Como los definen los pueblos oprimidos
Kim Petersen
Dissident Voice
Los prejuicios no siempre muestran una cara fea. El sionismo y el racismo no son la excepción: es absolutamente posible que las personas bienintencionadas alberguen un prejuicio y, lo que es todavía peor, actúen a partir de sus prejuicios.
Uri Avnery se opone a la brutalidad infligida a los palestinos, hace campaña por la paz con los palestinos, pero también tiene un pasado sionista. Es europeo de nacimiento y combatió para el Irgun terrorista en la comisión de un holocausto (Nakba) contra los palestinos. Después renunció a las tácticas del Irgun. Se opone a la guerra, pero no está en contra de las consecuencias de la guerra. Aprueba la solución de los dos Estados. En otras palabras, los judíos israelíes conservarán los frutos de haber desposeído a otro pueblo al tiempo que siguen presionando por la devolución de lo que les quitaron. [1]
Avnery aboga por el uso selectivo de tácticas contra el sionismo; así lo evidencia cuando se trata del boicot internacional a Israel. Avnery afirma que nadie puede responder mejor al tema que el arzobispo sudafricano Desmond Tutu. [2]
¿Qué dice Tutu? Ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional para tratar a Israel como trató a la Sudáfrica del Apartheid y apoya las campañas de desinversión contra Israel. [3] Neve Gordon, israelí al igual que Avnery, está de acuerdo en que este es el momento de un boicot. [4] Avnery lamenta “que no pueda estar de acuerdo con él en esta ocasión; ni con la similitud con Sudáfrica ni con la eficacia de un boicot a Israel.”
En realidad, ambos apartheid, si bien similares en muchos aspectos, tienen ciertas diferencias. Gary Zaztman señala una diferencia clave: pese a su grave e indudable malevolencia y a los numerosos crímenes contra la humanidad cometidos en su nombre, incluso masacres, el apartheid sudafricano racista y blanco no formuló la premisa de cometer genocidio. El sionismo, por otra parte, se comprometió con la disolución de la integridad social, cultural política y económica del pueblo palestino, es decir, con cometer genocidio desde sus comienzos, al menos desde el requerimiento de Teodoro Herzl en sus diarios referente a que la “transferencia” de la “paupérrima población” palestina a otro lugar fuera llevada a efecto “discreta y prudentemente.” [5]
Los boicots como táctica contra el racismo
Según Avnery, Tutu dijo: “El boicot fue inmensamente importante, mucho más que la lucha armada”. Pero fue el revolucionario Nelson Mandela, quien rechazó renunciar al derecho a la lucha armada, el que negoció el desmantelamiento del apartheid sudafricano. [6]
Tutu también le dijo a Avnery: “La importancia del boicot no fue solo económica sino también moral”.
Avnery escribe: “Me parece que la respuesta de Tutu acentúa la enorme diferencia entre la realidad de Sudáfrica en aquel tiempo y la nuestra hoy en día”. Entonces, ¿qué está diciendo Avnery? Primero afirma que Tutu es la persona más indicada para hablar de la efectividad del boicot como herramienta en la lucha contra el racismo; después, que Tutu está equivocado. Entonces, ¿afirma Avnery que él está mejor cualificado para hablar sobre la efectividad de los boicots contra el racismo?
Avnery teme que los judíos israelíes sientan que todo el mundo está contra ellos. Sin embargo, ¿no es eso, en cierto sentido, lo que se propone: demostrar que todo el mundo está en contra del racismo judío contra los palestinos? Debe destacarse que el mundo no está en contra de los judíos, como a la propaganda israelí le gusta subrayar. Aunque no lo manifiesta de manera específica, Avnery echa mano de una versión del vilipendio antisemita: si estás en contra de alguna acción de Israel, entonces estás en contra de los israelíes; por tanto, eres un antisemita. Esta grotesca perversión de la moralidad y de la lógica sostiene que estar en contra del racismo hacia los palestinos te convierte en antisemita.
Avnery admite: “En Sudáfrica, el boicot mundial ayudó a fortalecer a la mayoría y la templó para la lucha. El impacto de un boicot a Israel sería exactamente el contrario: empujaría a la inmensa mayoría a los brazos de la extrema derecha y crearía una mentalidad de fortaleza contra el mundo antisemita”. (El boicot, por supuesto, tendría un impacto diferente sobre los palestinos, pero ese no es el objetivo de quienes abogan por él)”.
Avnery se limita a señalar cuál es el actual statu quo. Israel ya está acuclillado en la mentalidad de la fortaleza de la extrema derecha, pero el boicot no es la causa. Avnery insiste en las dinámicas de la población. ¿Cuál es la importancia de las mayorías y minorías en su razonamiento? Parecería que el que los palestinos sean la minoría (y el hecho de que apoyen el boicot) sería incluso una mayor razón para el apoyo internacional al boicot. ¿A quiénes y qué defiende Avnery, a los palestinos del racismo o a los judíos israelíes de los efectos económicos y el estigma moral de un boicot internacional?
Con respecto al objetivo de la campaña de boicot, “negarle a Israel los medios financieros para continuar con la matanza de palestinos y la ocupación de tierras”, [7] Avnery recurre al argumento del Holocausto para afirmar que el sufrimiento está profundamente grabado en el alma judía. Que la caza nazi de judíos en campos de concentración fue una atrocidad moral. Pero, ¿cuál es la lección de la Segunda Guerra Mundial? ¿Que el sufrimiento impuesto a cualquier grupo específico de gente es un horror y un error, o que un grupo puede apropiarse de un holocausto, hacerlo suyo y usar sufrimientos pasados como escudo para infligir un holocausto ulterior a otro pueblo? Avnery afirma que el boicot les recordará a los judíos el nazismo, pero ¿qué les recordarán las técnicas de estilo nazi que ellos mismos usan?
Avnery dice que está bien boicotear los productos de los “asentamientos”. Hace una distinción entre “colonos” (es decir, “colonizadores”) y otros judíos israelíes. Entonces, ¿cómo puede racionalizar el hecho de que los “colonos” estén en Cisjordania?
Avnery afirma: “Quienes llaman a un boicot actúan por desesperación. Y esa es la raíz del asunto”. En efecto, la vida de muchos palestinos bajo la ocupación o en los campos de refugiados no es sino desesperanza. Avnery dice que sería difícil lograr un boicot internacional y que Estados Unidos no lo respaldaría. Tampoco fue fácil de lograr contra los regímenes del apartheid en Sudáfrica. ¿Es esa una razón para no intentarlo? ¿No se opuso Estados Unidos al boicot a Sudáfrica? Sí, puede llevar mucho tiempo, pero los tiempos cambian. La obstinación de Estados Unidos (y de sus aliados occidentales) fue aplastada en Venezuela, Cuba, Bolivia y otros países. Los imperios se han levantado y caído a lo largo de la historia.
Para Avnery, la táctica del boicot es “un ejemplo de diagnóstico equivocado que lleva a un tratamiento equivocado. Para precisar: el supuesto erróneo de que el conflicto israelo-palestino se asemeja a la experiencia sudafricana conduce a la elección de una estrategia equivocada”. Además, dice: “En Sudáfrica había un total acuerdo entre las dos partes sobre la unidad del país, la raíz de la lucha era el régimen. Tanto blancos como negros se consideraban sudafricanos y estaban decididos a mantener intacto el país. Los blancos no querían la partición y, ciertamente, no la querían porque su economía se fundamentaba en la mano de obra de los negros”.
Parece que persiste una falla en el análisis. “Los blancos no querían la partición” ¿Cómo puede Avnery afirmar algo tan realmente inexacto? ¿Qué fueron Venda, Lebowa y los bantustanes sino secciones de Sudáfrica subdivididas por el gobierno blanco? Además, el hecho de que el sionismo ya no sea dependiente de la mano de obra palestina no encubre que lo haya sido durante un tiempo. La argumentación de Avnery es autocomplaciente: negar a los palestinos el derecho a trabajar en la Palestina histórica es una táctica que evolucionó del sionismo.
Además, ¿cómo es que Avnery puede polemizar contra un boicot internacional a Israel, cuando el Estado judío mantiene un aplastante e ilegal bloqueo contra los palestinos, un crimen de guerra? Mientras Israel aplique semejante táctica la resistencia a través del boicot será legítima.
Avnery dice que los judíos israelíes y los árabes palestinos no tienen nada en común. Sin embargo, esa falta de elementos comunes es claramente el caso entre los blancos y los negros sudafricanos. No obstante, me opongo a tal argumentación, ya que allana el terreno al racismo. Judíos israelíes, palestinos, negros y blancos sudafricanos; todos son humanos. Todos ellos comen, trabajan, duermen, tienen sueños, tienen familias. Esto debería ser razón para actuar humanamente los unos con los otros: amor a la humanidad. Es completamente posible abrazar nuestra humanidad compartida y respetar la diversidad.
Avnery concluye: “En resumen, los dos conflictos son fundamentalmente diferentes. Por consiguiente, los métodos de lucha también deben ser diferentes”. La lógica del razonamiento es errónea, al igual que es erróneo, desde la lógica y la moral, suponer que ser víctima de un genocidio minimiza la propia culpabilidad en un genocidio ulterior.
Uno sospecha que Avnery bien puede ser la victima de una conciencia dolida y una disonancia cognitiva. Considero que los dos “conflictos” [8] son fundamentalmente similares. Básicamente, el colonialismo israelí y el colonialismo sudafricano comparten ese sello: un grupo de extranjeros racial, cultural, espiritual y lingüísticamente diferentes que mediante una preponderante violencia despojan a otro pueblo de su tierra natal y establecen un sistema de apartheid que humilla a los nativos y privilegia a los ocupantes.
Avnery se centra en ciertos “fundamentos” —los cuales considero que no son fundamentos sino matices— que él considera diferentes. La solución de Avnery radica en el “amplio y detallado plan de paz” de Barack Obama y “en todo el poder persuasivo de Estados Unidos” para inducir “un camino de paz con Palestina”.
Avnery recuerda bien los anteriores planes de paz respaldados por los Estados Unidos: Oslo y la Hoja de Ruta. ¿Por qué entonces funda su audaz esperanza en el Obama apaciguador del AIPAC? ¿Espera Avnery que los judíos israelíes se den cuenta de que la paz con los palestinos es el camino? Avnery pregona una solución que ha fracasado y que ha sido rechazada muchas veces, al tiempo que rechaza una solución que ha funcionado en Sudáfrica a causa de las sensibilidades de los opresores.
Pero examinemos la lógica de Avnery de que “conflictos” fundamentalmente diferentes exigen luchas diferentes. La opresión se derroca con la lucha. Es posible resolver “conflictos” fundamentalmente diferentes con luchas similares. Por ejemplo, los revolucionarios derrocaron una dictadura respaldada por Estados Unidos en Cuba mediante la lucha armada y los revolucionarios cubanos derrotaron en Angola a las fuerzas sudafricanas mediante la lucha armada. [9]
Al final de su artículo, aparentemente asegurando sus propios argumentos sobre la persona que estima como la de mayor autoridad en los boicots como herramienta para vencer el apartheid, Avnery señala una plegaria de Tutu, una plegaria que bien puede ser útil a todos: “Dios amado, cuando me equivoque, por favor dame la voluntad de ver mi error. Y cuando tenga razón, por favor hazme soportable para la convivencia”.
Ojalá Avnery se rija por esa humildad cuando vea sus propios errores.
Notas
1. Ver Dinah Spritzer, “Last chance for Holocaust restitution?” JTA, 30 de junio de 2009.
2. Uri Avnery, “Tutu’s Prayer,” Gush Shalom, 29 de agosto de 2009.
3. Desmond Tutu, “Israel: Time to Divest”, New Internationalist, enero/febrero 2003. Disponible en línea en Third World Traveler.
4. Neve Gordon, “Boycott Israel”, Los Angeles Times, 20 de agosto de 2009.
5. Gary Zatzman, “The Notion of the ‘Jewish State’ as an ‘Apartheid Regime’ is a Liberal-Zionist One”, Dissident Voice, 21 de noviembre de 2005.
6. Ver Bill Keller, Tree Shaker: The Story of Nelson Mandela (Boston: Kingfisher, 2008). Mandela buscaba un acuerdo pacífico, sin violencia, pero al enfrentarse a la violencia del poder del Estado se vio obligado a recurrir también a ella como método de lucha. Mandela siempre subrayó que su violencia no era terrorismo, p. 98.
7. Aim of the boycott campaign, Boycott Israel Now.
8. La palabra “conflicto” minimiza las atrocidades cometidas por los opresores contra el pueblo palestino y el pueblo sudafricano.
9. Isaac Saney sostiene que la Batalla de Cuito Cuanavale fue el momento decisivo en la lucha contra el apartheid. Isaac Saney, “The Story of How Cuba Helped to Free Africa”, Morning Star, 4 de noviembre de 2005. Disponible en la Embajada de Cuba en Egipto.
Traducido por Carlos Sanchís, revisado por Atenea Acevedo.
Fuente: Rebelión
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