13.08.09 - Ramzy Baroud
Este no es el orden racional de las cosas. Una opresiva ocupación militar debería ser resistida por un igualmente decidido, centrado y firme movimiento nacional, férreamente empeñado en la liberación a toda costa y por cualquier medio. Esta es la ley no escrita que ha regido y salvaguardado con éxito los proyectos de liberación nacional a través de la historia. Sin embargo, el movimiento Fatah, bajo el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas, quiere alterar ese orden, encarando el colonialismo israelí mal con un mal definido "pragmatismo", la extrema violencia con declaraciones de prensa cargadas de un sinfín de clichés la mayoría de los cuales no se denuncian, y el decidido intento de Israel de aplastar las aspiraciones palestinas con tribalismo político, decadencia de facciones y divisiones internas.
De hecho, el gran retraso de la asamblea de Fatah, celebrada en Belén el 4 de agosto, ha puesto de relieve lo obvio: el movimiento que todo lo abarca, y que tenía por objeto exigir y salvaguardar los derechos nacionales palestinos, se ha convertido en una carga que, en todo caso, seguirá haciendo descarrilar el proyecto nacional palestino. Esto llega en un momento en que el pueblo palestino se encuentra con necesidad urgente de una respuesta colectiva que sea lo suficientemente fuerte como para resistir la presión militar israelí y la coacción en casa, lo suficientemente elocuente como para comunicar el mensaje palestino a una audiencia global, y lo suficientemente inteligente como para galvanizar el apoyo internacional y la solidaridad en beneficio de la libertad y la independencia de Palestina.
Pero lo que hemos presenciado en Belén fue una extraña manifestación de la discordia de las egoístas y auto-impuestas élites compitiendo por títulos vacíos, puestos sin valor y prestigio huero. La burla empezó cuando cientos de delegados adicionales fueron invitados a sumarse al ya de por sí hinchado número de miembros de Fatah, con la esperanza de que su presencia reforzaría la posición de este líder de facción o de aquel otro. Curiosamente, el lugar de reunión fue la ocupada Belén. Los delegados del movimiento de 'resistencia' tuvieron que pasar por los puestos de control y detectores de metales israelíes para llegar a su lugar de encuentro y hablar de hipotéticas revoluciones e imaginaria resistencia. Quedaron excluidos los miembros de Fatah que no pasaron el escrutinio israelí. Tal vez, no eran lo suficientemente 'revolucionarios' para el gusto de Israel.
Entonces comenzó el espectáculo. Se podría esperar que tuvieran una pizca de orgullo por el hecho de que los delegados no fueran participantes en una típica reunión de conformistas como es el caso de las asambleas de los partidos gobernantes de toda la región. Pero esto hubiera sido auto-engañarse. Los acalorados debates que se convirtieron en peleas a gritos, fueron de poca relevancia para las luchas y desafíos a los que se enfrenta el pueblo palestino en casa y en el extranjero. No fue la difícil situación de Gaza, ni la causa de los refugiados, ni el mejor método para lograr la solidaridad internacional lo que atrajo la ira de los miembros más respetados. Las disputas fueron más personales. Una denominada generación más joven tratando de conseguir de la denominada vieja guardia mayor representación en los 21 miembros del comité central del movimiento y los 120 miembros del Consejo Revolucionario.
Muchos informes de prensa redujeron la continua agitación de Fatah a pizcas de sonidos y verdades a medias. La antigua jerigonza reciclada de "moderados" de Fatah fue una vez más yuxtapuesta a la de "extremistas" de Hamas, la violencia de este último a la inversión del primero en un fingido "proceso de paz", los que quieren vivir en paz, "lado a lado" con Israel y los que quieren "aniquilar" al estado judío.
"Ahora los palestinos - como los israelíes y el apoyo internacional de Fatah - están a la espera de ver los resultados", informó el New York Times. Cierto, pero los palestinos estaban esperando por razones totalmente diferentes.
Fatah ha cambiado a lo largo de los años. Comenzó como un movimiento de resistencia de miembros bien intencionados, en su mayoría estudiantes y jóvenes profesionales en las décadas de 1950 y 60. Los jóvenes dirigentes estaban motivados por diversos factores, entre ellos los principales eran la difícil situación de los refugiados, la falta de un liderazgo palestino verdaderamente independiente y el fracaso de los gobiernos árabes en cumplir sus promesas de liberar Palestina. La resistencia era en realidad el núcleo del programa de liberación de Fatah.
Uno de los fundadores del movimiento, escribió una vez: "No fueron sólo las experiencias y los errores de nuestros antecesores, los que ayudaron a guiar nuestros primeros pasos. La guerra de guerrillas en Argelia, que se inició cinco años antes de la creación de Fatah, tuvo una profunda influencia sobre nosotros. Nos impresionaron los nacionalistas argelinos por la capacidad de formar un frente sólido, librar una guerra contra un ejército mil veces superior a sus propias fuerzas, conseguir muchas formas de ayuda de diversos gobiernos árabes y al mismo tiempo evitar depender de ninguno de ellos."
Con los años, ya sea por necesidad política o militar, divisiones internas o cualesquiera otros factores, Fatah se convirtió en un crisol en el que se mezclaban revolucionarios románticos y poetas, elites ricas y políticos chaqueteros. Se trataba de un extraño equilibrio, pero un equilibrio, no obstante, que mantenía a los desconfiados Palestinos con la esperanza de que los elementos revolucionarios de Fatah acabarían prevaleciendo con el tiempo. Pero después de que Yasser Arafat firmó los Acuerdos de Oslo con Israel, en 1993, los millonarios y sus dudosos aliados políticos ganaron, convirtiendo a Fatah en una gigantesca empresa, que se nutría con la retórica vacía de la "paz", estaba financiada por donantes internacionales, y dirigida por los elementos "pragmáticos" del movimiento, que se aliaron personalmente con Israel para preservar sus ganancias, aunque fueran insignificantes.
Esta es la razón por la que "los palestinos (estaban) esperando", quizá con la esperanza de que Fatah retornara una vez más a sus principios fundacionales, con un proyecto nacional coherente, estableciendo unidad de propósito y claridad de objetivos. No es que los palestinos estuvieran hambrientos de resistencia violenta y ansiosos por volar cosas, sino que anhelaban un Fatah que una vez más instituyera la resistencia como una idea, como una cultura, con todas sus manifestaciones, imbuidas si fuera necesario. Querían que Fatah volviera a los fundamentos, asumiera la lucha de su pueblo, en oposición a la retórica traidora que convirtió Palestina en una colección de tribus políticas, cada una de ellas armada con ONGs, boletines, e hinchadas cuentas bancarias en diversas capitales europeas.
Uno quiere denunciar este vergonzoso episodio en la historia de la lucha Palestina, pero uno debe recordar que la historia tiene un modo de repetirse. El decaido Fatah que fue una vez creado para representar las aspiraciones de los oprimidos refugiados palestinos se enfrenta ahora al mismo imperativo histórico al que en el pasado han tenido que enfrentarse otros movimientos fallidos. Si Fatah fracasa en reclamarse a sí mismo como un verdadero movimiento de liberación nacional, un paraguas que aúne todas las facetas de la sociedad palestina, entonces pronto se escindirá y acabará por disolverse, si no desaparece por completo. Pero los desafíos reales seguirán existiendo; y las personas que sigan portando la antorcha tendrán que aprender de las "experiencias y errores de (sus) predecesores." El tiempo lo dirá.
- Viñeta de la artista Palestina Omayya Juha.
viernes, 14 de agosto de 2009
Fatah: ¿Un nuevo comienzo o un final inminente?
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