Por Marius Shattner (AFP) – 2/1/10
JERUSALÉN — Ariel Sharon creyó que podría trazar solo las fronteras de Israel, imponiendo su voluntad tanto a los palestinos como a los colonos, pero de ese gran proyecto no queda nada desde que el ex primer ministro israelí cayó en estado de coma, hace cuatro años.
Ningún líder político se hace eco de su "plan de separación" unilateral de los palestinos, cuya primera etapa debía ser la retirada de Gaza, realizada en 2005.
En la actualidad, la derecha en el poder sostiene que esa retirada, que supuestamente debía fortalecer la seguridad de Israel sacando al ejército del Estado hebreo del pantano de Gaza, tuvo "un efecto bumerán".
Dos años después, en 2007, el Hamas (acrónimo en árabe del Movimiento de Resistencia Islámica) tomaba el poder en Gaza. Israel respondió reforzando el bloqueo y los dos enemigos se encontraron atrapados en una espiral de violencia que culminó con la mortífera ofensiva israelí de diciembre y enero pasados.
La debilitada izquierda israelí no puede olvidar que Sharon fue el adalid de la colonización, y que encarnó una política férrea contra los palestinos antes de convencerse de que Israel debería renunciar a conservar la mayor parte de los territorios conquistados durante la Guerra de 1967 si quería seguir siendo un Estado "judío y democrático".
Sólo el partido centrista Kadima, creado por Sharon, reivindica su legado político, pero ha dejado caer en el olvido su "plan de separación".
Israel todavía no ha hecho el duelo de Sharon, que es mantenido en vida artificialmente, luego de haber caído en un coma aparentemente irreversible.
Pero el ex jefe de gobierno, nacido el 26 de febrero de 1928, ha desaparecido de la actualidad. Sólo sus allegados y sus ex colaboradores siguen convencidos de que si Sharon hubiera permanecido en el poder, este ex general hubiera evitado, gracias a su experiencia militar, los errores de la segunda guerra de Líbano (mediados de 2006), el triunfo del Hamas en Gaza (2007) e incluso el creciente aislamiento de Israel a nivel internacional de los últimos años.
El 28 de septiembre de 2000, la visita de Sharon a la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén este, un lugar sagrado para el islam, considerada como una provocación por los palestinos, hizo estallar el polvorín. Al día siguiente comenzaba la segunda intifada.
Sharon consideró que se trataba de un mero incidente en una "Guerra de cien años" contra Israel y el sionismo. Prometió aplastar la sublevación palestina --una promesa que cumplió más tarde--, fue electo triunfalmente primer ministro el 6 de febrero de 2001, y reelecto por amplio margen el 28 de enero de 2003.
De acuerdo con el analista Yossi Alpher, un especialista en la colonización, de la herencia política de Sharon quedará que "antes que él, nadie se atrevió a desmantelar los asentamientos" en Cisjordania o la franja de Gaza, por temor a enfrentarse con la extrema derecha religiosa y el poderoso lobby de los colonos.
Sharon quería una separación de los palestinos, pero a condición de que Israel fuera el único que estableciera las condiciones del divorcio. Ese sueño se ha desvanecido.
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