Saud Abú Ramadán - ADN
Domingo, 06 de diciembre de 2009
A Nada Yoma, una adolescente palestina de 14 años y residente del barrio Sheij Raduán de la ciudad de Gaza, le resulta imposible olvidar cómo un cohete israelí destruyó su hogar, mató a su madre y la dejó postrada en una silla de por vida.
No puede deshacerse de los duros recuerdos cada vez que observa su pierna amputada o una foto de su madre. Aún resuenan en su mente los 22 días de ofensiva militar israelí el pasado invierno.
"Son los recuerdos más duros que he vivido. No puedo olvidar el momento en que el misil impactó en nuestra casa, la potente explosión, el polvo, el humo y los escombros cayendo sobre nosotros. No puedo sacarme de la cabeza la imagen de mi madre muerta, mi hermana y hermano heridos, y cómo perdí la pierna", rememora Nada.
Once meses después del ataque, la adolescente trata de llevar una vida normal. Por la mañana va al colegio y por la tarde pasa la mayor parte del tiempo en su cuarto haciendo los deberes. Pero Nada no habla mucho y cuando intenta sonreír en su rostro se dibuja una mezcla de melancolía y de tristeza. Su padre, Yamal Yoma, no oculta que aún sufre pesadillas y recuerda los detalles del fatídico día.
"Era el segundo día del año y me fui a comprar algo de comida. Cuando regresé, los aviones israelíes habían disparado un cohete contra mi casa. Sólo vi polvo y humo y a mi familia bañada en un charco de sangre", relata el progenitor.
Recuerda cómo encontró a su mujer sin vida aún abrazaba al hijo pequeño herido, mientras Nada y su hermana Dalia de 10 años se encontraban en el suelo junto a su madre.
"Pensé que habían muerto todos hasta que Nada me gritó, Baba (papá, en árabe) estamos aquí", describe.
Los servicios de socorro trasladaron a todos al hospital y una vez allí el padre sólo pudo constatar el mal estado de la pierna de su hija mayor.
Con lágrimas en los ojos, explica que "la única opción era amputársela para salvarle la vida".
Se queja de que la niña no quiere ver a amigos o jugar con otros niños del barrio porque es tímida y sólo tiene una pierna.
"Siempre se para frente al espejo y al observar su cuerpo rompe a llorar", dice.
Nada pasa la mayor parte del tiempo encerrada en casa mirando una fotografía de su madre colgada en la pared de su cuarto ante la impotencia de su padre que se lamenta de no saber cómo ayudarla.
"Lo que quiero es poder caminar por la calle sin ayuda de nadie", afirma la muchacha, que ha rechazado una prótesis y una silla de ruedas que le ofrecieron sendas organizaciones de beneficencia.
Cuando va al baño prefiere servirse de una muleta, pues le amputaron la extremidad en la parte superior del muslo, con lo que le resulta difícil valerse de otro medio.
De los 1.440 palestinos muertos en la ofensiva israelí en Gaza, más de 350 eran menores, así como 1.872 de los 5.300 heridos, según datos oficiales palestinos, que cifran en 500 los niños que quedaron físicamente impedidos.
Mustafa Abed, responsable de la Asociación de Ayuda Médica de Gaza, que atiende a las víctimas, dice haber registrado 600 casos de discapacidad física en personas de todas las edades.
Dalia, hermana de Nada, resultó herida en el abdomen en enero pasado y se ha recuperado tras un largo tratamiento, aunque sigue padeciendo secuelas psicológicas.
Mientras se come las uñas sentada en un sofá de la casa, reconstruida tras la guerra, dice que ve a su madre en sueños.
"Siempre le pido que regrese a casa pero ella me dice que no puede porque está en el paraíso, así que le pido que me lleve con ella", afirma.
Diferentes estudios alertan de que las secuelas psicológicas de la guerra en los niños de Gaza, que representan la mitad del 1,5 millones de habitantes de la franja, continuarán varios años.
Iyad al Saraj, responsable del Programa de Salud Mental de Gaza advierte de que los menores "son incapaces de desarrollar una infancia normal".
Y vaticina que de seguir esta situación, "una generación entera de niños crecerá para convertirse en militantes más violentos y fanáticos".
domingo, 6 de diciembre de 2009
Los niños de Gaza no borran de la memoria la ofensiva del pasado invierno
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