Más de 1.400 palestinos resultaron muertos en la operación plomo fundido, pero el autor dice que la guerra dañó la posición de Israel ante la opinión pública internacional [EPA]
Por Ali Abunimah
Domingo, 27 de diciembre 2009
Un año ha pasado desde el salvaje ataque israelí contra la Franja de Gaza, pero para la gente de allí el tiempo bien pudiera haberse detenido.
Desde que los palestinos de Gaza enterraron a sus seres queridos -más de 1.400 personas, casi 400 de ellos niños- ha habido poca curación y prácticamente ninguna reconstrucción.
Según las agencias internacionales de ayuda, sólo 41 camiones de materiales de construcción han sido autorizados a entrar en Gaza durante el año.
Las promesas de miles de millones hechas en una conferencia de donantes en Egipto el pasado marzo con la participación de luminarias de la denominada "comunidad internacional" y la industria del proceso de paz para Oriente Medio permanecen incumplidas, y el asedio israelí, apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea, estados árabes, y tácitamente por la Autoridad Palestina (AP) de Ramallah, continúa.
Política de destrucción
En medio de las interminables, espeluznantes estadísticas, unos pocos datos se destacan: De las 640 escuelas de Gaza, 18 quedaron totalmente destruidas y 280 dañadas por los ataques israelíes. Doscientos cincuenta y cinco escolares y 15 maestros fueron asesinados.
De los 122 centros de salud evaluados por la Organización Mundial de la Salud, el 48 por ciento fueron dañados o destruidos.
El noventa por ciento de los hogares de Gaza siguen sufriendo cortes de energía eléctrica de 4 a 8 horas diarias debido a los ataques israelíes contra la red eléctrica y a la degradación causada por el bloqueo.
El cuarenta y seis por ciento de las una vez productivas tierras de cultivo de Gaza están fuera de uso debido a los daños causados por Israel a las explotaciones agrícolas y a las zonas de fuego libre declaradas por Israel. Las exportaciones de Gaza de más de 130.000 toneladas anuales de tomates, flores, fresas y otras frutas se han reducido a cero.
El que "gran parte de Gaza todavía está en ruinas", como declaró recientemente una coalición de organismos de ayuda internacional, "no es un accidente, es una cuestión de política".
Esta política ha estado clara desde el principio y no tiene nada que ver con la "seguridad" de Israel.
Destruyendo la resistencia
Del 19 de junio de 2008, al 4 de noviembre de 2008, prevaleció la calma entre Israel y Gaza, pues Hamas se adhirió estrictamente -e incluso así lo ha reconocido Israel- a un alto el fuego negociado.
El alto el fuego se derrumbó cuando Israel lanzó un ataque sorpresa contra Gaza, asesinando a seis personas, después de lo cual Hamas y otras facciones de la resistencia tomaron represalias.
Aun así, las facciones palestinas estaban todavía dispuestas a renovar el alto el fuego, pero fue Israel quien se negó, optando en vez de ello por lanzar un premeditado ataque sistemático contra las bases de la vida civilizada en la Franja de Gaza.
La operación plomo fundido, como la tituló Israel, fue un intento de destruir de una vez por todas a la resistencia palestina en general, y a Hamas en particular, que había ganado las elecciones del 2006 y sobrevivió al bloqueo y a numerosos intentos patrocinados por Estados Unidos para socavarlo y derrocarlo, en cooperación con milicias palestinas respaldadas por Estados Unidos.
Al igual que las sanciones criminales contra Irak durante la década de los 1990, el bloqueo de Gaza ha sido calculado para privar a los civiles de necesidades básicas, derechos y dignidad con la esperanza de que su sufrimiento podría forzar a sus dirigentes a la renuncia o al colapso.
En muchos aspectos, las cosas pueden parecer más terribles que hace un año.
Barack Obama, el presidente de EEUU, de quien muchos esperaban que cambiara las viciadas políticas anti-palestinas de su predecesor George W. Bush, por el contrario las ha afianzado más, incluso cuando se ha desvanecido el pretexto de un esfuerzo serio de paz.
Según informes de prensa, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EEUU está ayudando a Egipto en la construcción de un muro subterráneo en su frontera con Gaza para bloquear los túneles que actúan como salvavidas para el asediado territorio (recursos y esfuerzos que deberían ir destinados a la reconstrucción de Nueva Orleans que sigue igual después de haber sido devastada por un huracán), y las armas estadounidenses continúan fluyendo a las milicias de Cisjordania que están embarcadas en una guerra civil, patrocinada por Estados Unidos e Israel, contra Hamas y cualquier otro que pudiera resistir la ocupación israelí y la colonización.
Cambio en la opinión pública
Estos hechos son ineludibles y sombríos.
Sin embargo, centrarse sólo en ellos sería perderse una situación mucho más dinámica que sugiere que el poder y la impunidad de Israel no son tan invulnerables como parecen en este retrato.
Un año después del ataque de Israel y después de más de dos años y medio de bloqueo, el pueblo palestino de Gaza no se ha rendido. En vez de ello, ha ofrecido al mundo lecciones de firmeza y dignidad, incluso a un precio terrible, inimaginable.
Es cierto que los dirigentes de la Unión Europea que fueron a la Jerusalén ocupada en enero pasado para abrazar públicamente a Ehud Olmert, el entonces primer ministro israelí, -mientras el fósforo blanco quemaba la carne de los niños de Gaza y los cuerpos yacían bajo los escombros- todavía se acobardan más ante sus respectivos grupos de presión israelí, como lo hacen los políticos estadounidenses y canadienses.
Pero el cambio en la opinión pública es palpable a medida que los actos propios de Israel lo transforman en un paria cuyas fuerzas rectoras no son los valores liberales democráticos con los que pretende identificarse, sino que lo son el ultra-nacionalismo, el racismo, el fanatismo religioso, el colonialismo y el supremacismo judío, alimentados por masacres frecuentes.
La causa universalista de la justicia y la liberación de los palestinos está ganando adeptos e impulso sobre todo entre los jóvenes. Fui testigo, por ejemplo, entre los estudiantes de Malasia que conocí en una conferencia de solidaridad con Palestina celebrada por la Unión de ONGs del mundo islámico en Estambul en mayo pasado, y de nuevo en noviembre, cuando cientos de organizadores estudiantiles de todos los EEUU y Canadá convergieron para planear su participación en la campaña global liderada por Palestina de boicot, desinversión y sanciones basada en el modelo de exitosa lucha contra el apartheid de Sudáfrica en el decenio de 1980.
Estado en "bancarrota"
Esta semana, miles de personas de decenas de países están tratando de llegar a Gaza para romper el asedio y manifestarse conjuntamente con los palestinos que han estado organizándose en el interior del territorio.
Cada una de las personas que viajan con la Marcha por la Libertad de Gaza, Viva Palestina, u otras delegaciones representa tal vez a otros centenares que no pudieron hacer el viaje en persona, y que están marcando el evento con manifestaciones y conmemoraciones, visitas a sus políticos electos, y campañas en los medios de comunicación.
En contra de este florecimiento del activismo, el sionismo está tratando de rejuvenecer su decreciente base de apoyo. Programas multimillonarios en dólares destinados a reclutar y sionizar a jóvenes norteamericanos judíos están luchando por competir con organizaciones como la Red Internacional Judía Antisionista, que no funciona a base de dinero, sino con los principios del compromiso por la igualdad humana.
Cada vez más, vemos que los esfuerzos de la hasbara (propaganda) de Israel no tienen ningún mensaje positivo, no ofrecen ningún indicio serio para el mantenimiento del status quo de indescriptible represión y violencia, y recurre a la demonización racista y a la deshumanización de los árabes y musulmanes para justificar las acciones de Israel e incluso su mera existencia.
Ante el creciente reconocimiento y apoyo mundial a la valiente lucha no violenta contra el robo de tierras en Cisjordania, Israel está incrementando su violencia y secuestrando a los dirigentes del movimiento en Bil'in y otros pueblos (Mohammed Othman, Jamal Juma y Abdallah Abu Rahme se encuentran entre los líderes de este movimiento que han sido detenidos recientemente).
Al actuar de esta manera, Israel se parece cada vez más a un estado fallido y en quiebra, no a un régimen seguro de su legitimidad y duración.
Y a pesar de los fallidos esfuerzos de la industria del proceso de paz para ridiculizarlo, reprimirlo y marginarlo, hay un debate creciente entre los palestinos e incluso entre los israelíes acerca de un futuro común en Palestina / Israel, basado en la igualdad y la descolonización, en lugar de la segregación étnico-nacional y el reparto forzado.
Por último, pero ciertamente no menos importante, a la sombra del informe de Goldstone, los líderes israelíes viajan alrededor del mundo con temor a ser detenidos por sus crímenes.
Por ahora, pueden confiar en la impunidad que la complicidad internacional de alto nivel y la inercia de su poder e influencia todavía les otorgan. Pero la pregunta de la comunidad internacional real -formada por personas y movimientos- es si queremos seguir viendo el todavía muy incompleto sistema de la Ley y la Justicia Internacional, laboriosamente construido desde los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el holocausto nazi, desmantelado y dañado, todo por favorecer a un estado canalla.
Lo que hemos hecho en solidaridad con el pueblo palestino en Gaza y el resto de Palestina no es todavía suficiente. Sin embargo, nuestro movimiento está creciendo, no se puede parar, y vamos a llegar a nuestro destino.
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Ali Abunimah es co-fundador de The Electronic Intifada y autor de One Country, A Bold Proposal to End the Israeli-Palestinian Impasse. Estará entre más de 1.300 personas de 42 países que viajan a Gaza con la Marcha por La Libertad de Gaza esta semana.
Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Al Jazeera.
Fuente: Al Jazeera
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