[ 27/08/2009 - 11:02 PM ]
Khalid Amayreh desde la Palestina Ocupada
A pesar de las retóricas negativas, la OLP y la Autoridad Palestina (AP), de las que Fatah constituye la columna vertebral, se están moviendo velozmente para adoptar posiciones que podrían de hecho comprometer los inalienables derechos palestinos y que incluso podrían llevar a la liquidación de la causa palestina.
La tendencia de la OLP a “considerar positivamente” dudosos “planes de paz” que eliminarían los derechos palestinos debería alarmar a todos los patriotas palestinos.
Después de todo, la causa palestina no es propiedad de políticos que no han sido elegidos y que piensan que tienen carta blanca para comportarse como les venga en gana con respecto a cuestiones fundamentales como el derecho de retorno y Jerusalén.
Por desgracia, los signos y señales que siguen saliendo de los cuarteles de la OLP y de la AP no auguran nada bueno para el futuro. De ahí la urgente necesidad de hablar claramente y advertir a esos dirigentes no elegidos de que están jugando con fuego.
En primer lugar, tenemos la llamada visión de Fayyad o el plan para crear un estado palestino con fronteras temporales bajo la ocupación israelí, un estado que se parecería mucho a un Judenrat (consejo comunitario judío bajo la ocupación nazi de Europa). ¿Cómo puede alguien referirse con honestidad a una entidad que carece completamente de soberanía, libertad y de los elementos más esenciales de estatalidad?
Fayyad, un economista convertido en político a instancias Washington, parece pensar que construir una base económica sólida con apoyo internacional sería suficiente para transformar la visión de estatalidad de sueño en realidad.
Sin embargo, el hombre que según se dice se describió a sí mismo como el “hombre de George Bush en Palestina” no debería decirnos cómo se puede crear una base económica sólida en un país que continúa agonizando bajo una ocupación militar de tipo nazi que controla estrechamente todos y cada uno de los aspectos de la vida palestina.
Bien, ¿es que no se da cuenta el Sr. Fayyad de que los palestinos apenas pueden moverse desde Ramala, la sede de su gobierno, a cualquier otra ciudad palestina en Cisjordania sin un permiso israelí? ¿No se da cuenta de que Israel tiene en todo la última palabra sobre la más pequeña transacción financiera desde el extranjero hasta la ocupada Palestina y viceversa?
¿Es que no sabe que el Shin Beth, la principal agencia israelí de seguridad interior, decide qué palestino puede viajar al extranjero?
Finalmente, Fayyad debería explicar al pueblo palestino cómo funcionaría esa tan fantástica entidad carente de continuidad territorial que enlace a los diversos bantustanes y ciudades pertenecientes al supuesto estado.
Por ello, uno se pregunta cómo semejante estado, que estaría plagado de grandes y rimbombantes nombres y un montón de símbolos, pero que carecería completamente de sustancia, podría servir a los intereses nacionales del pueblo palestino.
Con toda honestidad, tal estado sería un completo desastre para la causa y el pueblo palestinos. Demostraría que es la solución para los problemas de Israel y del sionismo, sobre todo porque posibilitaría que Israel pudiera proclamar que la cuestión palestina ya está finalmente resuelta con la creación de un estado palestino.
Es más, Israel podría utilizar esta farsa como eficaz herramienta propagandística para hacerse querer por el mundo árabe-musulmán argumentando que los árabes y musulmanes no pueden ser más palestinos que los propios palestinos que tan satisfechos están con su suerte.
Además, los esfuerzos de la hasbara (propaganda) israelí podrían recibir un buen empujón por parte de algunos funcionarios y portavoces palestinos ansiosos de defender el “nuevo estado” frente a quienes no cesan de extender “dudas y rumores” sobre sus credenciales nacionales.
Fayyad no sólo está lanzando un globo sonda para averiguar las reacciones palestinas e internacionales ante su táctica. Debe estar también coordinando su campaña con los dirigentes de la OLP, quienes constantemente están abandonando las metas nacionales de siempre a pesar de que éstas siguen gozando de un abrumador consenso nacional.
Cierto que la OLP, especialmente la dirección de Fatah, sigue haciendo afirmaciones retóricas asegurando su compromiso con la retirada total de Israel de los territorios ocupados en 1967, así como el derecho de unos 4,5 millones de refugiados, dispersos por todos los rincones del globo, a regresar a sus hogares y pueblos de los que fueron brutalmente arrancados cuando se creó el estado sionista hace más de sesenta y un años.
Sin embargo, todos sabemos que el declarado compromiso de los dirigentes de Fatah con el derecho al retorno es sólo simbólico y de naturaleza principalmente propagandística.
En efecto, los funcionarios de la OLP, incluido Mahmoud Abbas, han dicho en numerosas ocasiones que cuando los palestinos hablan del derecho al retorno de los refugiados lo que quieren decir de hecho es un retorno al contemplado estado palestino y no a “Israel”, donde la gran mayoría de esos refugiados y sus antepasados habían estado viviendo durante siglos.
De hecho, la retirada de la OLP no se detiene meramente en comprometer el derecho al retorno sino que también afecta a la cuestión de al-Quds al Sharif (Noble Jerusalén), que el régimen ocupante israelí prosigue judaizando a una velocidad alarmante, obliterando su identidad árabe-islámica utilizando bulldozers y explosivos y cualquier otro método de limpieza étnica.
Por tanto, las declaraciones y observaciones que siguen haciendo los funcionarios de la OLP, especialmente de Abbas y su grupo más allegado de ayudantes, asesores y parásitos, con declaraciones diluidas sobre Jerusalén que revelan una ávida disposición para aceptar la anexión por Israel de enormes zonas de la ciudad ocupada en el contexto de cualquier acuerdo de estado final con el estado sionista.
“Tenemos que ser realistas y pragmáticos”, dicen estos desmoralizados “dirigentes” y funcionarios en conversaciones privadas.
Desafortunadamente, la “nueva” dirigencia de Fatah-OLP parece haber interpretado las recientes elecciones de Fatah, no como una reafirmación de las tradiciones posturas de oposición a la expansión territorial israelí y a sus esfuerzos por liquidar el derecho de retorno, sino más bien como una vindicación de la línea Abbas-Fayyad por la cual los palestinos tendrían que aceptar lo que sea internacionalmente posible en términos de lo que los palestinos pueden de modo realista sacar de las mezquinas manos de Israel.
Esto se contradice con la mendaz y engañosa retórica de muchos dirigentes de Fatah que no paran de proclamar que la sexta asamblea del grupo, que se celebró en Belén a primeros de agosto, constituyó un activo valioso que beneficia a la causa palestina y que fortalece la denominada línea Arafat.
Bien, los próximos días y semanas mostrarán que los dirigentes de Fatah o bien están soñando despiertos, o deliberadamente no están diciendo la verdad al pueblo palestino.
No hay duda de que hay muchos patriotas dentro de Fatah, una organización que no se puede negar que llevó la causa nacional sobre sus hombros durante muchos años.
Pero es también verdad que los elementos corruptos y mediocres llevan en ella la voz cantante y, lo que es más importante, controlan las arcas de Fatah, lo que les posibilita dictar e imponer sus puntos de vista sobre el resto del movimiento, excepto quizá a personas honestas como Faruk Kaddumi, que son demasiado mayores y que no tienen casi poder para cambiar la corriente de los “pragmáticos”, que piensan que el objetivo de tener un estado anula cualquier otra causa, incluida la del derecho al retorno y la liberación de al-Quds de las garras del sionismo.
Uno querría ver siempre el vaso medio lleno y no caer en el pesimismo. Sin embargo, uno debe también protegerse contra el falso optimismo para evitar sus desastrosas ramificaciones.
Se dice que la supervivencia financiera de Fatah depende casi por completo de la AP, que se mantiene a flote gracias a las frecuentes limosnas de los donantes occidentales, especialmente EEUU y sus regímenes títere árabes.
Esta dependencia financiera, como se ha demostrado repetidamente, se traduce casi siempre en cooptación política, como está claro en el desgraciado silencio de Fatah frente a la criminal coordinación de seguridad entre el recién fundado aparato de la seguridad de la AP y el ejército ocupante israelí.
Bien, hay quienes defienden cándidamente que si Fatah puede tolerar la íntima “coordinación operativa” con Israel, estará del mismo modo dispuesta a acceptar la liquidación de la causa palestina de una forma u otra, en aras de la supervivencia política y especialmente por los altos salarios a fin de mes.
Confío en que no sea el caso.
domingo, 30 de agosto de 2009
¿Está la OLP jugando con la causa nacional palestina?
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