[Foto: Los palestinos están indignados por los Jaguars, BMVs, Mercedes y otros cochazos de lujo de dirigentes de Fatah asistentes a la 6ª asamblea, que se ven aparcados junto a la Basílica de la Natividad]
[ 09/08/2009 - 04:07 PM ]
Por Khalid Amayreh en Belén
Muchos palestinos habían pensado que la asamblea de Fatah en Belén revitalizaría el movimiento, liberándolo de su actual y deshonroso servilismo a Israel y lo traería de regreso al buen camino, el camino de la verdadera lucha nacional que liberará al pueblo palestino y a su usurpada patria de la cruel ocupación y dominación sionista.
Sin embargo, en vez de eso, lo que hemos estado presenciando en los últimos días ha sido la cacofonía de desvaríos y fanfarronadas que ha fracasado miserablemente a la hora de abordar los problemas reales y fundamentales a los que se enfrenta el pueblo palestino, y que amenazan sus intereses vitales nacionales.
De hecho, mientras los aproximadamente 2.200 delegados de Fatah se empecinaban en dar vueltas en torno a palabras vacías, eludían cuidadosamente cuestiones clave como el Derecho al Retorno, el inherentemente ignominioso escándalo de la coordinación en temas de seguridad con Israel y el persistente bloqueo israelí de la Franja de Gaza, así como la criminal política de prohibir la entrada de materiales de construcción a Gaza.
Fatah también ha pasado por alto el escandaloso espectáculo conocido como “proceso de paz”, que ha sido utilizado por Israel como tapadera para continuar con su expansión de asentamientos coloniales judíos así como con la implacable destrucción de la identidad islámica árabe de Jerusalén.
Por supuesto que nadie en sus cabales esperaba que la asamblea de Fatah fuera a declararle la guerra a Israel. Sin embargo, cada palestino tiene todo el derecho a esperar que los delegados de Fatah se demuestren a sí mismos que merecen ser los representantes que proclaman ser del pueblo palestino.
Lo que resulta aún más trágico es que hay la extendida impresión de que los delegados de Fatah están poniendo sus estrechos intereses partidistas y personales por delante de la tarea nacional.
Bueno, no hay nada peor que una nación que se escinde en grupos, y que cada grupo se vea a sí mismo como una nación.
Por desgracia, Fatah ya no es lo que fue. El antiguo movimiento de liberación permite que sus corruptos dirigentes lo domestiquen a fondo, eliminando su aspecto revolucionario, mientras cínicamente proclaman que siguen aferrados a la vía de la resistencia y la lucha armada.
Bien, estos dirigentes llevan desde 1993 intentando exhaustivamente la vía de las negociaciones con Israel sin éxito alguno. De hecho, el único resultado palpable de los casi quince años de negociaciones maratonianas con Israel ha asumido la forma de más asentamientos judíos en Cisjordania y más robo de tierras árabes, tanta tierra han robado que ya no queda casi sitio para poder establecer un verdadero estado palestino viable.
Ahora, esos dirigentes, que continúan en sus puestos desvergonzadamente con la falsa excusa del patriotismo, están prometiendo más de lo mismo, es decir, más conversaciones baldías con Israel, probablemente hasta que no quede nada con que negociar. Por desgracia, esta es la deformada visión que tienen del pragmatismo y del realismo.
La forma en que la asamblea de Belén se ha referido al derecho al retorno es muy preocupante, por decirlo de modo suave. Los funcionarios de Fatah, incluido el presidente Mahmoud Abbas, se limitaron a hacer alusiones vagas, imprecisas y generales sobre el derecho de retorno.
Esas alusiones mostraron que Fatah podría estar utilizando la más importante cuestión palestina como una especie de moneda de cambio para conseguir que Israel se avenga a dar un estado a los palestinos, aunque esté desprovisto de la sustancia que ese “estado” debería tener.
De hecho, una lectura cuidadosa del discurso de Abbas surgiere que la OLP y los dirigentes de Fatah estarían listos y dispuestos a comprometer efectivamente el derecho al retorno a cambio de ciertas compensaciones políticas.
Más concretamente, la charlatanería de Abbas sobre el regreso de 300.000 palestinos a Cisjordania y la Franja de Gaza tras la conclusión de los Acuerdos de Oslo muestra una auténtica tendencia por su parte a considerar el “retorno de los palestinos desplazados a los territorios ocupados por Israel en 1967” como un cumplimiento parcial del derecho al retorno.
De ser así, esto supondría la traición definitiva a la causa del derecho al retorno y un pérfido abandono de millones de sufridos refugiados que han estado soñando con volver a sus hogares, pueblos y ciudades de donde ellos o sus padres y abuelos fueron arrancados cuando se creó el perverso estado sionista hace más de 60 años.
Todos sabemos que Abbas acostumbra a hablar del derecho al retorno en términos despreciativos y desdeñosos. Esto es lo que hace que Israel le aprecie tanto y le haga ganar el frívolo epíteto de “moderado”. También sabemos que si no hubiera sido por los esfuerzos de Hamas y otros dignos nacionalistas palestinos para reafirmar el carácter central del derecho al retorno, Fatah, bajo su dirigencia dada a las componendas, probablemente habría permitido que el tema cayera en el olvido.
Esto demuestra que no se le puede confiar sólo a Fatah el sagrado derecho de los refugiados a retornar a sus hogares. Esto fue verdad durante la época de Arafat y aún es más verdad ahora con la aparición de una nueva generación de dirigentes de Fatah que muestran más interés por los coches elegantes y por la acumulación de riqueza que por el sufrimiento del pueblo palestino.
Otro tema que la asamblea de Fatah ha ignorado casi completamente es la desgraciada “coordinación de seguridad” con Israel en Cisjordania. Esta abominable coordinación de seguridad no está lejos de la traición.
La coordinación de seguridad adopta toda una serie de formas y expresiones alarmantes, incluida la sistemática persecución y acoso de los simpatizantes de Hamas, el cierre de instituciones islámicas, el despido de sus trabajos de funcionarios islámicos así como el intercambio de datos sobre potenciales activistas de la resistencia.
El año pasado un comandante de seguridad palestino de alto rango fue citado diciéndole a un comandante del ejército sionista: “Somos aliados, no enemigos, tenemos un enemigo común que es Hamas.”
Por desgracia, este oficial y sus colegas hasta la fecha no han sido reprendidos ni castigados por hacer esos traidores comentarios. De hecho, algunos de esos oficiales están participando en la asamblea de Belén.
Ni que decir tiene que la estrecha colaboración entre las agencias de seguridad de la Autoridad Palestina e Israel ha tenido consecuencias desastrosas para la causa de la unidad nacional palestina.
Desde mediados de 2007, se cree que han sido detenidos unos 10.000 activistas islámicos en Cisjordania, sometiendo a muchos de ellos a graves torturas que han hecho peligrar sus vidas.
De hecho, al menos once personas, entre ellas dirigentes religiosos, profesores y otros profesionales, han muerto a consecuencia de las torturas que les infligieron los interrogadores de la AP.
La víctima más reciente ha sido Kamal Abu T’iema, maestro de escuela y líder comunitario del campo de refugiados de Fawwar, cerca de al-Khalil, que ha pasado la cuarta parte de su vida pudriéndose en las cárceles y mazmorras israelíes.
Abu T’iema murió la pasada semana de un derrame cerebral generalizado que sufrió hace unas cuantas semanas a consecuencia de las graves torturas a que fue sometido en la sede de una agencia de seguridad de la AP en Hebrón. Nunca imaginó, ni en sus peores pesadillas, que sería torturado hasta morir a manos de la misma gente que proclama luchar por la libertad de Palestina.
Lamentablemente, muy pocos delegados de Fatah en Belén tuvieron el coraje moral de llamar a las cosas por su nombre, especialmente cuando la espada* está en manos de tipos como Muhammad Dahlan, quien con tanta disposición y entusiasmo actuó a requerimiento de la administración Bush a fin de provocar una guerra civil en Palestina al servicio de los objetivos y designios de Israel.
Fatah fue en tiempos vez un casa honorable que luchaba por una justa causa, la causa de un pueblo oprimido resistiendo frente a un agresor de tipo nazi que busca su destrucción y obliterarlo de la faz de la tierra.
Ahora, según parece, Fatah se ha transformado finalmente en un hotel de cinco estrellas donde los antiguos revolucionarios se afanan en disfrutar de la vida, mientras observan con total insensibilidad cómo el mismo país que trataban de liberar está siendo pulverizado y expoliado por los sionistas; y la misma gente que ellos proclaman representar es violada, arrasada y atormentada por Israel, su presunto socio para la paz.
Bueno, el Fatah que hemos conocido durante décadas parece haber muerto. Quizás surja otro Fatah, un movimiento más limpio y más honorable que reemplace al que ha muerto. Esto es inevitable porque la traición nunca prospera en esta tierra.
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* N.T.: Esta “espada” viene de la frase anterior. Llamar a las cosas por su nombre, o como decimos coloquialmente por aquí “llamar al pan pan y al vino vino”, lo dicen los ingleses “call the spade a spade” (literalmente llamar espada a la espada)
miércoles, 12 de agosto de 2009
Fatah ignora los problemas reales, hace proclamas huecas
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