05-02-2009
Mohamed Tahar Bensada *
Oumma
Hamas ha tenido razón al proclamar su victoria sobre su agresor israelí, obligado a declarar un alto el fuego unilateral y a retirar su ejército cuando, a pesar de lo que dicen sus celosos propagandistas en los medios occidentales, no ha conseguido ninguno de los objetivos fijados al principio de su agresión militar. Pocos observadores esperaban semejante resistencia heroica por parte de los componentes militares del movimiento nacional palestino y de Hamás en particular.
Sin la ventaja de las armas con las que Irán dotó a su aliado Hezbolá, especialmente los misiles antitanques de fabricación rusa, los resistentes palestinos han dado una lección de bravura y de táctica de guerrilla al ejército israelí.
Este segundo fiasco en dos años y medio, después de Líbano en 2006, de un ejército cuya presunta fuerza constituye a la vez un factor de legitimación interna y un factor de intimidación externa, sin duda va a pesar mucho en los próximos cálculos de los estrategas israelíes y los de su padrino estadounidense.
Es una victoria psicológica de primer orden para el pueblo palestino y para todos los pueblos árabes que quieren interiorizar las lecciones impartidas por Hezbola y Hamas, a saber: que Israel, a pesar de todo su armamento militar, se ha revelado impotente frente a una guerrilla basada en el apoyo popular incondicional.
Pero esta victoria de la resistencia palestina y del impulso de solidaridad popular internacional no debe hacernos olvidar los objetivos y los inmensos desafíos políticos y diplomáticos que aguardan al pueblo palestino en la nueva etapa que comienza.
El principal objetivo donde desembocan todos los demás se puede resumir en la siguiente cuestión: ¿Lo que Israel no ha podido obtener militarmente al cabo de tres semanas de bombardeos intensos y salvajes por tierra, mar y aire, lo podrá conseguir por la vía diplomática, gracias especialmente a sus aliados occidentales y a la complicidad del régimen de Mubarak?
Los acontecimientos políticos y diplomáticos que se han acelerado tras la cumbre del 16 de enero en Doha, si se analizan adecuadamente, permiten señalar algunas tendencias contradictorias cuya salida final dependerá de la determinación de algunos de los protagonistas de la escena geopolítica regional a arrancar el máximo de concesiones a favor de sus intereses estratégicos.
Repercusiones políticas
En el plano político, incluso los observadores hostiles a la línea política de Hamás reconocen que aunque debilitado militarmente, lo que todavía está por demostrar, el movimiento ha resultado vencedor políticamente en la medida en que la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas ha comenzado a perder lo que le quedaba de legitimidad en Cisjordania a partir del momento en que la agresión israelí aparece cada vez más atollada en el pantano de Gaza.
La autoridad de Abbas sólo podría salir ganadora de esta batalla con la condición de que Hamás sea destruido o expulsado de Gaza. Hay que creer que esta dirección política no sólo traiciona la causa nacional de su pueblo, al que se supone que defiende, sino que además ha cometido un grave error de cálculo táctico en la medida en que ha apostado por un resultado que no estaba garantizado de antemano.
Las informaciones que se han filtrado indican que Abbas reunió a sus cuadros militares y policiales desde el comienzo de la fase terrestre de la agresión israelí con el fin de prepararlos para entrar en Gaza tras los tanques israelíes. Trabajo perdido, sus amigos israelíes no parecen sobresalir más que en las batallas aéreas y marítimas, e incluso escondidos tras sus tanques, sus soldados de infantería se revelan lamentables.
Falta por saber cuáles serán las repercusiones del debilitamiento de la Autoridad de Abbas y el fortalecimiento moral de Hamás en una posible reclasificación política en el escenario palestino. Consciente de la nueva situación impuesta por la batalla de Gaza, Abbas acaba de lanzar un llamamiento a los dirigentes de Hamás para constituir un gobierno de «concordia nacional» que tendría que enfrentarse a las cuatro urgencias del momento:
1) La gestión de la tragedia humanitaria provocada por el agresor israelí.
2) El levantamiento del bloqueo impuesto a Gaza y la apertura de los pasos, especialmente el de Rafah.
3) La reconstrucción de Gaza después de las devastaciones que han producido los bombardeos israelíes.
4) La organización de las elecciones presidenciales y legislativas lo antes posible.
El hecho de que Abbas proponga el citado gobierno de «concordia nacional» ya es, en sí mismo, una victoria política para Hamás y los demás componentes de la resistencia palestina. Pero algunos dirigentes de Hamás, que todavía no han respondido oficialmente a la oferta de Abbas, parece que desconfían y temen una maniobra política destinada a engañar a la resistencia. Teniendo en cuenta los graves desvíos a los que se deja arrastrar el gobierno de Abbas en su colaboración criminal con el ocupante, lógicamente hay que desconfiar.
Pero a la vista de las limitaciones regionales e internacionales actuales, y sobre todo teniendo en cuenta las expectativas de la propia opinión palestina, ¿la resistencia tiene otra opción que la del diálogo y la concordia nacional? En principio, Hamás no rechaza el diálogo y la concordia pero pone condiciones y exige garantías. La cumbre que tendrá lugar próximamente en El Cairo permitirá aclarar ese punto y mostrará hasta qué punto Hamás es capaz de transformar su victoria militar, moral y psicológica sobre el agresor israelí en Gaza, en una victoria política.
Queda por saber en que consistirá una victoria política en las circunstancias que atraviesa actualmente la lucha del pueblo palestino. El ideólogo palestino de los territorios de 1948, Azmi Bishara, ha exhortado recientemente a la reconstrucción de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), especialmente en torno a Hamás, la Yihad Islámica y el Frente Popular para Liberación de Palestina (FPLP).
Sin ninguna duda, si semejante perspectiva llega a producirse y además con la implicación del sector nacionalista de Fatah que se niega a seguir a Abbas en su línea de capitulación, sería una gran victoria política del pueblo palestino después de los sacrificios de Gaza. En cualquier caso, los palestinos no podrán cosechar los frutos políticos de su resistencia heroica ni influir seriamente sobre los actores regionales e internacionales mientras permanezcan divididos, incluso aunque la unificación tan deseada no deba hacerse si va en detrimento de los derechos nacionales inalienables del pueblo palestino.
Pero el desafío político más urgente que aguarda a la resistencia palestina y a su líder, Hamás, en Gaza después de la salvaje y destructiva agresión, es el de la opinión pública interna. En Gaza, el pueblo palestino ha demostrado cualidades de valentía, paciencia y dignidad excepcionales durante las tres semanas infernales que ha sufrido. La victoria militar de Hamás no debe hacer que se olvide este aspecto capital.
Ayudar a la población de Gaza a superar la difícil prueba humanitaria de la posguerra no es únicamente un imperativo moral. También es una exigencia política de primer orden, sin olvidar que la destrucción de las instituciones y las infraestructuras civiles que perpetra sistemáticamente el agresor israelí forma parte del objetivo de alzar a la población saturada en contra de Hamás.
El mantenimiento del orden, la caza de los traidores y la vigilancia estrecha de los movimientos hostiles que se van a multiplicar en Gaza, si evitan los excesos del autoritarismo y la represión y se mantienen circunscritos a los límites del derecho y la justicia, constituirán un factor de fortalecimiento de la cohesión nacional, que sigue siendo el bien más precioso de los palestinos en esta etapa difícil.
La asunción urgente de las necesidades humanitarias, sociales y médicas de la población, especialmente gracias a una gestión rigurosa y racional de la ayuda árabe e internacional, constituye igualmente un objetivo político principal cuyo resultado determinará en gran medida la capacidad de la resistencia para mantener su arraigo popular, garantía de su solidez frente a un adversario más rico y más poderoso.
Repercusiones diplomáticas
Gracias a su valentía, su solidez mental y la rigurosa y disciplinada aplicación de las consignas tácticas impartidas por sus mandos, los resistentes palestinos han escrito en Gaza una de las páginas más hermosas del mundo de la resistencia popular frente al ocupante. Las repercusiones diplomáticas son inmensas, y no es por casualidad que los medios occidentales, que actúan como celosos guardianes del agresor israelí, hayan pasado por alto dichas repercusiones con el fin de minimizar la victoria de la resistencia palestina y desviar la atención de la opinión pública mundial de los auténticos objetivos de la batalla diplomática que ahora comienza en la región.
La resistencia heroica de Gaza durante tres semanas de intensos bombardeos y privaciones, pero también «la calle» árabe y el movimiento de solidaridad internacional, han dado razón de la saña militar del agresor israelí obligado a constatar, con sus aliados occidentales, que las pérdidas de esta guerra corren el riesgo actualmente de ser más importantes que las ganancias.
Pero es en la escena regional árabe donde la resistencia palestina y la ira de la calle árabe han producido repercusiones diplomáticas inesperadas. Con la convocatoria, aunque tardía, de una cumbre árabe en solidaridad con la resistencia palestina, el pequeño emirato de Qatar, que sin embargo mantiene relaciones con el Estado de Israel, dio la campanada. El muro de silencio oficial árabe se quebró. Ciertamente, la cumbre de Doha del 16 de enero no reunió a la mayoría de los Estados árabes, pero al reunir a los jefes de Estado de Qatar, Siria, Argelia, Sudán, Mauritania, Irán y sobre todo al presidente del buró político de Hamas, Khalid Mish'al, dicha cumbre ha señalado claramente la tendencia.
No se trataba únicamente de denunciar la brutal agresión israelí contra el pueblo palestino. Se trataba también de afirmar el apoyo a la resistencia palestina legítima y de llamar a la suspensión de las relaciones con Israel. Qatar y Mauritania anunciaron durante la cumbre el cierre de las representaciones israelíes en sus capitales respectivas y exhortaron a los demás Estados árabes concernidos a hacer lo mismo.
Cualesquiera que sean las segundas intenciones atribuidas a los Estados presentes en la cumbre de Doha y cualesquiera que sean los límites de esa cumbre, desde ahora está aceptado que la resistencia palestina ya cuenta abiertamente con un determinado número de Estados dotados de capacidades políticas y diplomáticas nada desdeñables, a poco que se movilicen seriamente, al servicio de la causa palestina; y esto no se podría haber hecho sin una presión constante de sus opiniones públicas respectivas.
Ciertamente, los Estados presentes en la cumbre de Doha fracasaron al posponer sus reivindicaciones a la cumbre árabe que ha tenido lugar el 19 y 20 de enero en Kuwait. En efecto, esta última no ha podido llegar a un consenso en lo referente al mantenimiento de la situación o la suspensión de la famosa Iniciativa de Paz Arabe adoptada en Beirut en 2002.
Las diplomacias de Egipto, Arabia Saudí y Jordania continúan jugando la carta de su proximidad con las capitales occidentales y la ausencia de una alternativa militar creíble a la alianza estratégica israelo-estadounidense para dominar, a fin de cuentas, los debates en la Liga de los Estados Arabes. Pero, como ha señalado con razón el editorialista palestino de Al Quds Al Arabi, Abdelbari Atwan, sin embargo la cumbre de Kuwait ha marcado un principio de reconciliación inter-árabe sobre una base elemental que deberá consolidarse y ampliarse en la medida en que se trata de un logro de la resistencia palestina y de la presión popular de la calle árabe.
El principal resultado positivo concreto de la cumbre de Kuwait es, por supuesto, el compromiso financiero asumido por varios Estados Arabes para la reconstrucción de Gaza. El compromiso saudí, que sigue siendo el más importante (1.000 millones de dólares), seguido de otros compromisos (Qatar prometió 250 millones de dólares y Argelia 200 millones de dólares) no es nada desdeñable a la vista de las destrucciones sufridas por la sociedad palestina en Gaza. Pero este compromiso financiero no debe hacer que se olviden sus repercusiones políticas y diplomáticas, que no pueden ser neutrales. No es por casualidad que la cumbre árabe se clausurase sin tomar una decisión final en cuanto a los mecanismos a poner en marcha para entregar esas sumas colosales, ya que no hubo consenso al respecto.
El consejero general del Congreso Nacional Islámico, Munir Chafiq, tiene razón al insistir sobre el hecho de que ese dinero no debe pasar por el gobierno de Abbas. En efecto, el riesgo no sólo es que ese dinero no llegue a Gaza, sino que además sirva sobre todo para alimentar la máquina de guerra de una Autoridad corrupta cuyo objetivo es fortalecerse en detrimento de la resistencia y apañar en su beneficio las próximas elecciones.
Bajo las presiones israelíes, estadounidenses y europeas, los Estados árabes, y sobre todo Egipto, van a hacer todo lo que puedan para utilizar la batalla de la reconstrucción de Gaza para tomar su revancha sobre Hamas en Gaza, intentando dejarle fuera para favorecer a los partidarios de la Autoridad de Abbas y sobre todo para imponer un marco de negociaciones contrario a los derechos nacionales legítimos del pueblo palestino. En otras palabras, el objetivo diplomático crucial del momento se resume en la cuestión: ¿Israel ganará la batalla de la reconstrucción de Gaza después de perder la de su destrucción?
Ese es el auténtico objetivo de la cumbre de Sharm el-Sheikh, asumido precipitadamente por los principales Estados europeos que querían, al mismo tiempo, transformar el fracaso militar de su comparsa israelí en una victoria diplomática y salvar la cara de su amigo Mubarak, que fue ninguneado y humillado por la firma del acuerdo de seguridad israelo-estadounidense sobre la vigilancia del paso de Rafah y la proclamación israelí del un alto el fuego unilateral dirigido a minimizar el papel diplomático de Egipto en la región.
Pero el objetivo principal perseguido por la pérfida diplomacia europea, por supuesto, es impedir cueste lo que cueste que Hamas transforme la victoria de Gaza en una victoria política al servicio de la creación de una nueva relación de fuerzas regionales que sería más favorable para la causa nacional del pueblo palestino y los actores regionales que, de una forma u otra, se resisten a la dominación estadounidense, lo que dice mucho sobre el papel de subcontratista de la diplomacia europea al servicio del imperio estadounidense en la región de Oriente Medio, a pesar de todos los discursos demagógicos sobre una política extranjera europea independiente.
En esta situación, se ofrecen dos soluciones a la resistencia palestina. O bien consigue arrancar un compromiso árabe que terminaría por imponer que la reconstrucción de Gaza se hiciera con quienes están sobre el terreno y son titulares de la legitimidad democrática de su pueblo o bien, en el caso contrario, se ve obligada a volverse hacia los Estados que la reconocen para poder beneficiarse directamente de sus compromisos financieros. Incluso al precio de esfuerzos titánicos y concesiones que no afectarían a lo esencial, la primera solución es preferible en la medida en que la segunda solución, aunque a corto plazo fortalecería la resistencia, a la larga podría consolidar la división de las facciones palestinas.
El papel de la opinión pública
Los esfuerzos políticos y diplomáticos dirigidos a imponer la primera solución en los próximos días y las próximas semanas serán determinantes para el resultado final de la futura batalla que aguarda al pueblo palestino. El movimiento de solidaridad popular que ha demostrado su fuerza durante el asedio de Gaza tendrá otras tareas no menos importantes en las próximas semanas.
Ante todo, exigir que el dinero árabe llegue a la población de Gaza que ha sufrido en sus carnes la destrucción brutal por el ejército israelí; exigir que se procese a los criminales de guerra israelíes ante las jurisdicciones europeas e internacionales; exhortar a los Estados árabes que mantienen relaciones con Israel (Egipto, Jordania, Marruecos, Túnez) a que sigan el ejemplo de Qatar, Mauritania, Bolivia y Venezuela; apoyar la reconciliación interárabe e interpalestina sobre la base de reivindicaciones nacionales elementales; apelar al fortalecimiento de los Estados participantes en la cumbre de Doha a favor de la resistencia palestina y extender dicho compromiso a los demás Estados, siguen siendo las tareas básicas para el movimiento de solidaridad árabe con respecto al pueblo palestino.
En la batalla de la reconstrucción y de la resistencia que se anuncia, el papel de la opinión pública europea, cuya movilización pacífica ha constituido un factor de presión política y diplomática importante sobre el gobierno israelí, no será desdeñable.
En nombre de sus respectivas poblaciones, los gobiernos europeos se empeñan en escoger arbitrariamente a los socios que consideran adecuados o no en el tablero de las negociaciones, mientras que la verdadera cuestión no es quién negocia, sino qué negocia. ¿Queremos un Estado palestino viable, que implicaría el desmantelamiento de las colonias y el retorno de los refugiados, o únicamente un Estado-dormitorio para vigilar a los millones de trabajadores palestinos obligados a trabajar al otro lado de la frontera?
La opinión pública europea que pretende una paz justa y estable en Oriente Medio, que no puede llevarse a cabo negando los derechos nacionales legítimos del pueblo palestino, actualmente tiene una oportunidad inesperada de jugar a la sinceridad y la credibilidad de los gobiernos europeos que no dejan de predicar la paz y los valores universales de los derechos humanos. El derecho internacional humanitario, que por otra parte invocan para colar sus sórdidos intereses económicos y su afán de dominación, ¿podrá llegar a las fronteras de Israel?
¿Los criminales de guerra israelíes serán perseguidos por las jurisdicciones europeas e internacionales, como reclaman numerosas asociaciones civiles? ¿Se sancionará a Israel por sus flagrantes violaciones de las Convenciones de la guerra y por la utilización de armas prohibidas? ¿Se suspenderán los acuerdos de cooperación privilegiada que benefician al Estado de Israel, especialmente en el ámbito científico, tecnológico y militar?
¿Los sindicatos europeos se sumarán a los llamamientos al boicot del Estado colonialista y racista de Israel, como exigen numerosas organizaciones de la sociedad civil, o al menos aceptarán impedir la entrega de productos de carácter militar con destino a Israel, como han hecho los sindicatos griegos durante el asedio de Gaza? ¿La Unión Europea unirá los hechos a las palabras en la movilización financiera para la reconstrucción de Gaza o bien, una vez más, pagarán los árabes mientras los políticos europeos siguen impartiendo lecciones magistrales como en los buenos viejos tiempos de la colonización?
Sólo el movimiento social con una movilización multiforme sobre el terreno, que no debe flaquear, podrá responder concretamente a todas estas cuestiones.
Original en francés: Oumma
*Mohamed Tahar Bensaada es profesor de Filosofía e investigador de la Haute Ecole Libre Ilya Prigogine de Bruselas.
Traducido para Rebelión por Caty R.
Viñetas: Baldinger, Mahjoob y Ben Heine
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