
"Ahora se dirigen a mí como ‘desconocido’. Pero bien que saben mi nombre para enviarme facturas de impuestos municipales y otros", señaló Musa Udeh, padre de cinco hijos, y uno de los 78 propietarios del barrio de al-Bustan, en el área jerosolimitana de Silwan, cuyas casas tienen aviso de demolición. Silwan, de mayoría árabe, está cerca de la amurallada Ciudad Vieja de Jerusalén.
Diez casas de al-Bustan fueron demolidas desde que el nuevo alcalde israelí asumió el cargo hace un año.
Un grupo de policías israelíes armados bloquearon el estrecho callejón donde está la casa de Musa, concitando la atención de los vecinos. Musa discutió en hebreo con el sargento Fares, flanqueado por el coordinador del Comité contra la Demolición de Casas en Silwan, Fakhri Abu Diab.
"Éste es el Estado de Israel, ésta es la tierra de Israel", declaró el sargento.
"De qué estás hablando", replicó Musa. "Mi padre, mi abuelo y el abuelo de mi abuelo nacieron aquí. Somos de Silwan, ustedes son los ocupantes", añadió.
"Puede que sea tu tierra, pero también es la nuestra", respondió Fares. En seguida un oficial con gafas de sol pasó su brazo por los hombros del sargento, lo separó unos metros y le susurró: "Tranquilo, no se enfrasque en una discusión política".
"Lo que no entiendo", interrumpió Fakhri, "es por qué la provocación. ¿Por qué vienen a intimidarnos con sus uniformes antidisturbios, sus rifles y sus vehículos todoterreno?", increpó. "Sólo para incitarnos a la violencia y justificar lo que están haciendo. Si van a distribuir órdenes de demolición, ¿por qué no lo hacen por correo como el resto de los impuestos?", prosiguió.
"¿Cuántas notificaciones entregarán hoy?, ¿las 78?", preguntaron los periodistas presentes, entre los que estaba IPS, a los dos funcionarios municipales llegados al lugar. "No es de vuestra incumbencia", respondió uno de ellos. "Están molestando, ¡fuera!".
"Su política es entregar los avisos de a poco", explicó Mohammad Najal, coordinador comunitario de los barrios palestinos de Jerusalén oriental. "Si lo hicieran de una sola vez, todo el mundo les caería duro", añadió.
Mohammad se encontraba en Silwan de casualidad para reunirse con Fakhri y analizar futuras estrategias para reforzar la resistencia pacífica frente a las activas políticas israelíes contra la población árabe de Jerusalén oriental.
El proceso de demolición siempre es inoportuno para los palestinos, pero esta vez puede que también lo sea para el Estado judío, porque ocurrió en la víspera de la reunión del lunes entre el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y el presidente estadounidense Barack Obama.
El encuentro se realizó en Washington a puertas cerradas sin declaraciones posteriores y sin que ambos gobernantes se mostraran juntos frente a la prensa, un hecho que revela la tensión entre los dos países.
Los palestinos tenían esperanzas de que Washington se mostrara más duro en la reunión respecto de las políticas israelíes en el territorio ocupado de Jerusalén oriental.
Este domingo viajará a Washington el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, para reunirse con su par estadounidense, Robert Gates, y con el representante especial de la Casa Blanca para Medio Oriente, George Mitchell.
Mientras, Estados Unidos trata de apaciguar al atribulado presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, quien declaró la semana pasada que no aspiraría a un nuevo mandato en las elecciones de enero a raíz del estancamiento del proceso de paz, lo que complica aún más las cosas.
"Estamos cada vez más decepcionados. Obama todavía tiene que traducir sus promesas en hechos", señaló Mazen Abu Julbein, otro activista de Silwan. "Pero todavía no perdimos las esperanzas. Su posición respecto de Jerusalén oriental pondrá a prueba sus verdaderas intenciones", añadió.
Los dos vehículos todoterreno Land Rovers y las dos camionetas Toyota, con una malla de hierro en los parabrisas para protegerlos de pedradas, siguieron a toda velocidad hacia su siguiente destino.
A tan sólo unos 200 metros de allí, se erige la ennegrecida cúpula plateada de la mezquita de Al-Aqsa, dentro de Haram al-Sharif, el complejo religioso de la Explanada de las Mezquitas, o Monte del Templo para los judíos, dentro de las murallas de la Ciudad Vieja del siglo XVI.
Los vehículos policiales se detuvieron frente a un nuevo edificio de apartamentos de siete pisos. Una pancarta azul y blanca con una gran estrella de David pende desde el techo hacia el callejón de abajo.
Es uno de los varios edificios de Silwan, donde en los últimos años se asentaron nacionalistas israelíes religiosos para aumentar la presencia judía en el barrio árabe. Durante un tiempo fue un secreto a voces que sus habitantes tampoco tenían los permisos de construcción necesarios.
Organizaciones de derechos humanos entablaron una demanda a la municipalidad, según la prensa local, por la demolición de una pequeña casa palestina.
El juez de la causa llamó a declarar a un inspector municipal y le preguntó por qué no se había enviado un aviso de demolición al edificio de siete pisos, a lo que el funcionario replicó: "Es que no lo vi".
El tribunal todavía debe emitir un fallo al respecto.
Policías aguardaban cerca de la casa de Musa, preparados por si surgía algún problema que requiriera su intervención. La delicada situación se agravó cuando, no muy lejos de allí, cayó una lluvia de piedras desde uno de los techos. Las fuerzas del orden tomaron sus posiciones de combate, pero el sargento Fares levantó su mano para contener la represalia.
Fakhri también se adelantó para calmar al grupo de espectadores palestinos. "No queremos más problemas. Nuestro objetivo es que se anulen estas órdenes, la violencia no nos va a ayudar", dijo a los policías y a la gente atraída por el alboroto.
El "desconocido" Musa seguía furioso. Mientras las camionetas se disponen a partir, tiró la notificación de demolición en la cara del inspector, quien se la volvió al lanzar con desdén.
"Todavía esperamos ver la luz al final del túnel", señaló Fakhri, como corolario del pequeño incidente, que pudo terminar peor. "Tenemos que seguir aferrados a las esperanzas", apuntó.
"Pero lamentablemente, por el momento, si algo de luz entra al túnel, no es el tren de la paz, sino el de siempre, el que nos aplasta y nos enceguece una vez más", añadió.
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