Colonos judíos entran en una casa de Jerusalén oriental, de la que fueron echados los palestinos que vivían en ella.
Foto: Ahmad Gharabli / AFP / Getty Images
Timothy Crawley - SFGate.com
Martes, 4 de agosto de 2009
Caminen por la que anteriormente se conocía como calle Al-Borj en Haifa, Israel, y podrán observar un edificio de piedra del viejo Jerusalén con puertas de arco y ventanas tapiadas con cemento y un gran cartel de Re/Max (franquicia internacional de bienes raíces) cubriendo el frente de parte a parte. La casa pertenece a la familia Kanafani, la mayoría de la cual está viviendo en el exilio en Líbano, pero algunos de ellos viven actualmente incluso tan lejos de la patria como en San Francisco.
Declarada como de "propietarios ausentes" según la legislación israelí, la casa es una de las miles de propiedades de los refugiados palestinos que fueron obligados a abandonar sus tierras por las milicias judías o que huyeron durante la guerra de 1948, en lo que sería recordado como la "Nakba" Palestina - la Catástrofe. La ley israelí del Propietario Ausente, de 1950, estableció el Custodio del Propietario Ausente para salvaguardar estas viviendas hasta que se llegara a una resolución sobre el derecho de retorno de los refugiados palestinos.
Carteles de "se vende" han aparecido ahora en docenas de estos edificios por todo el estado, y muchos ya han sido vendidos a propietarios particulares, frustrando el derecho legítimo de los refugiados a recuperar sus hogares. Una violación grave del derecho internacional, las ventas de viviendas palestinas por parte de Israel están cercenando la conexión de los refugiados con su tierra - eje en las negociaciones de su derecho de retornar a su patria.
Para los palestinos desplazados, sin embargo, esta fase de la Nakba no se limita a estas ventas ilegales de tierras por parte de Israel. Once nuevos puestos de avanzada ilegales de colonos se establecieron la semana pasada en Cisjordania, lo que socava la credibilidad de Israel en sus conversaciones con EEUU para congelar la expansión de los asentamientos. Además, es improbable una congelación completa de los asentamientos porque los dirigentes israelíes afirman que algunas construcciones está demasiado avanzadas como para pararlas, autorizando a los colonos a afianzarse aún más en las propiedades de los Palestinos.
Tampoco la incesante Nakba se ha limitado a las personas que viven en los territorios palestinos ocupados ni a los refugiados que están en el exilio y no pueden regresar a sus hogares. Los desplazados internos beduinos ciudadanos de Israel que viven en el desierto de Negev están viviendo en chabolas construidas con chatarra junto a sus anteriores casas que fueron demolidas por las topadoras israelíes. El estado ha expedido órdenes de demolición de pueblos enteros para dar cabida a nuevos pueblos judíos.
La evacuación de los pueblos y la demolición de casas de beduinos representan el siguiente paso en el proceso histórico de desplazamiento forzado de los árabes palestinos en favor de residentes judíos.
La familia Kanafani pierde un hogar en Haifa; las tierras de Cisjordania en las que se incluye Jerusalén Oriental, son aún más colonizadas; y los ciudadanos beduinos de Israel son desplazados una vez más. La Nakba no sólo pasó en 1948. Continúa para miles de palestinos a los que sistemáticamente les son denegados sus derechos fundamentales a la propiedad, la vivienda, el empleo - y su derecho a vivir en paz en sus propios hogares.
La paz seguirá siendo difícil mientras la actitud de Israel respecto a los refugiados palestinos sea borrarlos de la historia, mientras las propiedades de los palestinos en Cisjordania sigan siendo expropiadas y desarrolladas por y para Israel; o mientras las familias palestinas sigan siendo desarraigadas de sus hogares, y estos demolidos, porque no son judíos. La presión de la administración de Obama sobre el gobierno israelí no debe decaer. Más allá de la llamada a congelar toda actividad de asentamientos, el presidente Obama debe insistir en la igualdad de derechos para los palestinos, y oponerse a las políticas discriminatorias de Israel que sólo prolongan la Nakba.
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